"La clave del éxito no es jugar como un gran equipo, sino jugar como si el equipo fuera una familia". Stephen Curry
Dos fenómenos de la literatura suramericana, Osvaldo Soriano y Eduardo Galeano, creando una primorosa pared en la que el pase inicial, casi una asistencia de gol, se la da el primero, autor de ‘No habrá más penas ni olvido”, al también impagable creador de ‘Fútbol a sol y sombra’. No es un tuya-mía. Apenas el toque corto, perfecto, al pie, al hueco y en disposición de gol, que Soriano lanza a Galeano a propósito de aquella inolvidable gloria de sus tiempos infantiles, José Sanfilippo, ‘El Nene’, con hueco eterno entre los mayores héroes del ‘Ciclón de Boedo’, también llamado San Lorenzo de Almagro. O al revés…
Querido Eduardo:
Te cuento que el otro día estuve en el supermercado “Carrefour”, donde antes estaba la cancha de San Lorenzo. Fui con José Sanfilippo, el héroe de mi infancia, que fue goleador de San Lorenzo cuatro temporadas seguidas. Caminamos entre las góndolas, rodeados de cacerolas, quesos y ristras de chorizos. De pronto, mientras nos acercamos a las cajas, Sanfilippo abre los brazos y me dice: “Pensar que acá se la clavé de sobrepique a Roma, en aquel partido contra Boca“. Se cruza delante de una gorda que arrastra un carrito lleno de latas, bifes y verduras y dice: “Fue el gol más rápido de la historia“.
Concentrado, como esperando un córner, me cuenta: “Le dije al cinco, que debutaba: no bien empiece el partido, me mandás un pelotazo al área. No te calentés que no te voy a hacer quedar mal. Yo era mayor y el chico, Capdevila se llamaba, se asustó, pensó: a ver si no cumplo“. Y ahí nomás Sanfilippo me señala la fila de frascos de mayonesa y grita: “¡Acá la puso!“. La gente nos mira, azorada. “La pelota me cayó atrás de los centrales, atropellé pero se me fue un poco hasta ahí, donde está el arroz, ¿ve?” -me señala el estante de abajo, y de golpe como un conejo a pesar del traje azul y los zapatos 8 lustrados-: “La dejé picar y ¡plum!“. Tira el zurdazo. Todos nos damos vuelta para mirar hacia la caja, donde estaba el arco hace treinta y tantos años, y a todos nos parece que la pelota se mete arriba, justo donde están las pilas para radio y las hojitas de afeitar.
Sanfilippo levanta los brazos para festejar. Los clientes y las cajeras se rompen las manos de tanto aplaudir. Casi me pongo a llorar. El Nene Sanfilippo había hecho de nuevo aquel gol de 1962, nada más que para que yo pudiera verlo.
* Carta de Osvaldo Soriano a Eduardo Galeano
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