Del Bosque debe arriesgar

por el 13 abril, 2015 • 6:56

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Ahora que la selección norirlandesa está muy cerca de clasificarse para la Eurocopa y que España atraviesa uno de los momentos más críticos de la era Del Bosque, uno no puede olvidar lo que ocurrió un 6 de septiembre de 2009 en Belfast. La capital Irlanda del Norte significó un punto de inflexión para dar por zanjado el glorioso periplo de Raúl González con la selección española. Luis Aragonés tuvo la valentía de dejar fuera al por entonces máximo goleador histórico de la selección y consiguió un relevo generacional que se labró en Dinamarca en una de las mayores exhibiciones que se recuerdan de la selección.

Luis Aragonés, valiente, orgulloso y fiel a sus ideas, no volvió a convocar a Raúl pese a la insistencia de la prensa. Fue uno de los entrenadores que no quiso escuchar a la persuasiva y manipuladora prensa española. Se podría definir como un Mourinho español que premió los méritos antes que los nombres. El ejemplo de Raúl y el posterior éxito de la selección sirvió de ejemplo para muchos entrenadores, menos para dos. Uno de ellos es Vicente del Bosque y el otro es Raymond Domenech.

Domenech, uno de los entrenadores más problemáticos de la historia de la selección francesa, ya venía de un fracaso en 2008. En aquel año no quiso convocar a jóvenes en erupción como Cheyrou –en detrimento de un Makelele al que ya las piernas poco caso le hacían– y aguantó con un bloque que en 2006 había llegado de manera milagrosa a la final del Mundial de Alemania. Doménech no quiso tampoco dejar fuera a Henry –héroe de aquella eliminatoria ante Irlanda con su famosa mano– ni a Anelka solo por el simple hecho de no querer llevar consigo a jóvenes con capacidades de ejecutar la transición como Benzema o Valbuena, entre otros. ¿El resultado? Francia fue eliminada en la primera fase del mundial, como años atrás en la Eurocopa. Su orgullo de querer seguir con un bloque problemático dentro y fuera del vestuario –acabaría expulsando a varios jugadores de la concentración en Sudáfrica– no le sirvió para nada más que fracasar, no como a Luis Aragonés en su día.

Ese mismo año, España repitió un milagro similar al que hizo Doménech con Francia en el año 2006. El salmantino llevó a España a la final del mundial tras haber perdido contra Suiza en el primer partido y, pese a las críticas, seguir confiando en jugadores señalados con el dedo por la prensa como Sergio Busquets o Gerard Piqué. La victoria ante Holanda, con Iker Casillas y Andrés Iniesta como protagonistas, sirvió para relanzar a un Del Bosque que pese a que seguía siendo criticado, volvió a confiar en el mismo bloque dos años después, en la Eurocopa de Polonia y Ucrania, donde repetiría título tras un torneo bastante irregular e insípido para el espectador.

Los viejos rockeros nunca mueren, o eso dicen. Casillas, tras 2012, comenzó su declive en el Real Madrid y no solo eso, sino que jugadores habituales para Del Bosque como Torres, Xavi, Iniesta o el propio Piqué experimentaron un bajón brutal en sus respectivos equipos, pero Del Bosque siguió confiando en el mismo bloque pese a los resultados negativos. El Mundial de Brasil podía ser un punto de inflexión para España, pero Del Bosque volvió a confiar en los de siempre y no dejó fuera a ningún héroe de 2010. El resultado fue exactamente el mismo que el de Francia cuatro años antes. Derrota en la primera fase, rozando el ridículo, y con Casillas señalado junto a otros jugadores. ¿Había que hacer ya el relevo?

El relevo generacional ha llegado tarde, en consecuencia con la retirada de Xavi de la selección  y fruto del bajo rendimiento de algunos otros jugadores. Pero aun así, Del Bosque sigue manteniendo la confianza en algunos hombres que no están en el mejor nivel de sus carreras, en tanto otros como Vitolo, Juanmi –jugó hace unos días, pero no era un contexto para potenciarlo–, Morata, Alcácer o Isco han coincidido pocas veces en el mismo once. Además de no haber logrado cuajar todavía, por razones diversas, un nuevo once fijo, quizás a Del Bosque le esté costando tomar decisiones definitivas, lo que no potencia la compenetración y provoca algunas discrepancias entre futbolistas que van con ilusión a los partidos de España. El ejemplo vivido con Domenech puede ser ilustrativo.

* Andrés Onrubia.

– Foto: EFE




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