En el planeta fútbol existen entrenadores laureados y con prestigio internacional por sus largas carreras que acaparan un gran número de títulos en su palmarés como denominador común. Eran ellos quienes ocupaban o eran solicitados para sentarse en los principales banquillos de los grandes clubes y a quienes se tenía como ejemplo. Actualmente, con un fútbol evolucionado, incluso revolucionado, distinto al que había en los 90, aparecen nuevos rostros que parecen entender o ser capaces de sacar más fruto al juego ante las diferentes necesidades futbolísticas de hoy en día.
Dentro de esta nueva hornada de jóvenes entrenadores que están ganando protagonismo en el panorama fútbol destaca el papel de un joven de 38 años nacido en Balaguer (Lleida), que sin hacer ruido lleva 3 años encandilando a la Premier League después de haber emigrado a tierras inglesas, primero como jugador para evolucionar posteriormente a entrenador, hace 17 primaveras.
Roberto Martínez, o Bob Martínez como es conocido en el país donde conducen al revés, ha conseguido hacerse un hueco tanto en el corazón de los Swans (Swansea) como en el de los Latics (Wigan), sus dos equipos hasta la fecha, por su método y objetivos conseguidos. Ascendió al Swansea de la League One (equivalente a 2ªB española) a la Championship (equivalente a 2ª División española) para posteriormente dar el salto a la Premier League de la mano del Wigan, club con el que tenía un feeling especial al haber vestido su elástica como jugador, y con el que ha conseguido ser reconocido internacionalmente tras lograr mantener la categoría, cada vez con menos efectivos, por tercer año consecutivo. Más allá del logro en sí, es en el cómo donde reside el mérito de sus hazañas y el porqué de la admiración generada. Desde su paso de jugador a entrenador, Bob siempre ha tenido entre ceja y ceja intentar dejar su sello en el fútbol inglés siempre pensando en el balón como principal protagonista.
Roberto, jugador técnico y estudioso anónimo del juego de toque, se encontró al desembarcar en el fútbol británico con “algo que se parecía más al rugby” como él mismo describía en declaraciones a The Guardian en Octubre de 2009. “Fue un shock masivo. Todas las ideas venían del mismo concepto: ganar terreno y mantenerlo. Parecía que nadie quisiera el balón, fue todo un reto que siempre disfruté”. Su experiencia como jugador le permitió curtirse en el más puro fútbol inglés. Fue en la sombra, en campos donde mantener el balón controlado en el césped era todo un hito en los que Bob descubrió el significado del fútbol para los supporters, esa pasión y corazón sin los que es imposible entender el juego en las islas. Al colgar las botas y estrenarse en los banquillos, Bob siempre ha perseguido “aportar al fútbol británico una filosofía distinta, romper con la idea de que no se puede tener éxito en las categorías inferiores jugando buen fútbol” como él mismo descubría en una entrevista concedida a “El Mundo Deportivo” este 2012.
Ashley Williams, defensa central del Swansea que disfrutó de Roberto como entrenador en la League One y la Championship, no duda en elogiar a su ex entrenador por lo mucho que aportó a un equipo que ahora, en su primer año en la Premier League y bajo el mando de Brendan Rodgers, ha logrado la permanencia sin sufrimiento apostando por un juego de toque, a pequeña escala incluso comparado con el del Barcelona, basado en los fundamentos que Bob instauró. “Le debemos mucho, nos hizo mejores jugadores. Ahora pasamos más el balón y lo jugamos desde la salida en defensa tal y como nos enseñó”, reconoce el dorsal 2 de los Swans.
Sin embargo, lo que parece un camino de rosas no siempre ha sido fácil para un Roberto que sufrió en sus inicios en la Premier League para imponer su estilo. Siempre tenaz, nunca pensó en tirar la toalla y renunciar a sus creencias futbolísticas sabedor de que, con paciencia, los resultados terminarían llegando. “Lo que aprendí de las primeras derrotas fue que no estábamos físicamente preparados para jugar tal y como pretendíamos. Durábamos 60 minutos, después llegaba el colapso. Además estábamos permitiendo que los goles encajados afectaran nuestro juego, dejándoselo demasiado fácil al rival. Ante el Hull City, pese a perder, hicimos 547 pases. Estaba contento, íbamos por buen camino”, reflexionaba él mismo. El punto de inflexión llegó al derrotar al todopoderoso Chelsea por 3-1 ante su afición; a partir de ese momento “todo cambió” y se produjo la comunión entre afición, jugadores y técnico; saltó la chispa necesaria para creer en el proyecto y remar todos a una.
Tres años más tarde de la llamada de Dave Whelan, presidente del Wigan con el que Roberto tenía una relación especial tras su paso por los Latics como jugador, para ofrecerle sentarse en el banquillo de su equipo en la aventura que iniciaba en la Premier League, no hay duda de que Bob ya ha triunfado. Sin embargo, en este mundo que gira pendiente de un balón hay que ganarse el crédito día a día y, en este sentido, para él llega el momento de atarse el cinturón y prepararse para la diversión. Siempre elegante, su estilo tanto dentro como fuera del campo, un tanto guardiolano, lleva tiempo despertando el interés de otros clubes y es cuestión de tiempo que termine entrenando a un equipo puntero de la Premier League.
Más allá de su futuro legado como técnico, Roberto Martínez ya es un ejemplo del otro fútbol, una realidad hoy en día en cualquier ámbito, representante de aquellos jugadores o entrenadores, estudiantes o trabajadores que por amor al juego, a su profesión y ante falta de oportunidades o proyección se aventuran a probar suerte en otros países persiguiendo su sueño. Bob lo está viviendo y que dure, ya sea en el DW Stadium actual, en los rumoreados Villa Park, White Hart Lane y Anfield Road o donde haya un presidente que esté dispuesto a poner al mando de su equipo a un entrenador comprometido con su trabajo y con las ideas muy claras, con el balón como primera espada.
* Sergi Besa y Marc Terrés son estudiantes y aprendices. En Twitter: @futbolsegunvin En la web: elfutbolsegunvin.wordpress.com
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