Hay jugadores que logran hacer bella cualquier acción que la teoría huele siempre a rudeza. La filosofía del central expeditivo, fuerte al choque, delimitador (e intimidador) de su zona y gestos rígidos voluntarios pasó a mejor vida. Al menos en este caso. David Luiz cree en el gesto incluso antes que en la acción, en la vista antes que en el resultado. Él es, por encima de cualquier descripción, desesperadamente bello.
Cualquier ámbito y condición de David Luiz hay que ponerlo en condicional siempre, teniendo su mente (rara vez su limitación) la respuesta. Del central brasileño se ha repetido en numerosas ocasiones que tiene todo el físico y el talento para triunfar. La realidad es que físicamente es tan estilizado como con balón. Corre completamente erguido, no evita el choque, pero casi siempre soluciona mediante un gesto limpio cualquier roce con el rival. No posee una gran envergadura, y su potencia de piernas le permite elevarse en un salto. Y algo en lo que es de los mejores del mundo: sentido y capacidad de anticipación. O quizá solo la segunda parte de la frase, pero el brasileño salta al centro del campo a robar. Si quiere, impide la recepción del nueve rival. Y aquí, en una gran virtud, comete por exceso lo que acaba siendo parte del debe.
Su físico le permite corregir en no pocas acciones, pero es su mente la que a menudo no responde cuando sus piernas sí que pueden. A nivel defensivo, no está en la elite en cuanto a dominio del oficio, pero todas sus condiciones físicas y técnicas le elevan a buen central. Sin embargo, la liga española exigiría a David Luiz lo mejor de sí. Por lo que podría dar lo peor. Es diestro, de potente disparo (a balón corrido o parado), buen desplazamiento en corto y, especialmente, en largo y tan extraordinaria como anárquica conducción en la salida del balón. Su pierna derecha es sobresaliente, aunque él cree que es brillante.
Quizá su principal debe. Cierto es que su aspecto técnico está posiblemente sobrevalorado por lo maravilloso de su visualidad. Si no fuese brasileño, nos costaría entender qué puede pasar dentro de esa cabeza que hace elegante cualquier movimiento rocoso y que hace desesperante cualquier salida cómoda con balón. David Luiz es el ‘10’ mágico resituado en el centro de la defensa. Irregular, inconstante, pero adorado. Él es ese jamón ibérico del que salen algunas lonchas malas y otras buenas.
Dada su inconsistencia psicológica, es casi imposible encontrar un partido suyo sin fallos. Probablemente, con Brasil, junto a Thiago Silva, que son palabras mayores, el hombre de los rizos dorados sea muy feliz. Porque Thiago minimiza cualquier cualidad rival y cualquier fallo amigo. David Luiz es agresivo al corte, pero su activación es irregular. Podemos insistir: es el ‘10’ que acaba acostándose en banda revestido de una posición tan delicada como la de central.
Realmente, David Luiz no sabe quién es. Tiene un problema que viene como consecuencia de su elevada vistosidad y técnica ofensiva (más que defensiva). Por eso es versátil y seguramente por eso sea volátil, lo que lo convierte en un riesgo constante. De ahí que se haya podido ver en no pocas ocasiones cómo juega partidos de liga regular donde se pueden correr algunos riesgos (porque él puede perder partidos, aunque no tanto ganarlos –por su posición–) y acaba por ver desde el banquillo situaciones de vida o muerte.
Su toma de decisiones no es buena. Elige la opción que él quiere, pero no la que conviene. Elige el riesgo, la alegría, el azar. David Luiz es hijo del desorden y la recreación. Realmente habría que insistir en que su técnica defensiva no es sobresaliente, puede que ni siquiera notable, pero su agilidad, su gesto y su superioridad para leer cuando lo desea le ofrece ventajas que en otro puesto sobresaldrían menos.
Insistiremos durante el artículo en que el David Luiz central es algo dolorosamente bello. Porque un central es algo más que uno de los once jugadores. Él debe dominar el sentido del juego para ordenar, mandar y estar. Sobre todo, estar, que rivales y compañeros te sientan. Y el brasileño no suele estar. Él sabe y adora volar, sonreír, bailar y superar a los rivales por su capacidad físico-técnica. Pero olvida que es central.
Hay que diferenciar, primero de todo, técnica de talento. Y, a partir de aquí, advertir que su técnica es sobrellevada por su plasticidad. Su pierna derecha la permite pasar muy bien en largo. Desde su posición puede alterar el ritmo del partido con una conducción (siempre asumiendo riesgos en forma de regates o paredes desde la salida) o un cambio de orientación. Probablemente, David Luiz sea uno de los centrales con mayor capacidad ofensiva.
Su capacidad de regate o cambio de ritmo con balón es impropia de un central. Es capaz de sacar el balón, romper por dentro y verticalizar el juego. Verticalizar hasta el punto que podríamos decir que abusa del pase largo por el centro (incluso a la espalda de la defensa).
A nivel defensivo, no es un gran amo. David Luiz no domina situaciones, sino conceptos. Y como propio de los conceptos, de los que Nietzsche decía que encorsetan la realidad, el brasileño domina acciones: tackle, despeje por arriba o anticipación. Nos podemos detener en esto último, donde el pequeño genio de pelo rizado es capaz de robar el balón en el campo contrario si el rival intenta salir. O en una imagen que le caracteriza (sobre todo para lo malo): saltando detrás del delantero. Llegando tarde y perdiendo posición y ventaja. Eso sí, la cantidad de balones, a la velocidad y lo que posteriormente hace con el balón, hace de David Luiz un futbolista distinto.
Lo analizamos como central. Puede jugar en ambos lados y además puede ser mediocentro o incluso interior de recorrido con más vértigo que pausa, por lo que si pensamos en el Barça solo podría ser defensa. Central por la izquierda o por la derecha, porque pese a usar habitualmente su pierna derecha, es capaz de utilizar su izquierda o, en su defecto, orientarse siempre para salir con ventaja hacia su pierna buena.
Siendo central, tácticamente no es bueno. Pese a leer bien movimientos, que no situaciones al completo, David Luiz es felizmente anárquico en su juego. Anticipa muy alto y es feliz cuando el juego se agita. Ahí, en el ritmo, que es cuando un jugador siente la necesidad y el posible desequilibrio, es cuando el brasileño se exhibe. Mientras tanto, podemos decir que no domina bien los tiempos cuando se le embute en el área. Salta a morder y cae en la tentación del robo. Probablemente el gran complemento, o mejor dicho la antípoda, de su compañero Cahill.
Parecía una incógnita, quizá un tabú, el tema del central del Barça. A Bartra no le ha llegado la hora, Puyol ya comenzó su caída y Piqué, amén de que es el que queda, no es precisamente un central que regale continuidad. Así pues, la necesidad invade y hace sonar el nombre de David Luiz, un central realmente agradable con el balón pero que colisiona con la idea del Barça. Colisionar significa que donde el Barça (especialmente Xavi) quieren decir pausa, el brasileño dice aceleración; donde el Barça busca pases horizontales y calma, Luiz busca agitación y verticalidad.
Eso sí, colisionar, a menudo, tiene consecuencias positivas. La primera es que David Luiz trae la técnica de fábrica. El balón no chirría en sus pies y si se lograra adaptar al modelo podría ser la solución a la salida. En una conducción breve es capaz de generar el famoso tercer hombre. Porque no duda en llegar a portería y tiene la determinación necesaria para hacerlo. Además de que, como hemos mencionado, el brasileño anticipa muy alto. No haría que la palidecida transición defensiva del Barça reculase sin piedad girada hacia su portería, sino que asumiría el riesgo de ir a robar, de anticipar y recuperar.
Pero el riesgo es alto. Su fichaje es caro y su rendimiento puede dar con dudas, hay quien dice que enterradas, sobre el modelo de juego. Porque David Luiz exige que se le exija y esto no va a pasar en todos los partidos del Barça. Y cuando menos exigido es, más riesgo hay, porque él lo va a tomar. Necesita sentirse, sonreír y volar. Él es David Luiz. El sobre de un jamón ibérico aún por descubrir.
* Fran Alameda es periodista.
– Foto: Reuters
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