"Volved a emprender veinte veces vuestra obra, pulidla sin cesar y volvedla a pulir". Nicolás Boileau
Fútbol / Inglaterra / Premier League
Hay jugadores que prefieren la estabilidad laboral al dinero o al éxito. No es el caso de Andros Townsend (Leytonstone, 1991). El futbolista inglés ha tenido que superar infinidad de obstáculos para afianzarse en la primera plantilla del Tottenham y, como podíamos leer hace unas semanas en Marcador Int de la mano de Álvaro de Grado, no han sido ni una, ni dos ni tres cesiones. Un total de nueve desde que entró en las categorías inferiores del Tottenham con un firme objetivo: triunfar en White Hart Lane. Parece que lo está consiguiendo
Es evidente que, pese a los fichajes, el Tottenham no termina de arrancar. Mientras en Europa no está teniendo problemas pese a ser una competición secundaria para Villas-Boas, en la liga alterna exhibiciones de poderío tanto físico como técnico con descalabros en su propia casa (0-3 contra el West Ham). Un proyecto de luces y sombras. Las últimas victorias, sobre la bocina o con un regusto agrio, demuestran carencias en tres cuartos de campo. Si bien la llegada de Eriksen parecía ser un bálsamo ante la marcha de Bale y su influencia en la línea de ataque, el danés ha bajado el rendimiento y, por ende, el Tottenham juega peor.
Se pudo ver el pasado domingo ante el Hull City en Londres. No había profundidad y tan solo Townsend bajaba a recibir para crear peligro. Tuvo que recurrir a los titulares que descansaban en el banquillo (dar entrada a Eriksen y a Dembélé) y aun así el Hull de Steve Bruce debilitó al Tottenham entre líneas. André Villas-Boas parecía tener solo un plan alternativo: “¡Dádselas a Andros!”.
A comienzos de temporada, Townsend llegó para completar una gran plantilla cuyos jugadores exteriores atacantes abundaban. Lamela, Chadli, Lennon o Sigurdsson; cinco para dos puestos. Parecía excesivo. Además, Chadli y Lamela llegaban del Twente y Roma respectivamente con la vitola de titulares. Lennon competiría con ellos en cuanto se recuperase de su lesión y Sigurdsson era el complemento perfecto para sumar por dentro en los partidos complicados. Pero Townsend, no. Townsend era el último de las quinielas.
Dijo Villas-Boas hace unas semanas, en plena vorágine de acontecimientos para Townsend (titularidad con el Tottenham, gran nivel, convocatoria con Inglaterra y gol) que la temporada que hizo con el Queens Park Rangers le convenció para acabar con las cesiones y hacerle ficha en el primer equipo. Jugó 12 partidos en la segunda vuelta y, a pesar de no revertir la situación y de no evitar el descenso del QPR, dejó buenas sensaciones. “Estoy muy contento por el rendimiento de Andros y es evidente que la temporada pasada en el Queen Park Rangers lo hizo realmente bien. Por eso está aquí”, explicaba el técnico del Tottenham después de que su jugador firmase un nuevo contrato por cuatro años más. “Las cesiones en la carrera futbolística de Townsend le han ayudado a madurar”, sentenció.
Ya había dejado buenas sensaciones temporadas atrás en Yeovil Town, Leyton Orient, MK Dons, Ipswich Town, Watford, Millwall, Leeds y Birmingham. Eso sí, no pasó más de seis meses en un mismo equipo y le pasó factura en temas de regularidad. El hecho de que la pasada temporada Villas-Boas le diese una pequeña oportunidad (jugó seis partidos en la primera vuelta) y su posterior cesión al QPR para curtirse en la Premier League acabaron por moldear al extremo inglés, posición que siempre acostumbra a ocupar pero, al contrario que en la actualidad, tanto en la Championship como especialmente en la League One partía desde la izquierda a pierna cambiada para meter goles como este. O este.
Lo que muy pocos saben es lo cerca que estuvo el Tottenham de deshacerse de Andros. En el 2011, después de una de las infinitas cesiones, el Milwall se propuso preguntar por el extremo tras los buenos tres meses que había tenido Townsend en la misma capital londinense. Ofreció 500.000 libras, una cifra bastante elevada tratándose de un chico de 19 años que apenas había jugado cinco meses en un mismo equipo. El Tottenham, que por aquel entonces ya tenía sus ojos puestos en un galés que la estaba rompiendo, dejó la decisión en manos del jugador. Si continuar en el Milwall, hacerse un nombre en el sudeste de Londres y ser el ídolo de unos cuantos niños o seguir en el ostracismo para luchar por una quimera. Su conversación con su padre, Troy, al parecer fue fundamental para rechazar la oferta y seguir luchando. Leeds y Birmingham fueron sus siguientes equipos hasta llegar a la cumbre. Ahora, una vez hecho lo más difícil, queda mantenerse. Y parece que la suerte está con él: el Tottenham le necesita.
* Carlos Jiménez Barragán es periodista.
– Fotos: Press Association – Andy Hooper (Daily Mail)
– Infografía: soccerbase
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