«Menudo inicio de temporada del Inter». “Parece que la Juve y el Napoli ya tienen rival serio por el Scudetto”. “Que sí, que Mazzarri va a recuperar al mejor Inter”. Atención, si oye esas frases, ya sea de un especialista en fútbol italiano o de un seguidor imparcial (o parcial, tanto da), no las crea. Le estarán tratando de contar la misma historia de siempre del Inter, grande entre los grandes de Italia demasiado acostumbrado a meterse unos trastazos de campeonato cuando subieron hasta el Everest la autoestima en un proyecto que, aunque siempre apunta maneras, suele desmoronarse con la misma facilidad que un castillo de naipes, es decir, con un leve soplido.
Sin hablar directamente de esta etapa de Mazzarri, me temo que estoy aventurando lo que probablemente suceda de aquí a unos meses, no creo que muchos. Pero insisto, lo hago por su propia seguridad: ¡no se deje engañar por la clasificación actual de la Serie A! Vale, el Inter tiene diez puntos de los doce que han jugado. Además, ha metido trece goles y, sí, sólo ha recibido uno. Todo eso es verdad, claro está, las estadísticas no mienten, al menos las que no proceden de la sede de la calle Génova. Pero mirémoslas con el freno de mano echado y con el cinturón puesto, por si acaso. ¿Cómo se han conseguido esos trece goles en cuatro jornadas? Siete le encajaron al Sassuolo, recién ascendido, que salió en son de paz, carpetita bajo el brazo, gafas de pasta y cara de pardillo novato para ser ridiculizado en su cuarto partido en la máxima categoría en toda su historia. El Inter metió siete casi sin querer, con el piloto automático atravesando los hermosos campos de la Emilia Romagna, preciosa en esta época del año, por cierto. Y claro, como cualquier invitado a una fiesta con buffet libre, se puso las botas y se hinchó el estómago de goles y el pecho de orgullo.
(Paremos un segundo esta advertencia para alabar el retorno de Diego Milito a los campos de fútbol siete meses después de romperse el cruzado con 34 años. Dos goles y puerta grande. Si del Príncipe le dicen cosas buenas, créaselas, siempre serán verdad).
Bien, prosigamos. Una semana antes, el Inter había sacado un empate de la visita del campeón, la Juve. Siendo honesto debo decir que mereció incluso ganar. La motivación extra que imprime jugar contra el máximo rival fortaleció a un Inter que hasta entonces había caminado dubitativo por el inicio de la Serie A. Eso y que la Juve estaba muy espesa, mucho más de lo habitual, a pesar de que Pirlo gozaba de libertad casi absoluta para mandar y ser obedecido. Pero no tuvo fieles seguidores de su causa, ni el casi siempre omnipresente Pogba, ni el renqueante Vučinić estuvieron finos. Arrancadas del Apache y el gol de Vidal y no mucho más. Lo más increíble de ese partido y seguramente de todo lo que ha jugado el Inter por ahora fue que el gol nerazzurro llegó de un robo de balón de Ricky Álvarez. Ha leído usted bien. El eterno sinsangre Álvarez se lanzó a la presión intensa sobre un rival para acabar recuperando el balón y, además, asistiendo después de maravilla a Mauro Icardi. Parece que le sienta bien la titularidad, la responsabilidad en un equipo del que parecía más fuera que dentro en verano.
Más allá de la fiesta de Sassuolo, a este Inter hay que valorarlo contra equipos más pequeños. Le costó lo indecible hacerle cosquillas a un Genoa en pleno proceso de adaptación de sus nuevos fichajes, muchos y muy variados como es costumbre por allí. Y al Catania le ganó porque, la verdad, los sicilianos apestan a Serie B por una política de traspasos algo destartalada este verano. El Inter es un plantel que en un partido sin la emoción de un encuentro grande se duerme, no consigue saber qué hacer con el balón, principalmente porque no tiene un jugador que le permita orientarse dentro del campo. Tiene músculo y potencia con Guarín y Taïder, serenidad con Cambiasso y alegría contenida con Kovačić. No hay una idea preconcebida. Cuatro partidos después seguimos sin saber del todo si este Inter quiere la pelota o si va a jugar al contragolpe. Lo que sí parece es que con los cinco defensas (las voces le dirán que son tres, mienten como bellacos) el Inter es más seguro atrás hasta el punto de que Handanovič ya no es el mejor interista tras cada partido. Tendrán la ventaja (horrible desventaja en realidad) de no jugar competición europea, pudiéndose centrar casi en exclusiva en la Serie A, sin descuidar la Coppa Italia. Pero mucho me temo que en algún momento las fisuras del Inter, que las tiene, empezarán a tragar agua e irán hundiendo muy poco a poco un proyecto al que le faltan piezas básicas. Ojalá me equivoque y las voces que tratan de engañarle traigan sólo verdades duraderas y los millones de Thohir se conviertan en títulos.
* Jesús Garrido es periodista.
– Foto: AP
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