Existen viejas máximas en el fútbol que, si bien en un principio pudieron ser ciertas, han dejado de serlo. Concretamente, me refiero a la que dice que el equipo que quiere el balón juega a atacar y el que no se preocupa por la posesión, a defender.
Justamente, ésta última se han encargado de hacerla pedazos multitud de entrenadores. Una visión muy gráfica de ello podría ser el planteamiento por el que, durante grandes tramos de sus dos enfrentamiento del pasado curso, ha optado el Real Madrid frente al Athletic. Mourinho, sabiendo que Bielsa es uno de esos hombres de convicciones tan firmes que no renuncia a ellas prácticamente bajo ninguna circunstancia, no se planteó de inicio tener más posesión. Al contrario, prefirió esperar algo más atrás para aprovechar al contragolpe los enormes espacios que deja atrás el conjunto bilbaíno. Dicha táctica, como se confirmó en los marcadores, fue sin duda la más inteligente, pues gracias a ella consiguió que Cristiano y compañía, quienes multiplican su enorme potencial disfrutando de espacios, se encontraran con un número muy inferior de oponentes al atacar. ¿Fue defensiva dicha estrategia? En absoluto. De hecho, en ella se antepuso la mejor manera de atacar a la de defender.
Pues bien, si no se trata de querer dominar mayoritariamente la posesión, ¿en qué consiste un planteamiento ofensivo y en qué se diferencia de uno defensivo? Fundamentalmente, en la idea que prima en la mente del entrenador al elaborar la disposición táctica de su equipo: cómo atacar mejor o cómo defender mejor. Obviamente, siempre ambas se tienen en cuenta, pero resulta imposible no dar más relevancia a una de ellas. Dicho esto, ¿cómo se traslada dicho planteamiento en el campo? Muy sencillo: en el número de jugadores que se ubica delante del balón cuando el mismo está en poder de tu conjunto. Volviendo al ejemplo anterior: cuando el Madrid recuperaba, ¿no se desmarcaban, como mínimo, Marcelo, Di María, Özil, Cristiano y Benzema (5 jugadores)?
Habiendo dejado claro que se puede tener un planteamiento en el que prime el ataque sin tener como prioridad la posesión del esférico, ¿es posible lo opuesto: anteponer la defensa monopolizando el esférico? También en este caso está claro que sí, para lo que conviene traer a colación otro viejo dicho: «Dormir el partido». Ésta es, sin lugar a duda, la mejor defensa posible, pues, como es obvio, quien no tiene el balón no puede marcar. No obstante, esta táctica ha sido utilizada mayoritariamente para conservar un resultado favorable, siendo extrañísimo su uso de inicio, al menos, minimizando cualquier vocación ofensiva. Por ello, no sería descabellado tildar a Vicente del Bosque de creador o, al menos, de patentador de la posesión defensiva.
Al analizar cualquier alineación, inevitablemente se tiende a pensar en el posible rendimiento de un jugador en función de su posición. Es decir, se quiere que el portero pare (casi nadie valora la importancia del juego de pies, como se puede comprobar cuando en las retransmisiones los comentaristas demandan a Casillas que pegue «patapún»); que los defensas sean los mejor que defienden… Más concretamente, se quiere que el organizador sea quien cree un mayor volumen de juego (Xavi); que el mediapunta sea el que combine mayor capacidad asistente y goleadora (Fábregas); y que el delantero centro sea quien más gol tenga (¿Llorente?). En cambio, el técnico salmantino valora otras capacidades para hacer sus elecciones: Xabi Alonso es el organizador que sumando capacidad creativa y defensiva probablemente esté a un nivel más alto en el mundo; Xavi el mediapunta más capacitado para retener la posesión y, respecto a Cesc, tres cuartos de lo mismo como delantero centro (puro o falso, como se prefiera). A ello se suma que, si nadie va al espacio, se corren menos riesgos de pérdida, lo que, por ende, ayuda al trabajo defensivo.
Al evaluar el juego del combinado español, también tendemos inevitablemente a pensar en lo que hacen otros conjuntos, especialmente la Selección mientras Luis Aragonés era su entrenador y el Barcelona, por ser el único equipo en el mundo que aglutina márgenes similares de posesión, además de por la aportación de jugadores. Al ver que España tiene el balón, esperamos que se utilicen similares recursos a los que utiliza el club culé con su juego de posición, o la anterior Selección española, con una variante prima hermana del mismo que se asemejaba más al 4-2-2-2 con el que Pellegrini llevó a la gloria al Villarreal. Pero no tiene nada que ver: se trata de algo muy distinto, para mejor o para peor, por mucho que los medios limiten cualquier estilo del fútbol en el que prime la posesión a la gráfica, a la par que dañina por generalizada y mal interpretada, expresión «tiki taka».
«Como España tiene mucha posesión, juega igual que el Barça» es una conclusión generalizada de forma inaudita dado su carácter absurdo. La principal razón es la siguiente: el Barcelona, ante un equipo con la defensa adelantada, utiliza con gran frecuencia el pase al hueco, buscando dejar a un compañero que se desmarque en profundidad solo ante el portero. Son las defensas cerradas las que obligan a la poco valorada horizontalidad, cuyo fin fundamental es hacer bascular al contrario para generar el espacio que pretende negar. Tampoco con Luis Aragonés existía la menor duda a la hora de buscar el mencionado último pase cuando era menester. Huelga decir que, para este, es tan necesario el pasador como el que se desmarca. Por mucho que los centrocampistas españoles lo intenten, no superan claramente en velocidad a la mayoría de defensores, con lo cual pierde todo sentido realizar dicho pase. Y, una vez más, recordemos cuántos hombres situaban dichos equipos delante del balón y cuántos sitúa Del Bosque en su ‘España posesivo-defensiva’.
Pensando, erróneamente, en que se intenta realizar algo similar a lo que proponían estos conjuntos, sentimos cierta decepción desde el inicio de la jugada. Piqué, a quien seguramente sólo Hummels en el mundo pueda discutir ser el central con mejor salida de balón, no conduce para atraer y descargar ni tampoco pasa en largo: simplemente pasa el cuero a algún jugador cercano, generalmente Xabi Alonso. El tolosarra (ni Xavi ni Busquets, en su caso) no se ha situado a la espalda de ninguna línea, por lo que el balón está más arriba, pero no hay menos contrarios. Es decir, no se genera superioridad de ningún tipo. Esto no es un error ni de Piqué ni del jugador del Real Madrid: obedecen órdenes tendentes a minimizar cualquier atisbo de riesgo. Línea a línea se podrían ir desgranando diferencias en cierta medida semejantes a la citada, siendo la más notoria la que se produce al llegar a tres cuartos. Ver a Xavi desmarcarse al espacio es sangrante. Si bien tiene algo más de sentido cuando lo hacen Silva, Iniesta o Fàbregas, tampoco tiene demasiado, ya que sólo en espacios reducidos pueden superar en velocidad a sus marcadores. Pero, peor aún, es la imagen que tanto se ve durante los partidos: que el pasador no tiene a nadie a quien pasar (hacia delante, claro). Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones sí tendrán la capacidad para pasar hacia atrás, con lo que se mantendrá la posesión y el contrario no atacará.
Mucho de lo dicho se ha visto contra Francia. Hasta que ésta no se descompuso en pos de la búsqueda de la remontada, sólo una ocasión clara había tenido España: la única vez en la que el único jugador rápido de la alineación (aparte de Ramos) se había desmarcado en profundidad. ¿Es esto negativo? En absoluto si se piensa que Francia no había tenido ninguna. Ganar en ocasiones a un equipazo (que no se olvide) como Francia es muestra de una competitividad extrema, característica a la que nunca había respondido la Selección durante un periodo tan largo como el que Del Bosque lleva en el cargo.
Dicho esto, a título personalísimo, un servidor siente decepción cuando ve la alineación, sopor cuando contempla el juego y rabia cuando recuerda el que, con muchos de los mismos hombres, propusieron Luis Aragonés y Pep Guardiola. No obstante, dicha opinión sólo la compartimos unos pocos románticos nostálgicos, como se comprueba al salir a la calle y ver a la gente cantando, los coches pitando… Por ello, ninguna frase podría concluir mejor este artículo que la que más tristeza me produjo escuchar al técnico de Santpedor: «Quien gana, siempre tiene razón».
* Rafael León Alemany. En Twitter: @_rafaleon_
– Foto: Reuters – Panoramic
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