"Hay que recordar que quienes escriben para los imbéciles siempre tienen un numeroso público de lectores". Arthur Schopenhauer
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La famosa garra charrúa es una de las grandes señas de identidad de la selección uruguaya desde que el fútbol es fútbol, la esencia del juego de los de Tabárez, tal y como reflejan las declaraciones de Diego Lugano tras el encuentro de ayer ante Argentina: “¿Perder la esperanza? No, estás loco. Podremos perder un partido, pero nunca la esperanza”.
Contra de todos los pronósticos, no hubo biscotto en Santiago de Chile, lo que dio lugar a una noche mucho más ajetreada de lo esperado en Sudamérica. Uruguay ponía la primera piedra hacia Brasil a los seis minutos de juego, tras un barullo en el área finalizado por el Cebolla Rodríguez. Tras el gol, una Argentina repleta de suplentes consiguió asentarse en el partido hasta hacerse con el dominio y generar peligro por medio de Palacio y, sobre todo, Maxi Rodríguez. Otra jugada trabada dio la igualada a los argentinos, que seguirían marcando el tempo del partido hasta que un piscinazo de Luis Suárez le permitió al delantero del Liverpool anotar desde el punto de penalti y convertirse en el máximo anotador de la fase de clasificación de la CONMEBOL.
Sin embargo, las buenas noticias de verdad llegaban desde Santiago con el 2-0 de los chilenos frente a Ecuador, resultado que dejaba a Uruguay a tres goles de hacerse con una plaza directa para Brasil 2014. Poco duró la alegría, ya que a las puertas del descanso, Maxi recibió cómodo por el sector derecho para poder recortar a Fucile y meter el zurdazo al palo largo. Empate a dos en el intermedio del que se presentaba como un Clásico descafeinado.
La entrada de Gastón Ramírez por un desaparecido Ruso Pérez dotó de criterio a un doble pivote demasiado rígido (Pérez-Arévalo Ríos) y con problemas en la transición ataque-defensa para dar lugar a un trivote con el centrocampista de Chicago Fire como cinco, escoltado por Ramírez y Rodríguez. Argentina continuó apareciendo entre líneas gracias a Palacio, pero el cambio de sistema benefició a los dos hombres de arriba.
Las individualidades de Cavani y Suárez –muy superiores a sus pares– ayudaron a la llegada de la segunda línea uruguaya, pero en tres cuartos de campo y como suele pasar con los celestes, faltaron las ideas y las ocasiones llegaron mediante el juego a lo bruto, colgando balones en el área y sin pausa para buscar otras vías. De esta forma llegó una doble ocasión, para Suárez de cabeza y el posterior rechazo para Rodríguez, con ambos disparos a la madera. El palo fue aún mayor tras el gol de Felipe Caicedo en Chile que dejaba la clasificación a cuatro tantos a falta de media hora. El gol en Santiago sentenció una noche revuelta en la que Uruguay dejó nuevamente muestras de sus defectos ante un rival con muy poco rodaje.
La caída a la repesca del actual campeón de América tiene todo el sentido del mundo tras otro partido sin brillo, con mucho sufrimiento y que deja todo abierto hasta noviembre, cuando el cuadro de Óscar Washington Tabárez visite Jordania con la esperanza de poder volver a brillar en una nueva fase final. Sin cabeza y sólo con garra, se antoja difícil, aunque ya lo dijo Cavani: “Desde que tengo uso de razón, Uruguay sufre para ganar cada partido”.
* Nahuel Miranda.
– Foto: EFE
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