"Volved a emprender veinte veces vuestra obra, pulidla sin cesar y volvedla a pulir". Nicolás Boileau
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El partido reunía todos los condicionantes que podían predisponer al Barcelona a afrontarlo al ralentí, en modo de ahorro de energía: se visitaba al colista, en un horario poco habitual para los jugadores como son las 12:00 horas, con las piernas cansadas tras una maratón de nueve partidos disputados en enero, a punto de disputar el segundo de ocho partidos más en febrero y después haber dado una exhibición de fútbol el miércoles ante el Valencia con la que se había asegurado su presencia en la final de Copa del Rey.
Consciente de ello, Luis Enrique dispuso su once de gala, con el único cambio de Sergi Roberto en lugar de Busquets, como intentando evitar que demasiadas rotaciones se convirtieran en un peligroso mensaje de relajación para la plantilla. Los jugadores parecieron entender el mensaje a la perfección porque salieron muy enchufados: dos ocasiones de gol en el primer minuto de juego y un tanto mal anulado por fuera de juego inexistente en el segundo, tras una gran jugada combinativa del cuadro barcelonista.
Pero pasado el arreón inicial, el planteamiento de Rubi empezó a dar sus frutos. De forma parecida a como hiciera el Deportivo en el Camp Nou, el Levante defendía en repliegue medio – bajo con sus cuatro zagueros y una línea de tres centrocampistas muy juntos, con la clara misión de cerrar cualquier tipo de espacio por dentro. Defender ante el Barcelona con solo siete hombres puede ser arriesgado, pero tenía una interesante contrapartida: por delante, Morales, Rossi y Deyverson quedaban descolgados, con muchos menos metros por recorrer en caso de contraataque, convirtiéndose así en un peligro real en caso de pérdida culé. Además, los dos atacantes y el mediapunta presionaban a Piqué, Mascherano y Sergi Roberto cuando trataban de sacar el balón jugado desde atrás, con lo que conseguían canalizar el juego de los de Luis Enrique hacia las bandas.
Messi fue quien mejor pareció interpretar el desafío planteado por Rubi, recuperando su posición más abierta y ensayando esos cambios de orientación hacia las internadas de Neymar y Alba por la izquierda que tan buenos réditos dieron la temporada pasada. Pero no fue desde el extremo derecho sino desde una incorporación al eje del ataque que Messi aceleraría la jugada del primer gol: apertura a Iniesta, pase en profundidad del manchego a la internada de Jordi Alba, y el centro del catalán termina en gol tras rebotar en un desafortunado David Navarro.
Tras ponerse por delante en el marcador, y como sucediera la semana pasada ante el Atlético de Madrid, el Barcelona bajó considerablemente sus prestaciones. El balón se movía lento, facilitando las basculaciones del sistema defensivo granota, y cuando se perdía la pelota el Levante sacaba provecho de sus tres descolgados en ataque con rápidas transiciones efectuadas con muchos efectivos que suponían una seria amenaza a la zaga culé, especialmente a la espalda de un poco acertado Alves. En una de ellas Morales le ganó la partida al brasileño para plantarse solo ante Bravo, pero su disparo al palo largo lo escupió la madera. El Barça sufría para llegar por delante al descanso.
El segundo tiempo se desarrolló bajo el mismo guión. El Barcelona, sabiendo que el peligro del Levante dependía de las propias pérdidas de balón, intentaba minimizarlas asegurando cada pase aunque fuera a costa de ralentizar todavía más los ataques. La entrada de Busquets servía para dar más seguridad atrás y a la vez mejorar la presión tras pérdida, desplazando a Sergi Roberto al interior derecho en lugar de Rakitic. Por su parte, Aleix Vidal sustituía a Dani Alves para dar un perfil distinto a la figura del lateral derecho: jugando menos por dentro (donde el brasileño había protagonizado alguna pérdida de balón peligrosa) para pasar a dar más profundidad por fuera (sin dejar los espacios a su espalda que había dejado Alves cuando se había movido por esa zona).
Sin mejorar el juego ostensiblemente, el partido se volvía a equilibrar, también porque el desgaste físico del Levante hacía que llegara con menos claridad que en el primer tiempo. Pero a pesar de que las escasas llegadas del Barça eran más peligrosas, lo corto del resultado animó a los de Rubi a dar una paso adelante en los minutos finales, y como ocurrió también frente al Atlético, el líder terminó pidiendo la hora entre rechaces y achiques del balón en el área propia. Por suerte para los culés más sufridores, un contraataque ya en tiempo de descuento lo culminó Luis Suárez para eliminar toda sombra de duda sobre el reparto de puntos.
Al final, el partido, como los disputados contra Atlético, Málaga o Athletic en Copa, lleva a interpretaciones divergentes. Algunos piensan que el Barça no está bien y que gana sufriendo, que el tropiezo está al caer. Por el contrario, y sin negar el riesgo que necesariamente conlleva llegar a los minutos finales con marcadores tan ajustados, otros piensan que el Barcelona tiene tanta confianza en sus posibilidades que está administrando los esfuerzos para cuando llegue la fase decisiva de la temporada. Porque si bien es cierto que el Barça fue superado por su rival en fases de todos los encuentros citados anteriormente, también lo es que cuando pisó el acelerador siempre supo voltear la situación y que más allá de sensaciones, los balances de ocasiones claras de gol suelen serle claramente favorables. Y cuando no lo son, la mayor calidad individual de su plantilla siempre puede resolver la ecuación.
Así, como quien no quiere la cosa y haciendo oídos sordos a los más agoreros, el Barcelona acumula 28 partidos sin conocer la derrota (23 victorias y 5 empates), igualando el récord del club que consiguió Guardiola en la temporada 2010-2011 con cifras prácticamente idénticas: mismos resultados, mismos goles concedidos (14), pero un gol más anotado con Luis Enrique que con Pep (86-85). Por su parte, el técnico asturiano alcanza los 100 partidos en el banquillo azulgrana con un balance de 80 victorias, 11 empates y solo 9 derrotas, los mejores números de la historia entre los entrenadores centenarios de Can Barça. Cifras que hasta el momento le han permitido ganar cinco de los seis títulos que ha disputado y que, aunque a principios de febrero todavía no son garantía de nada, lo sitúan ya a las puertas de otra final copera y con la Liga bien encarrilada. Luis Enrique y su extraordinaria plantilla están consiguiendo lo más difícil: que ganar se convierta en rutina.
* Xavier Codina.
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