Internacional / Fútbol 2012-2013 / Fútbol
La FA Cup es una de las competiciones más bonitas que existen a nivel de clubes, y probablemente lo sea entre otras cosas por las gestas que a lo largo de la historia han protagonizado equipos como el Wigan Athletic en esta edición y clubes aún más modestos.
El triunfo del Wigan tiene un mérito extraordinario, hace justicia con la figura de Roberto Martínez y tiene un efecto motivador sobre un equipo que en las dos jornadas que restan en la Premier tiene el apasionante reto de salvarse del descenso una vez más, cuando parece más difícil que nunca.
El City llegaba bien al partido, era favorito, pero tiene un problema reincidente en las últimas temporadas: su incapacidad para mantener un ritmo alto en los partidos. El City, pese a tener un arsenal ofensivo incuestionable, es un conjunto incapaz de someter a sus rivales, salvo en periodos de tiempo cortos cada partido, y ante un rival como el Wigan lo terminó pagando.
El Wigan fue un equipo muy ordenado, casi hasta el extremo, y sorprende especialmente porque su nivel defensivo le está penalizando mucho esta temporada. Durante el primer acto consiguió que el City no le dañase en ataque posicional, y cuando tuvo la pelota supo salir apoyándose en un magnífico Arouna Koné que caía una y otra vez a la banda izquierda dando descanso al equipo en sus ataques.
Koné es un futbolista potente y explosivo, pero ayer supo encontrar la pausa, se asoció con Jordi Gómez, que le encontró casi siempre, y en el reducto de la banda izquierda el Wigan descansó del dominio poco efectivo del City. Cuando Koné caía a esa zona, Maloney se metía por dentro arriba y esos movimientos fueron efectivos. Su tendencia a jugar sobre la banda izquierda no evitó que por la derecha fuese un conjunto profundo en alguna ocasión, sobre todo gracias a McManaman, que es un futbolista profundo aunque poco certero, al menos en el día de ayer.
El City jugaba al trantran, movía la pelota muy lentamente y tardaba en encontrar a Nasri y Silva para desequilibrar en tres cuartos. Con Yaya Touré lejos del área junto a Barry, los ataques del City carecían de contundencia. En un equipo que tiene jugadores como Tévez y Agüero suena a herejía, pero es así.
En el segundo acto pasaron muchas cosas y el conjunto de todas ellas derivó finalmente en la victoria del Wigan. Mancini decidió con buen criterio dar entrada a Rodwell a veinte minutos del final. El cambio buscaba adelantar a Touré acercándole al área. Minutos antes entró Milner por Nasri y reforzó la banda derecha, precisamente por la que más daño había hecho el Wigan en la primera parte con el dúo Gómez-Koné.
El City aumentaba la sensación de peligro; Boyce, Alcaraz y Scharner, los tres de atrás del Wigan, aguantaban los ataques de los de Mancini. McArthur, McArthy y Espinoza trabajaron mucho y bien y Jordi Gómez gozó de cierta libertad para dar criterio a las recuperaciones de los latics hasta que fue sustituido a nueve minutos del final por Watson.
La expulsión de Zabaleta a seis minutos del final tras un tackle imprudente sobre McManaman condenó al City. Mancini corrigió con Milner como lateral derecho y de nuevo alejando a Yaya Touré del área contraria retrasando su posición de nuevo al mediocentro.
Con el partido igualado y ambos equipos muy cerca de la prórroga llegó el córner que ejecutó Maloney y ganó por arriba Watson batiendo de cabeza a Hart y colocado al Wigan para siempre en la historia del fútbol inglés. Se podría decir que el partido lo dominó el City, pero nunca con la suficiente contundencia para derribar el orden y criterio en la salida que aportó el Wigan.
* Alberto López Frau es periodista.
– Foto: PA
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