Todo el mundo pensaba que Cristiano Ronaldo era eterno, incombustible, indestructible. Sus números en forma de asistencias, goles, kilómetros por hora de sus disparos y velocidad de los desmarques lo calificaban no solo como un extraordinario jugador de fútbol, sino también como un atleta. Pero, una vez más, la biología es finita y limitada. El tendón rotuliano de su rodilla izquierda ha dicho basta en forma de tendinitis crónica. El problema es tan severo que su continuidad en el Mundial de Brasil está en el aire. Los médicos que han visto las exploraciones practicadas al portugués recomiendan parar. Cristiano quiere seguir, contra viento y marea, contraviniendo los consejos de los galenos que velan por su bienestar. Abandonar no está en su diccionario.
El tendón rotuliano es el encargado de extender la rodilla y de permitirnos saltar. Cuando realizamos alguna de estas actividades deportivas, el tendón se estira y encoge como una goma.
Hay muchas causas que provocan dicha tendinopatía. Lo más frecuente es que sea el resultado de prolongadas y repetidas sobrecargas mecánicas. Los cambios que se producen en el espesor del tendón son debidas, al comienzo del proceso, a microrroturas que provocan el deterioro del colágeno y llevan a la producción de la fibrosis (tejido de cicatrización). El colágeno es un elemento fundamental del tendón y que es responsable de la mayoría de las propiedades de los tendones, como es la capacidad de adaptación al esfuerzo y la elasticidad. Si se produce la fibrosis, el tendón deja de ser una goma elástica para convertirse en una cuerda, con la consiguiente peor adaptación al esfuerzo que en su estado natural. La lesión se suele producir con más frecuencia en la unión del tendón con el polo inferior de la rótula, aunque la parte fundamental del tendón quede intacta. Esto se denomina entesitis del polo inferior de la rótula y supone el 90 % de la patología que asienta sobre el tendón rotuliano.
No hay que olvidar la tendinitis que afecta a los jugadores jóvenes, que es la que asienta en la unión del tendón anterior de la rodilla con la tibia, lo que fue descrito hace años como el síndrome de Osgood-Schlatter, y en ocasiones se aprecia un bulto en la parte inferior de la rodilla, correspondiente a la unión del tendón-hueso que se hace muy prominente y dolorosa, sobre todo en períodos de crecimiento, pasando a ser asintomática cuando el crecimiento cesa tras la adolescencia.
Las causas por las que se producen estas lesiones van estrechamente relacionadas con las características del entrenamiento. La frecuencia, duración, intensidad, el tipo e idiosincrasia de la competición y la superficie de juego, entre otros, se consideran los factores extrínsecos o que no dependen del jugador. Pero hay otras particularidades que dependen del propio jugador y su morfología, como por ejemplo las alteraciones del eje del aparato extensor, como cuando las rodillas se encuentran en posición de X o genu valgo, o cuando la forma de las piernas tiene aspecto de paréntesis o genu varo. Rótulas grandes o rótulas demasiado altas hacen que los tendones de la rodilla estén demasiado alargados y sufran latigazos y movimientos rotatorios forzados cuando se realiza el salto o los giros.
En los últimos años, la frecuencia de este tipo de lesiones se ha disparado debido al incremento de frecuencia e intensidad de los entrenamientos y un ritmo de competición más exigente y extenuante.
Las roturas del tendón rotuliano no son tan infrecuentes durante la práctica del fútbol, y el mecanismo para que esto suceda es el de la impulsión cuando el jugador va a saltar. En este caso, el tendón se rompe limpiamente. Pero cuando hay una caída o un traumatismo sobre la rodilla, se produce un arrancamiento del tendón con la pastilla ósea correspondiente.
Se puede prevenir la aparición de la tendinitis de rodilla. Es importante la realización de ejercicios excéntricos con goma elástica para que el tendón se acostumbre de una manera más progresiva y fisiológica a las tracciones. Puede ser interesante el uso de una cincha infrapatelar. Es como un brazalete que se sitúa alrededor de la rodilla para que las cargas se trasmitan justo hasta dicha cincha y la zona inflamada no reciba impactos.
Como en todas las tendinitis, el primer paso es el cese de las actividades que han provocado la lesión. Sin embargo, esto no implica hacer otros deportes que no sobrecarguen el tendón. Recomendamos la elíptica como máquina o ejercicio de poco impacto, y si no queremos perder la forma física, la piscina, pero siendo muy cuidadoso con los ejercicios; por ejemplo, evitando la braza.
El frío local y los antiinflamatorios, ya sean locales u orales, están indicados durante al menos siete días. Es importante continuar con tratamiento rehabilitador. Este debe ir orientado, básicamente, a reducir la inflamación y el dolor. Se pueden utilizar diferentes tratamientos como EPI, TECAR, onda corta… Además, el fisioterapeuta nos indicará una rutina de ejercicios excéntricos destinada a readaptar el tendón rotuliano a los nuevos esfuerzos, a preparar el tejido para que responda sin sobrecargas.
En el caso de que con este tipo de tratamiento la situación no mejore y en cuanto se reanude la actividad física se produzca una recaída estaría indicada la realización de infiltraciones con plasma rico en factores de crecimiento. Esta terapia biológica, muy de moda, consiste en la extracción de sangre al paciente, centrifugarla separando las células sanguíneas que reparan –las plaquetas– del resto de células, como las que transportan oxígeno, activarlas mediante la aplicación de cloruro cálcico e infiltrarlas en los alrededores del tendón. De esta manera se consigue activar la reparación completa del tendón por tejido de cicatrización de calidad. Esto debe ser repetido en un par de ocasiones durante dos o tres semanas. Se suele conseguir una remisión completa de la sintomatología y el deportista debe ir progresando, poco a poco, en su disciplina deportiva.
* Antonio Ríos Luna es traumatólogo, maratoniano y autor del libro “Del sillón a la maratón”.
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