1.- Era imposible escribir un guion del fin de semana más idílico para el Madrid. La mitad de la carambola que necesitaba el equipo para tener opciones de levantar el título de liga se había cumplido con la derrota del Atlético en el Ciutat de València, y una victoria ante los de Pizzi dejeba al Atlético sin margen de error en las dos jornadas restantes. Los compromisos europeos provocaron rotaciones en los onces de ambos equipos, más en el de Ancelotti que en el de Pizzi.
2.- El técnico italiano dibujó un 4-4-2 con Diego López bajo palos, Carvajal como lateral derecho, Marcelo reemplazando a Coentrao en el izquierdo, Ramos y Varane como pareja de centrales, Illarramendi y Xabi Alonso en el doble pivote, con Bale e Isco en los extremos y Cristiano y Benzema arriba. Mientras, el 4-4-2 de Pizzi traía variantes más conservadoras respecto al encuentro del jueves ante el Sevilla –esta vez no tenía que remontar ningún resultado–, entrando Javi Fuego como compañero de Keita en la medular, con Feghouli y Parejo –sacado del doble pivote para partir desde la izquierda– en los costados y un doble‘nueve Vargas-Alcácer en la delantera. Además, Diego Alvés volvería a ser titular en liga siete jornadas después.
3.- El Madrid saltó al campo con la intención de liquidar el partido en un arranque frenético que sacara tajada de los minutos de tanteo que suele necesitar un equipo para ubicarse en el campo, ajustar las líneas y regular la distancia entre centrales. El conjunto local cargó su ataque en la banda derecha, donde Bale, socorrido por los apoyos de Benzema, podía encarar a un Bernat más desasistido, pues su socio en la banda –Parejo– era el flanco más débil del equipo en la fase defensiva. Por ese carril derecho el Madrid se instalaba en el último cuarto de campo con facilidad, alternándose Bale, Carvajal e incluso Cristiano Ronaldo –que aumentó su presencia en ataque cambiando de banda esporádicamente– para lanzar envites frente a Bernat. Con este panorama, Mathieu se veía obligado a echar una mano a su lateral izquierdo, la distancia del francés con Ricardo Costa aumentaba y ahí la figura de Benzema se agigantaba. Esta puesta en escena dejó a Diego Alves como sostén de su equipo, sacando un mano a mano a Cristiano a los tres minutos, trascendental para que el partido no muriera en el inicio.
4.- Tras sobrevivir sin consecuencias al oleaje inicial, el Valencia fue encontrando el pulso al partido, emergió la figura de Keita y el plan de Pizzi amansó a los blancos. La baja de Modric y la prueba de fuego a la que se enfrentaba Illarramendi en forma de casting improvisado para sustituir al sancionado Xabi Alonso en la final de Champions iba a repercutir violentamente en el nivel de juego que el equipo venía mostrando en el último tramo de temporada. Un viejo zorro como Keita detectó las dudas del guipuzcoano, marcó su territorio y lo enfiló desde el minuto uno –a los treinta segundos de encuentro ya le había robado un balón en el círculo central– ganándole una batalla psicológica que iba a limitarlo durante su estancia en el campo.
5.- En defensa organizada, el Madrid priorizaba el orden sobre la agresividad –como si fueran excluyentes– y esto permitía encadenar pases de seguridad al Valencia, que se protegía con balón jugando a que no pasara nada, algo de tremendo mérito en un escenario como el Bernabéu. El Madrid era un equipo plano en la elaboración que echaba en falta un mediocampista que por zancada o desborde batiera unas líneas de presión que solo eran atravesadas mediante algún pase vertical aislado de Xabi Alonso a un Isco desabastecido de balones en su zona.
6.- El Valencia encontró la llave maestra en Parejo y una pradera en la espalda de Marcelo, desentendido de sus responsabilidades aun siendo consciente de que comparte banda con Cristiano, que lleva liberado de tareas defensivas desde que se iniciara el curso. Por su banda irrumpió Feghouli al cuarto de hora para poner un balón en la cabeza de Parejo que Diego López desvió al larguero, y por su banda iba a originar también el argelino el córner que supondría el 0-1 al filo del descanso.
7.- En el intermedio, Ancelotti sentó a Illarramendi para sacar a Di María con el fin de ser más imprevisible en ataque, asumiendo el riesgo que suponía que Alonso tuviese que acaparar tanto espacio a cada pérdida en este nuevo 4-3-3 dibujado con el argentino e Isco como interiores. El Madrid ganó en desborde, pero la distancia entre Xabi y los interiores partía al equipo frente a un rival ordenado y equilibrado que acotaba el campo con Parejo y Feghouli acercándose al doble pivote. El partido de Parejo en ataque era un espectáculo, e iba a rubricarlo con un gol a veinticinco minutos del final que llegaba con la enésima incorporación de Feghouli por la banda derecha y que deshacía el empate a errores a balón parado que campeaba en el marcador.
8.- Ancelotti sabía que la distancia entre el empate y la derrota era mucho más dañina que el beneficio entre el empate y la victoria –una derrota hacía al Barça depender de dos victorias propias para ganar el título–, por lo que consideró más productivo buscar la épica desde el orden y no desde la anarquía propia del talento individual. El técnico italiano metió a Casemiro por Isco, volvió al 4-4-2 y el duelo en el mediocampo se igualó en número e intensidad.
y 9.- Morata entró por Benzema para cargar el área de forma más directa y determinante, el Madrid se volcó y el Valencia reculó para defender acorazado su botín. En el momento reservado para los genios, Cristiano Ronaldo tomó prestada la patente de la espuela a Ibrahimovic y en un escorzo digno de ser esculpido mandó a la red el enésimo centro al área, dejando la liga mucho menos lejos de lo que la dejaba la derrota y mucho mejor de lo que estaba el día anterior. Entonces no bastaba una derrota del Atlético en el Camp Nou, ahora sí.
* Alberto Egea.
– Foto: PA
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