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Exhibición, no hay otra palabra que defina mejor lo que ayer sucedió en Stamford Bridge. El campo inglés se había ganado a pulso un lugar privilegiado en la Champions League. Demasiadas eliminatorias, demasiados rivales de enjundia ensombrecidos, demasiados genios apagados en un terreno bordeado por las aguas del Támesis.
Y ayer llegó el Atlético, con el Cholo a la cabeza, y en una segunda parte memorable hizo que pareciese un simple campo de albero. Sin magia, sin historia. Nada les paró. Hubo muchos detalles que marcaron el partido, pero no es fácil, nada fácil, describir lo que ayer hizo el Atlético de Madrid en la segunda parte. Nos tenían acostumbrados a gestas, a un bloque defensivo impenetrable, a talento para amoldarse a las situaciones que proponía el rival, pero nunca nos habían mostrado esto.
Esa forma de dominar en campo rival, de empujar al Chelsea hacia su área, ese talento para hacer circular el balón y esa sensación de que nadie podía robársela… eso no lo habíamos visto en el Atlético de Madrid, o al menos no a esos niveles.
Pero vayamos por partes. Lo cierto es que el partido no empezó de la mejor forma para los madrileños. El Chelsea había conseguido instalarse con comodidad, no era excesivamente superior, pero les bastaba. El doble lateral buscaba minimizar la importancia de Filipe Luis en el ataque organizado del Atlético y tapar las salidas de los rojiblancos.
En la banda contraria estaba el filón del Chelsea. Hazard y Torres sobre un Juanfrán que le enseñó a Mourinho dónde estaba el error del Atlético.
La primera mitad de Fernando Torres bien puede merecer algunos adjetivos rimbombantes. El Niño no se cansó de realizar apoyos largos, de romper en las bandas, de buscar la espalda de Juanfran y de pelear sin descanso frente a Miranda y Godín, a los que les ganó la partida en más de una ocasión. Esa pelea de Torres, que consiguió meter a la pareja de centrales en su área, tuvo sus frutos unos metros más atrás.
En la ida, Willian nos había mostrado que la Champions no le acobardaba. En conducciones interiores consiguió desbordar al Atlético de Madrid, con un errático Mario Suárez que solo calmó su nerviosismo cuando se vio protegido por el sistema. Ayer, el Atlético, en la primera mitad, se acordó más que nunca de su capitán. Porque nadie lleva el control de la presión como él, y porque Mario no es, ni será nunca, una ventaja individual, sino una desventaja amparada por un sistema defensivo brillante. El Chelsea encontraba huecos en tres cuartos de campo con facilidad.
El Chelsea se adelantó en el marcador, pero su línea defensiva falló estrepitosamente y el Atlético no lo desaprovechó. 1-1 al final de la primera mitad; el Atlético empezaba a creerse lo de Lisboa. Eso fue lo más destacado de la primera mitad. Equipos sin demasiadas concesiones defensivas, pocas ocasiones y una dura pelea en el centro del campo que no tenía vencedor.
Pero en la segunda mitad todo cambió. No podemos hablar solo de táctica, de posicionamientos, de reajustes. Es necesario hablar de mentalidad. No sé qué dijo el Cholo en el descanso, pero el Atleti no era el mismo. La realidad es que, por primera vez en toda la eliminatoria, estaba por delante. El Atlético de Madrid con marcador a favor y el Chelsea con la necesidad de irse arriba. El escenario soñado por el Cholo.
Y el Chelsea lo buscó, y tuvo varias ocasiones, salvadas por el larguero y por un Courtois inmenso, pero el Atlético se asentó, plantó el muro y empezó a jugar como no esperábamos que supiesen. Son buenos, tienen capacidad para hacer un gran fútbol, pero lo de ayer era otra cosa. Su sistema defensivo volvió a ser brillante, se juntaron, ya no concedían por dentro y el peligro del Chelsea se limitaba al balón parado. Un 1-4-5-1 -que a veces se transformaba en un 1-4-4-2- completamente equilibrado.
La nefasta dirección de campo de Mourinho ayudó al Atlético de Madrid a incrementar su dominio. Ese Eto’o por Cole fue la puntilla para los londinenses. El Atlético se asentó aún más, se terminó por instalar en campo contrario y empezó a dominar a lo grande. Combinaciones rápidas, apoyos constantes, asociaciones… El Atlético salía por fuera para matar por dentro, con un Koke que mató al centro del campo del Chelsea.
El canterano fue el hombre del partido. Facilitó un rapidísimo juego con balón, fue el principal ejecutor de la presión de su equipo y llegó sin descanso a las inmediaciones del área.
El Atlético estará en Lisboa con todo merecimiento. Su partido en Stamford Bridge será recordado para siempre. Una exhibición de ese calibre no merece menos. A los mandos del, hoy por hoy, mejor entrenador del planeta.
* Alejandro Sierra.
– Foto: Ángel Gutiérrez (Atlético de Madrid)
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