En los próximos tres días, el Barça enfrentará dos de los modelos de juego más opuestos que se pueden encontrar en el fútbol actual: el estilo abierto del Athletic Club y el cerrado del Milan AC. Será una prueba de fuego, no solo por la necesidad de obtener dos resultados favorables cara a las respectivas competiciones, sino también en lo táctico y estratégico. Son tan diferentes y opuestos ambos estilos que para el Barça supondrá un significativo cambio de chip el pasar de uno a otro. Ya vimos en San Mamés hace unos meses de lo que es capaz del Athletic. Aquél fue un partido de antología, trufado por unas condiciones climatológicas de tintes épicos, en el que ambos conjuntos se lanzaron a un ritmo enloquecido, sin apenas control del balón ni de la posición. Nunca sabremos si el Barça aceptó el reto de correr igual o más que el Athletic por convicción o porque no supo encontrar alternativas. Por entonces, Cesc Fàbregas militaba como falso 9 paralelo a Messi y su misión era llegar, llegar y llegar, sin apenas participación en la fase constructiva. Fue una etapa en la que Xavi se vio superado por algunos de sus compañeros (Cesc, Alexis, Alves, Messi), que daban muestras de entusiasmo ante el ritmo febril del equipo. Ni Guardiola ni Xavi parecían extraordinariamente contentos con aquel concurso de velocidad, lo que no quita para que el enfrentamiento con los rojiblancos resultara majestuoso por ambas partes. Campo grande, espacios enormes y mucha gente, de uno y otro bando, llegando a las zonas del balón. Partido sin pausa, algo impropio del tempo blaugrana, pero precioso.
Desde entonces, el Athletic ha profundizado aún más en su estilo abierto y directo, de febril transición defensa-ataque (en la ataque-defensa sigue sufriendo), en tanto el Barça ha calmado sus furores y vuelve a ser el equipo de la pausa y el control como demostró el miércoles en San Siro en un primer tiempo primoroso. Quizás podríamos decir, aunque suene muy simple, que frente al estilo vertiginoso del Athletic es recomendable un Barça paciente, de los que mastican el juego hasta hacer papilla al rival; en tanto frente a un Milan encerrado en sus mazorras, probablemente interese un Barça que presente engaños y señuelos para hacerse hueco en velocidad. Ni lo uno ni lo otro es fácil de hacer (aunque sí de escribir, por descontado) porque estamos hablando de matices en los ritmos. Quizás, si se me permite aventurar, se percibe mayor madurez en el Barça que en el Athletic, equipo prodigioso en su energía anímica y física, pero al que Bielsa, en su primera temporada, aún no ha podido extraer todo el potencial que atesora. Para el Barça, el reto de enfrentar dos estilos tan opuestos en apenas tres días es apasionante.
– Foto: Félix Ordoñez (Reuters)
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