"El éxito se mide por el número de ojos que brillan a tu alrededor". Benjamin Zander
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Pensar en crear el mejor equipo del mundo es una ilusión, todos lo soñamos alguna vez y dedicamos horas de nuestro tiempo libre a fantasear con ello. Construir el mejor equipo del mundo es un ejercicio de humildad suprema porque se parte siempre, siempre, del desconocimiento que nace de las grandes preguntas que generan nuestro universo habitual: la duda. Para empezar a levantar los cimientos de lo que posteriormente será un equipo que trascenderá al tiempo, uno debe ser consciente de lo que no conoce y empezar a soltar al viento todas las preguntas necesarias para encontrar un camino con el que iniciar, en principio, esa quimera que es soñar con construir un buen equipo.
¿Qué tenemos? ¿En qué condiciones lo tenemos? ¿Quiénes son, quiénes fueron, quiénes pueden llegar a ser? ¿De dónde partimos? ¿Cómo transmitimos el mensaje? ¿Cómo afronto el primer rechazo? ¿Cómo convenzo a los escépticos de los pasos más controvertidos? ¿Qué perfiles debemos potenciar? ¿Qué criterios alternativos debo utilizar para dirigirme a tanta diversidad personal? ¿Quiénes somos como institución? ¿Qué hicieron nuestros antecesores? ¿Debemos respetar su legado? ¿Debemos incorporar su herencia? ¿A nuestra afición, qué le gusta? ¿Cómo le gusta? ¿Podemos hacer lo que queremos? ¿Queremos hacer lo que podemos?
Podríamos estar así durante párrafos y siempre tendríamos más preguntas que respuestas, pero es evidente que iniciar un proceso creativo requiere del primer paso indispensable, partimos del desconocimiento, no absoluto, del desconocimiento cimentado en un dominio de teorías, destrezas y complementos que serán susceptibles de ser utilizadas, tanto las propias como las de todos los que nos acompañan en la aventura. A partir de ahí tocará limar los detalles, crear el plan de arranque y unir los primeros trazos que definirán el inicio de nuestro camino.
Luis Enrique y todo su equipo técnico (Joaquín Valdés, Rafel Pol, Juan Carlos Unzué, Robert Moreno y todos los que desde dentro de una entidad como el F. C. Barcelona trabajan vinculados al departamento técnico del primer equipo) han iniciado en julio del pasado año la construcción de un nuevo F. C. Barcelona. Hoy, tras disfrutar del resultado de un trabajo extraordinario y ver cómo se refrenda con la consecución de títulos, la Copa de Rey recién conquistada y la liga ya en las vitrinas, vemos cómo ha ido transformándose el proyecto en una concreción manifiesta, lo que muchos llaman un equipo reconocible.
El punto de partida fue, como el de todos, un inicio cubierto de incertidumbre, lleno de dudas, cómo optimizar el trabajo de jugadores que en poco tiempo pasaron de ser la referencia futbolística a escala mundial a ser foco de crítica y dura controversia por ir viviendo la devaluación sistemática de un modelo que había demostrado ser el que mejor representaba a la institución. Un estilo de juego que había sublimado todos los aspectos artísticos y convertido lo menos agradable a la vista del público en parte de un todo brillante y convincente. Cómo recuperar a un jugador de fútbol que era cuestionado en sus maneras por no haber sido capaz de mantenerse como un superdotado de este deporte en todo momento a pesar de las circunstancias. Cómo levantar a una afición que, tras dos años de declive, empezaba a creer que ya nada volvería a ser igual. Cómo convivir en un entorno llamado a cambiar cuando la legislación interna del club procediese a consensuar una fecha para elegir al nuevo presidente. Cómo no ser aplastados por las largas sombras de los mitos creados en tan poco tiempo.
El punto de partida solo sería más complicado si les taparan un ojo y les ataran una mano a la espalda para realizar la titánica tarea que tenían por delante. Y además con el lastre de no poder incorporar a jugadores nuevos y de los ya fichados, uno lesionado y otro sancionado.
El camino se inició tratando de poner en valor lo ya sabido, lo ya conocido, partir desde la pelota hacia el dominio del juego, incorporando a los chicos que más potencial demostrasen de una cantera que volvía a ser ilusionante y devolver la primacía a quienes la habían tenido en los momentos de mayor gloria.
Y se inició bien, se dejó constancia de las querencias que unos deseaban plasmar y que coincidían con los deseos de los que otros querían ver. Pero la realidad nos sorprende y nos obliga y la llegada de Luis Suárez abre una vía que es ineludible no tomar. Juntar, coordinar y cohesionar a tres delanteros del peso específico de Neymar, el propio Suárez y Messi, sin que este se vea externamente condicionado en su papel estelar, algo que, reitero, tuvo una importancia más vinculada a la presencia del producto de cara al exterior que en la incidencia propia de la convivencia interna.
Acomodar egos fue otra de las grandes dificultades de este cuadro técnico y en cuanto el ego fue protagonista para los medios y los agentes externos que, directa o indirectamente, se relacionan con semejante multinacional que es el F. C. Barcelona, esta minúscula palabra lo inundó todo.
El fútbol, su construcción, su dinámica y su fuente de crecimiento pasó a segundo plano, el ego era el tema, cómo se gestionan los inmensos intereses que confluyen en tantas personas vinculadas al ego de algunos protagonistas.
Y la solución fue brillante, fue sencilla y fue contundente. No se puede manejar el ego ajeno, manejemos el propio. Somos un equipo de trabajo enfocado en sacar el máximo rendimiento a nuestros protagonistas del espectáculo, demos un paso atrás. Tenemos al preparador físico y metodólogo más influyente de los últimos tiempos, caballero usted dará un paso atrás, no tendrá protagonismo directo en lo que haga, lo propuesto es para el equipo. Tenemos a uno de los mejores gestores de tendencias, conocedores de vivencias, un analista de la persona, del grupo y de la convivencia, bien, caballero usted dará un paso atrás, dejará de ser parte de la polémica porque es usted parte de la solución pero la solución la dará el F. C. Barcelona, ningún nombre y apellido más. Tenemos a un estudioso del fútbol capaz de diseccionar hasta la extenuación los cientos, miles de jugadas que se dan, que otros hacen o que se podrán dar en el futuro, generando un feedback impagable, perfecto, igualmente un paso atrás. ¿Las jugadas a balón parado son cosa de quién? No, de nadie, del F. C. Barcelona, de ningún protagonista específico. Y el líder, nada, “no se alimentan polémicas”. Se trabaja para construir un modelo que nos represente a todos y ojo, como dijo Tolkien, un modelo que los englobe a todos. Y ahí entraron en la gran materia que hace de este F. C. Barcelona lo que es.
El fuego de los egos se irá apagando cuando los incendiarios se cansen de nombrar dicha palabra y el ruido no afecta porque forma parte del ecosistema en el que se desarrolla el trabajo.
La idea, tras incorporar las mejores virtudes de los nuevos, es definirse. Y ahí radica el primer gran salto de calidad de este equipo. Decidir qué es lo que nos identifica. Y como todo el mundo sabe que el F. C. Barcelona domina y gestiona la pelota como ninguno, esta faceta la dejaremos aparcada de momento porque lo que nos interesa es incorporar las variables del modelo que más necesita ser trabajada en función de las particularidades de quienes nos definen, los jugadores. Y así se decidió potenciar el mayor activo del equipo, los tres delanteros amparados en ocho futbolistas que dominan cualquier registro que se les plantee, siempre que se haga bien. Y esos ocho futbolistas, los que tocan en cada momento,cimentan desde la ausencia de luz y protagonismo el trabajo de quienes se llevarán todas las atenciones momentáneas, los tres delanteros.
Y para sacar el máximo partido y adecuar las interacciones y cohesiones puntuales de los tres más avanzados al registro general del equipo, se distribuyen de la forma que se cree óptima para sacar el máximo rendimiento. Y en plena tempestad de egos, Messi se inclina hacia la derecha y con él, el fútbol tiende a ese lado. Suárez domina el radio de acción que va desde donde él se encuentre hasta donde él decida. Y finalmente Neymar se moverá desde la izquierda hacia adentro, toda vez que haya aprendido que de la misma forma que se corre para adelante, se corre para atrás. Y la primera placa del gran edificio se ha consolidado y ahí se empieza a dominar la gran faceta del juego que a los demás les quedó en segundo plano, (que no pendiente), el espacio en toda su extensión. No los espacios reducidos, ni los espacios entre líneas, el espacio que media entre dónde esté el balón y la portería. Y ahí se empieza a dominar en grandes rasgos el juego vertiginoso, que muchos llamaron correr. Aquí se define el primer gran elemento identificativo de este equipo. A muchos se les caen los mitos, los dioses y llenan el mundo de lamentos al laiar su llanto abiertamente porque se rompe con una seña de identidad innegociable, el llamado (y sería cuestión de empezar a valorar la idoneidad del término) juego de posición.
El Barcelona no domina el juego propio y el del rival, deja al azar partes del proceso, le pillan las espaldas con facilidad, con el balón antes se controlaba lo que ocurría y ahora se pierde capacidad de control.
Sinceramente, ni antes ni ahora se llegó y se llegará a dominar tanto rango en el fútbol, uno quiere ver cosas que nunca han llegado a pasar en semejante nivel de eficiencia.
Pero el F. C. Barcelona busca en su modelo algo que está al alcance de pocos. Que cada jugador en sí mismo domine su duelos, ser tan suficiente que en cada acción puedas solventar problemas sin necesitar a nadie, pero, como eso es tender a lo imposible, si necesitas a alguien, que este no te dé una o varias soluciones, simplemente que te dé la mejor opción posible. Y así se inició un camino sin retorno. El juego consistirá en que cada jugador pueda dominar su duelo individual con quien corresponda y en caso de necesitar ayuda del colectivo, que este le proporcione siempre la mejor opción posible, no una o diferentes opciones, sino la mejor en cada momento según los parámetros y variables que definen nuestro juego.
Y así se definió lo más básico y fundamental, qué queremos ser. “Queremos ser excelentes”.
Y la duda que se cernía sobre todo el universo blaugrana de repente tuvo una respuesta brutalmente contundente. ¿Se podrá llegar a mejorar algún día lo propuesto por los antecesores? ¿Sostendrán los actuales las comparativas con quienes los precedieron?
Y la respuesta fue sutil y clara a la vez. No podremos mejorar nada, ni seremos comparados con nadie, incorporaremos a nuestro modelo todo lo que hizo a nuestros predecesores excelentes y lo llevaremos a nuestro estilo de juego de forma que pueda contextualizarse con todo lo que hemos hecho hasta el momento.
Y así, de un modelo de juego de posición de Guardiola, de un modelo de consenso y alegría con Rijkaard, de un modelo de orden, talento, rigor y disciplina con Van Gaal y de un modelo de ensueño, dinamismo y magia con Cruyff, nació un nuevo modelo, uno sin un nombre grandilocuente porque los egos que se deben manejar son los propios y no los ajenos. Y de esta forma se pone de manifiesto un “modelo contextual”, que respeta todos los valores que hicieron distinta a la institución, todos, sin olvidarse a don Helenio ni a quienes antes, en blanco y negro, ya llenaron de gloria muchas de las páginas blaugranas. Y ese modelo, que parte de una premisa básica, “incorporamos y adaptamos a nuestras necesidades todo aquello que fue seña de identidad”, recoge el postulado de Tolkien, un modelo que los englobe a todos, un modelo que permita mostrar la dominancia de todos los anteriores.
Y de repente, el F. C. Barcelona vertiginoso corre y deja de correr en función de cada momento. De a poco, se incorpora ese supuesto control que tantos reclamaban. Control que significa gestionar la pelota de otro modo en función de los propias condicionantes del partido. Y de golpe el juego se diversifica y se enriquece. Y lo que antes era un modelo en sí mismo, ahora es parte de un modelo de rango superior. Nunca se gestionará de la misma forma que con Guardiola, obvio, no se puede, ni se debe, ni siquiera es necesario.
Pero en esa doble propuesta de fútbol vertiginoso y fútbol dominante a partir del balón, empiezan a surgir connotaciones más complejas. Podemos definir nuestra posición de partida. Y algo que en su momento me enseñó muy oportunamente mi compañero y maestro Raúl Caneda, cuando me dijo que los equipos rara vez pueden elegir los posicionamientos, que eso pasa solo en la escuela de entrenadores y en los grandes y dominantes equipos de fútbol de la historia, se empieza a dar de manera clara.
El F. C. Barcelona puede colocarse allí donde mejor le convenga y puede ejecutar el juego que mejor se presente en cada momento. La diversidad en la gestión de la pelota y en espacio a grandes rasgos incorpora el dominio de la posición a partir de la cual el equipo ataca y defiende, definiendo ritmos, contenidos y variables en función de dicho momento y punto de partida. Y así podremos ver a un F. C. Barcelona avanzado, gestionando la pelota en los espacios cortos y ejecutando la presión tras pérdida. Pero además podremos ver a un F. C. Barcelona intermedio en posición plegada, alternando lo corto con lo largo, lo rápido con lo lento, lo interior con lo exterior y replegar y provocar superioridades posicionales y crear diversidad en un entorno que ya no es unívoco.
Y para culminar podremos ver a un F. C. Barcelona replegado, consciente de su posición, cediendo iniciativas al rival y buscando las salidas fulgurantes con los jugadores que se moverán por delante del balón y veremos intensidades defensivas distintas, derivadas de la posición y circunstancias que enriquecen aún más la diversidad global de su juego.
Y para completar la cuadratura de este círculo, se podrá ver al F. C. Barcelona hacer todo esto en un mismo partido, definiendo lo que en fútbol es un todo absoluto, dominar el juego en toda su extensión.
Pero aún hay más. Hay un detalle que se utiliza a veces como arma arrojadiza y otros muchos también tuvieron a su favor.
El efecto Messi aún sigue vivo, y tras la agria polémica de todos conocida, el camino elegido por el muchacho fue demostrar lo que en su interior, más pronto que tarde, tendría que manifestarse y no es otra cosa que el paso del tiempo que nos afecta a todos y a él lo marcó en forma de madurez.
Y Messi este año rompió el molde y superó expectativas y se convirtió en un jugador que cohesiona al grupo, que influye en el grupo y que lo completa desde un fútbol que ha alterado todas las leyes de la ciencia.
Si hay que cargarse la teoría de la relatividad jugando al fútbol, él lo hace; que las leyes de Newton pueden ser refutadas desde el dominio individual de la pelota, sin duda lo hace; que Tesla estaba equivocado, que la capacidad para encender al ser humano desde un deseo que parte del cerebro es algo sencillo y no tan complejo como un mando a distancia, va Messi y conecta con un escorzo de su tobillo con quien quiera, como quiera y cuando quiera. Y las leyes de la Termodinámica, se las cargó superando a Balenziaga, Mikel Rico y compañía en una acción que atenta contra toda ciencia conocida. Por eso, allá en el paraíso de los científicos no nos deberíamos extrañar si Newton es del Real Madrid, Tesla del Athletic y Einstein colchonero, porque Messi los refutó a todos con una pelota en los pies.
Y así llegamos al final de este año en el que partiendo de la duda se llegó a la excelencia. Y en donde todos querían ver la repetición de un modelo mejorado, nos encontramos con un modelo contextualizado. Porque ser mejor es una cosa y evolucionar es otra.
Y en un futuro, cuando todos quieran volver a ver lo que Luis Enrique y su equipo de trabajo han hecho y exijan que no se dispersen del modelo, vendrá otro visionario y llevará a un nivel superior lo hecho y dejará a todos atónitos cuando, sin dar explicaciones innecesarias, demuestre con hechos que el fútbol es una idea, un proceso y una evolución continua.
* Álex Couto Lago es entrenador nacional de fútbol y Máster Profesional en Fútbol. Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Santiago de Compostela. Autor del libro “Las grandes escuelas de fútbol moderno” (Ed. Fútbol del Libro).
– Fotos: EFE
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