"La audacia tiene genio, poder y magia. Comienza ahora, ponte en marcha”. Johann W. Von Goethe
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La Juve se impuso al Copenhague por 3-1 y aclaró su panorama para su clasificación para octavos de final. No fue un partido sencillo. De hecho el conjunto de Sölbakken compitió durante muchos minutos. De nuevo emergió la figura de Arturo Vidal en la fría noche de Turín para acercar a la Vecchia Signora a su objetivo nada más y nada menos que con un hat-trick.
Comenzó bien la Juve, en su versión intensa, con Pogba y Vidal llegando permanentemente. Son dos futbolistas con un poderío físico descomunal y además con calidad técnica. Ahora mismo están entre los cinco mejores centrocampistas del mundo y eso termina marcando la diferencia. Además, la Juve cuenta con un recurso extra respecto a las últimas dos campañas: la aportación de Fernando Llorente. Su juego de espaldas es excepcional, cuerpea de maravilla, deja balones de cara y atrae defensas con la facilidad que tiene un niño para coger un caramelo.
El Copenhague se fue atrincherando atrás y aguantó media hora, lo que tardó Jacobsen en golpear con las dos manos dentro del área un balón largo de Pirlo que buscaba a Pogba. El penalti lo transformó un Vidal en estado de gracia.
Parecía que todo iba a ser coser y cantar, pero no fue así. A la Juve 2013-14 de momento le falta continuidad durante los noventa minutos del partido. Su intensidad se tomó un descanso y además fue cometiendo pequeños despistes. Pirlo pudo aumentar la ventaja a balón parado, pero se llegó al descanso con un gol de renta para el equipo de Antonio Conte.
Uno de los peligros de este Copenhague son las jugadas a balón parado. Un córner en el que chocaron Chiellini y Llorente en su intento de despeje dejó el balón franco para un exjugador del club bianconero, el central sueco Olof Mellberg, que enganchó una media volea dentro del área para batir a Buffon. En ese momento saltaron todas las alarmas del imponente Juventus Stadium. Entró Kristensen por el tico Bolaños, que anda lejos del jugador desequlibrante de hace un par de temporadas. Ahí apareció de nuevo Llorente con su facilidad para hacer daño a defensas que se arman dentro de su propia área, siendo derribado por Mellberg. Nuevo penalti y de nuevo Vidal lo transformó con seguridad. Sólo habían transcurrido cinco minutos desde el tanto danés, pero fueron eternos por lo que se jugaba el conjunto local.
La Juve ya no quería más sobresaltos y de nuevo el poder de atracción de Llorente saltó a la escena. Un centro desde la derecha de Pogba –que por cierto, los borda– lo aprovechó el omnipresente Vidal para rematar de cabeza lejos del alcance del portero Wiland. Su remate fue cómodo mientras se podía hacer una foto de Llorente rodeado de contrarios al estilo de la que ya existe de Maradona ante Bélgica en 1982 o de Iniesta ante Italia en la pasada Eurocopa. Arrastró a todos los jugadores que tenía a su alrededor. Para un equipo en el que las llegadas de sus centrocampistas son una de las señas de identidad, contar con un delantero que facilita ese aspecto no tiene precio.
Ahí murió el partido. Se sucedieron los cambios y la Juve cedió metros e iniciativa a un Copenhague que juntó a muchos futbolistas por dentro, pero que no tuvo ideas ni juego entre líneas para superar a los tres centrales de la Juve (Cáceres, Bonucci y Chiellini). El trabajo de Padoin, hasta que fue sustituido por Marchisio, y de Asamoah en los costados también fue notable.
A la Juve le sirve un empate en Estambul para estar en octavos de final, y es posible que lo consiga ante un Galatasaray que ahora mismo es un conjunto previsible y con graves problemas defensivos.
* Alberto López Frau es periodista.
– Foto: Reuters
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