Cuando escribí las primeras líneas de este artículo, lo que buscaba era describir mi visión sobre un fenómeno del que se habla cada vez más en este deporte: la presión tras pérdida. A mis ideas previas añadía aspectos que veía en algún vídeo. Era algo bastante completo sobre el tema que quería tratar, la presión tras pérdida. Pero uno, mientras escribe, lee y, por encima de todo, habla con gente que sabe más, se da cuenta de cosas, de errores. Escribir sobre la presión tras pérdida de forma aislada sería un error. Aquel proyecto de artículo explicaba decentemente qué era la presión tras pérdida, pero no hablaba de lo más importante, el porqué.
¿Por qué al perder el balón realizamos presión tras pérdida? ¿Por qué no repliegue tras pérdida? ¿Hay situaciones que favorecen la realización de uno u otro comportamiento? ¿O por el contrario podemos actuar de ambas formas ante cualquier pérdida de balón? ¿Se puede entender el porqué de la presión tras pérdida sin entender el porqué del repliegue tras pérdida? Por cosas como éstas, este artículo se titula Comportamientos tras pérdida. Porque es imposible entender un comportamiento sin comprender el otro.
“La contextualización es una condición esencial de la eficacia”. (C. Bastien)
“Todo conocimiento significativo es conocimiento contextual, siendo una gran parte del mismo tácito y experimental”. (Fritjof Capra)
Ante una pérdida, para saber cómo nos vamos a comportar es necesario conocer el entorno en el que se ásta produce. Como no hay dos entornos iguales, tampoco hay dos comportamientos idénticos. Por ello, la influencia contextual es tan importante en este juego. Porque nuestro modo de hacer está condicionado por el ambiente en el que hacemos.
Según qué futbolistas jueguen, reaccionaremos de una forma u otra ante la pérdida. Según qué jugadores tengamos, la fase ofensiva se desarrollará de una forma u otra. Por tanto podrán perder el balón de un modo u otro y entonces reaccionar ante ese estímulo en función de cómo se dio. Y según qué jugadores actúen se podrá presionar de una forma u otra, o presionar o no. Y la influencia de los rivales, también es fundamental, ya que también son jugadores y tienen influencia en el desarrollo del juego. No sólo tener en cuenta lo que nosotros somos, sino también lo que es el rival para poder sacar más ventaja. No se podrá actuar igual ante la pérdida el Real Madrid y el Chelsea, mientras que tampoco podrán actuar igual si juegan contra el F. C. Barcelona o contra el Manchester United. No podrán actuar igual ante la pérdida, ni igual ante cualquier otra situación del juego. El quiénes tiene una influencia brutal, y por eso en el fútbol no hay dos situaciones iguales, aunque sí parecidas. Porque los sujetos y sus circunstancias nunca coinciden
Quien obvie la importancia del jugador, que es el que toma las decisiones, en el juego, es necio. Como también quien obvie la del entrenador, capaz de identificar los mejores entornos para sus jugadores para que jueguen del modo que más se acerca a lo que son. Los jugadores son los más importantes, pero con la figura del entrenador son más. ¿Por qué recriminar la vanidad del entrenador por realizar su trabajo, cuando lo que hace es trabajar para sus jugadores, que son los que más influencia tienen en este deporte?
La zona de la pérdida será una de las claves que determinarán nuestro comportamiento. El carril en el que se produzca la pérdida y la altura de ésta. No es lo mismo perder cerca del área rival que cerca de la nuestra. Entonces, ¿nos comportaremos igual? Obviamente no. Como tampoco es lo mismo perder dentro que perder fuera.
La cantidad de jugadores propios y rivales que hay en la zona de balón en el momento de la pérdida es otro aspecto que deberemos tener en cuenta para determinar nuestro comportamiento en la transición ataque-defensa. ¿Estamos en superioridad o inferioridad numérica? ¿Nuestra situación numérica influye en nuestra situación posicional? Es decir, ¿nuestra superioridad numérica se transforma en superioridad posicional? ¿Y nuestra inferioridad numérica provoca una desventaja espacio-temporal también? Estos aspectos son de crucial importancia para tomar buenas decisiones: no desaprovechar ventajas ni arriesgar en situaciones arriesgadas.
Para la realización de la transición ataque-defensa es muy importante tener en cuenta a los jugadores que quedan al balance defensivo, a la vigilancia, los jugadores que no se incorporan al ataque y quedan en medio campo. Deben tener un control máximo de los jugadores rivales que no replegaron para evitar recepciones en progresión. A menudo no basta con vigilar, sino que hay que recurrir al marcaje individual para esa situación, y así evitar que el equipo rival transite encontrando a un alejado y así supere fácilmente nuestro bloque de presión. Temporizar. Provocar que la progresión del rival sea más lenta que el repliegue de los jugadores superados, de modo que puedan volver a sentirse útiles. Es a lo que Óscar Cano llama “sentimiento de utilidad inmediato y mediato”. Los jugadores superados deben tener perseverancia en el repliegue e intentar retornar para poder ayudar así a sus compañeros. Su utilidad será tardía, pero existente. No se deben borrar.
“Sino puedo intervenir en defensa, tengo que colocarme para atacar; y si no puedo intervenir en ataque, debo colocarme para defender. La situación de defensa empieza antes de la perdida del balón, estaría formada por todos aquellos movimientos que realizan los jugadores que no intervienen directamente en el momento ofensivo para preparar la situación de defensa” Juanma Lillo
Las transiciones son situaciones cuya imprevisibilidad es enorme. Situaciones caóticas. La palabra caos, a priori, nos echa para atrás. Lo asociamos a descontrol, y a menudo nos da miedo. En nuestro afán por tenerlo todo bajo control, hay un aspecto que por encima de todos debe resaltar al realizar una transición: conseguir la organización colectiva, nuestra organización. Podemos adquirir nuestra propia organización mediante la presión inmediata a la pérdida, como también mediante el repliegue tras pérdida. La clave está en adquirir lo antes posible la organización que desarrollamos en la siguiente fase, la de defensa organizada. Si nuestro estado de organización en defensa organizada es ocupar el terreno de juego con un repliegue medio, nuestro comportamiento ante la pérdida debe acercarnos a él. ¿Cómo? Haciendo algo que concuerde con ello, como podría ser el repliegue momentáneo con la ayuda de la presión individual.
“Hasta los mejores necesitan un mínimo de organización”. (Raúl Caneda)
Es clave entender que nuestro comportamiento ante la pérdida debe acercarnos a desarrollar mejor la defensa organizada, y no podemos actuar de forma discorde. Como también entender que según cómo hayamos desarrollado el ataque organizado, habremos perdido el balón de una forma u otra y por tanto podremos comportarnos de una forma u otra. El juego es un todo cuyos momentos están íntimamente interrelacionados y se condicionan los unos a los otros. Así que nuestro jugar en cada uno de dichos momentos debe guardar cierta relación.
“No es posible considerar una buena transición si el momento defensivo ha sido desorganizado o la pérdida de la pelota en ataque fue con nuestro equipo mal dispuesto”. (Raúl Caneda)
“Si el fútbol es un todo no se puede considerar la transición sin considerar la estructura posicional del momento defensivo y del momento ofensivo”. (Raúl Caneda)
“El defender bien no puede estar separado de hacer bien la transición ataque-defensa, la cual, a su vez, tiene mucho que ver con atacar bien”. (José Mourinho)
Al final todo se reduce a saber elegir en función del contexto. Si la situación no permite la recuperación inmediata, hay que priorizar la protección de la portería. La situación es un concepto muy global que abarca el lugar de la pérdida, la cantidad de jugadores propia y rival en zona de balón, las características propias y rivales… Y en base a todo ello hay que basar nuestro comportamiento.
El objetivo principal de este tipo de comportamiento ante la transición ataque-defensa es la protección de la portería y la organización defensiva. Volver a estructurarse para desarrollar bien la siguiente fase, la de defensa organizada. Esta búsqueda de la reestructuración del bloque se debe a que en el momento de la pérdida el contexto para nada nos es favorable para buscar la recuperación, ya que buscarla supondría un riesgo innecesario y muy beneficioso para el rival. Situaciones de inferioridad numérica en la zona de balón, y por encima de ésta, inferioridad posicional.
Las zonas donde más habitualmente se pierde el cuero para el desarrollo del repliegue tras pérdida suelen ser las pertenecientes a nuestro propio campo, donde, por la proximidad de la portería, se priorizará su protección y no la recuperación del balón. Aunque ojo, dar prioridad no es tratar un aspecto de forma exclusiva. Obviamente, si hay posibilidad de recuperación no se renunciará a ella, pero sabiendo que lo más importante es la protección de la portería mediante la organización defensiva. También es más habitual buscar repliegues tras pérdidas en carril central, ya que ahí la presión es más difícil de desarrollar por la multitud de salidas. Eso sí, algo que ocurre habitualmente no es algo que ocurra siempre. Influye, como siempre en este juego, el contexto.
Como lo que se busca es la estructuración defensiva ante una situación de desorden propio, intentaremos temporizar, regalarnos segundos de cara a esa organización. Ralentizar la acción del rival. A menudo, el mejor modo de temporizar ante la pérdida es mediante la presión individual al poseedor. Es fundamental que el director del contraataque, el poseedor, tenga un campo de acción limitado, que no pueda tomar decisiones rápidamente, y sobre todo que éstas no sean las mejores. ¿Hay mejor temporización que el error del rival? Es en esos casos en los que más tiempo pierden y lo ganamos nosotros. Por ello, aunque nuestro objetivo a nivel colectivo sea el repliegue intensivo, el mejor medio para lograrlo suele ser la presión individual, ya que permite el retorno de los jugadores superados. Obviamente, los jugadores superados no pueden borrarse. Deben intentar volver a ocupar una posición por detrás de la línea de balón para volver a sentirse útiles y volver a ayudar a sus compañeros.
Otro objetivo fundamental es no permitir la progresión en el juego del rival. Evitar que avancen, que encuentren a un alejado pronto y así superen nuestra línea de presión. Otra vez más, la presión individual al poseedor facilita esta función. Una presión individual en la que hay que dominar conductas disuasorias (para orientar al poseedor hacia zonas que nos satisfagan y así también temporizar, ya que no suelta balón) y descentralizar al poseedor (intentar que no transite por carril central, taparle el centro para que tampoco encuentre a un compañero en el eje longitudinal). Presionar al poseedor tapando posibles líneas de pase en progresión, y una vez encima, disuadir hacia carril lateral logrando unos segundos valiosos para el retorno de los alejados.
Esta presión temporizadora no sólo se da individualmente, sino también grupalmente (2-3 jugadores). Es menos habitual debido al objetivo que persigue, que es la organización del bloque y el retorno del máximo número de jugadores. Si nuestra forma de desarrollar la defensa organizada es ocupando el campo con un repliegue intensivo, carecería de sentido presionar con tres jugadores la pérdida (si ésta se da en campo rival) para facilitar el repliegue de los otros siete de campo, ya que luego tendrían que recorrer muchos metros para actuar donde deben en defensa organizada. Sin embargo, si el repliegue es medio o avanzado, es más habitual ver esta presión grupal, porque se desarrolla cerca de su zona de influencia en defensa organizada. Nuestra transición ataque-defensa viene muy condicionada por nuestro ataque organizado y muy determinada por nuestra defensa organizada. En nuestro afán por jugar bien no podemos comportarnos de manera discorde en los distintos momentos del juego, porque hay una gran interrelación entre ellos y debe haber, por tanto, una concordancia comportamental entre ellos. Juego sólo hay uno.
La presión individual es un recurso de gran ayuda, pero en ocasiones es superfluo. Su objetivo es facilitar la acumulación de jugadores por detrás de la línea de balón. Si el fin que tiene encimar al poseedor está prácticamente conseguido, ¿para qué realizar esa presión? Si ya tenemos gran cantidad de jugadores por detrás de balón y hemos conseguido nuestra organización, desarrollaremos la fase de defensa organizada como siempre, prescindiendo o no de la presión individual, según marque nuestro modelo de juego. Una vez se cambia de momento de juego (y/o situación de juego), algunos comportamientos también varían (mientras otros pueden ser comunes). Esto es algo que hay que tener en cuenta. No te comportas igual en casa que en el trabajo. Esto es igual en el fútbol. La influencia contextual.
No permitir la progresión rival conlleva atención de la última línea defensiva, que no debe permitir bajo ningún concepto que se dé ningún pase a su espalda. En caso de encontrar un rival en ruptura, estaremos perdidos: uno contra uno contra el portero y a rezar. Es brutal la cantidad de goles que se consiguen mediante un contraataque simple (pase a la espalda de la defensa). Por tanto, también es importante la atención del portero, que debe jugar unos metros adelantado para salir y anticiparse. Por ello, nuestra línea defensiva debe replegar a velocidad de vértigo: para evitar esos pases. Eso sí, manteniendo una ocupación racional del terreno de juego. Un repliegue intensivo de la línea defensiva, si no va acompañado del mismo comportamiento por parte de la línea de medios, provocaría inmensos espacios entre ambas líneas en los que sería sencillo encontrar a un receptor potencial en progresión. Éste además podría girarse y avanzar hacia la portería, lo que para nada nos conviene. Ser coherentes, no replegar en exceso, sino lo justo para que las opciones de progresión cortas (línea de medios – línea defensiva) y largas (espalda de la línea defensiva) estén controladas. Para evitar que se encuentre a alguien a la espalda de la línea defensiva es muy útil la utilización de deslizamientos. Seguir las carreras del rival que rompe para evitar que reciba. En esos casos se da prioridad al rival y no al balón. Es lo más conveniente en situaciones así. Bajo ningún concepto permitir recepción a nuestras espaldas. Cualquier tipo de penetración debe anularse, y para ello la utilización de deslizamientos a menudo es lo más conveniente.
“Un rival de espaldas es una señal de que la línea suba para apretar. Un pase para atrás es una señal de que hay que salir. Un pasador que levanta la cabeza…”. (Miroslav Djukic)
La progresión ha de evitarse de forma perpendicular. El camino más corto es la línea recta, es el que hay que anular. Si buscan el lado débil y son horizontales, podremos bascular y volver a actuar. Si nos superan líneas de presión, nos pillan. Hay que evitar la progresión por el carril en el que se produce la pérdida. Si se produce en carril lateral, vamos allá para evitar progresión en esa zona. Si se produce en carril central, los que ocupan carril lateral cierran diagonalmente (para replegar también). Anular opciones verticales y obligar a la horizontalidad, que favorece nuestra reestructuración.
Es fundamental que nuestro repliegue sea más rápido que la progresión en el juego del equipo rival, para satisfacer así la protección de nuestra portería y sobre todo para que volvamos a disponer de gran cantidad de jugadores por detrás de la línea de balón. También hay que tener en cuenta que nuestro repliegue, aunque sea más veloz que la progresión rival, también puede facilitar que el rival progrese. Nuestro primer objetivo es no permitir la progresión del rival; en caso de no poder evitarla, entonces nuestro repliegue debe ser más fugaz. No cambiar el orden de preferencia de nuestros objetivos. Hay situaciones muy habituales en las que se repliega intensivamente pero así se regalan espacios de progresión entre línea defensiva y línea de medios. Situaciones en las que el poseedor no es encimado por nadie y tiene total libertad para avanzar en conducción, y mientras nosotros seguimos replegando, el poseedor sigue avanzando sin oposición. En esas situaciones hay que tratar que el poseedor encuentre un opositor que le obstaculice su progresión. En vez de replegar toda la línea (regalando espacios por delante al poseedor) uno de los defensores debería salir para evitar su avance y favorecer también el retorno de los superados. O mantener la línea. O disminuir la velocidad de la carrera de repliegue. Dar prioridad a la no progresión y no al repliegue rápido. Evitar progresiones mediante conducciones eternas, hay que frenar ese avance.
Por tanto es fundamental que se dominen las distintas carreras para realizar una buena organización defensiva. Saber cuándo mantener la línea, cuándo tirar el fuera de juego, cuándo salir para evitar progresión (tener cobertura de algún compañero para minimizar las consecuencias del error), cuándo seguir replegando… Y no sólo los sentidos y direcciones de nuestras carreras, también debemos dominar las velocidades a las que las ejecutamos. Según cómo corramos, será más fácil o más difícil que nos superen: no entrar de golpe, no esperar en estático a poseedor que viene en carrera… No podemos ser superados porque eso influiría en las acciones futuras de nuestros compañeros, que partirían con una mayor desventaja. Solidaridad defensiva, mi acción condiciona la de mi compañero; he de facilitarle su trabajo.
Buscamos con este comportamiento la organización propia para el desarrollo de la siguiente fase, normalmente la de defensa organizada. Cada segundo que pasa debemos estar más cerca de nuestro estado de organización. Si según desarrollamos la transición ataque-defensa no vamos adquiriendo cierta ventaja respecto al rival, hay que abortar, hay que dar fin a esa situación, porque sólo puede ir a peor. La falta táctica es un recurso que no debemos olvidar. Realizando una falta podemos poner fin a ese contexto desfavorable, que en caso de seguir existiendo sólo podía conducir a un lugar: un entorno peor. Estas situaciones hay que detectarlas y ponerles fin en cuanto se pueda. Parar el juego. Nos puede costar una tarjeta amarilla, sí, pero siempre es mejor eso que un gol en contra. Utilizarla por tanto en situaciones muy determinadas, donde el cambio de tornas sea francamente difícil. Es una acción con consecuencias negativas, abusar de ella sería un error. Un ejemplo de situación en la que sería favorable su realización es aquella en la que la progresión del rival, además de ser existente, es más rápida que nuestro repliegue.
El rendimiento del F. C. Barcelona este año ha estado bastante cuestionado. Los números han sido muy buenos, pero las comparaciones son odiosas. Y más aún si te comparan con el equipo que más se ha acercado a la excelencia en este deporte. Por muy bien que hagas las cosas, resulta inevitable salir malparado. Uno de los aspectos más criticados del equipo de Tito Vilanova ha sido la presión tras pérdida, argumento utilizado para justificar la no consecución de los resultados esperados, sin entender que esto va mucho más allá.
Para entender el concepto de presión tras pérdida se hace indispensable entender que el juego es indivisible. El juego es un todo y no dos partes. El ataque condiciona nuestro comportamiento defensivo, mientras que nuestra fase defensiva está muy influenciada por lo que hicimos cuando teníamos el balón. Dime cómo atacas y te diré cómo podrás defender. Los aspectos ofensivos y defensivos van cogidos de la mano y no los podemos entender de forma aislada. Nuestro objetivo en ataque, además del gol, debe ser que la pérdida se dé en contextos que nos sean favorables. Ordenarse a través del balón y desorganizar al rival para que cuando se pierda el balón pueda ser instantáneamente recuperado –si es eso lo que pretendemos con nuestro modelo acorde a nuestras características–.
Ordenarse a través del balón es hacer que balón y jugadores viajen juntos. Así se consigue superioridad numérica, que a menudo da lugar a la que importa, la posicional, en la zona de balón. Para viajar juntos es importante actuar como bloque, que las distancias de relación no sean muy largas. Aquí hay que ir con cuidado, porque la amplitud y la profundidad son dos requisitos muy importantes para el desarrollo del ataque y la consecución del gol. Así que las distancias de relación deben ser cortas en la zona del balón, pero debemos tener jugadores lejos de él también. Así nos juntamos sin amontonarnos, hay un orden. Gran presencia de los cercanos que creen superioridad en la zona fuerte, pero existencia de los alejados, que puedan dar amplitud y profundidad y por tanto también crear superioridad, directa o indirectamente. Que la línea defensiva salga para estar cerca y poder actuar en la transición. Poco espacio entre líneas, sobre todo por detrás de línea de balón, para llegar a las ayudas.
“No se trata de correr más, sino de estar concentrados: si el equipo está bien situado y presiona al mismo tiempo, los recorridos son más cortos, más intensos y eficaces. Si el equipo está alargado el descaste es enorme porque corres y nunca llegas”. (Miroslav Djukic)
“Conseguir una presión como la que hacíamos en el Barcelona es imposible si antes no haces 15 pases”. (Pep Guardiola)
La consecución del bloque será lo que nos permitirá ser agresivos ante la pérdida, ya que cuando sabes que hay gente cerca para ayudarte no tienes tanto miedo a presionar, porque el peligro si se fracasa en la acción será menor. El F. C. Barcelona utiliza el bloque para juntarse y viajar junto mediante el pase corto, pero también se puede conseguir con pases largos. Las situaciones de juego de este deporte no tienen una única respuesta, ya que las respuestas dependen de los contextos y no existen dos contextos iguales.
Cuantos más pases daban, más se ordenaban, más se juntaban. Pases cortos con los que la cobertura ofensiva (apoyos, ayudas…) era constante, de modo que en el momento de la pérdida muchos jugadores podían actuar directamente en el intento de recuperación. Todo esto lo hacían en campo contrario, el lugar dónde más factible sería la recuperación y dónde más daño podía hacer en caso de robo por la proximidad de la portería y la posibilidad de finalizar rápido. Sabían dónde y cómo podían quitarles el balón, por tanto también sabían cómo actuar ante ello.
Tan importante o más que viajar juntos para que la pérdida se dé en buenas condiciones es desorganizar al rival. Juanma Lillo hablaba muy a menudo de someter. ¿A qué se refería con eso? A mi parecer, a desorganizar al rival, a amontonarlo en su área cual defensa 6-0 de balonmano. Jugando en campo contrario constantemente, con todo el equipo allí. Esas incorporaciones conllevaban el repliegue de jugadores rivales por detrás de la línea de balón, de modo que se aglutinaban alrededor del área perdiendo su estructura. Una desorganización que condicionaba muy negativamente su transición defensa-ataque. Necesitaban tiempo para volver a ocupar los espacios adecuados. Les era imposible dar el pase de seguridad al estar todos amontonados. El pase de seguridad que a menudo es el camino que lleva a la salida de la zona de presión hacia un lugar donde se dispone de mayor cantidad de espacios. Al estar todos replegados no había nadie lejos. Salir de la zona de presión sin la presencia de alejados es francamente difícil. Muchos jugadores ocupando las mismas líneas de pase, pocos receptores potenciales. Una lucha entre orden y desorden en la que casi siempre ganaba el mismo.
“En todo deporte colectivo el objetivo no es mover el balón, sino mover al contrario”. (Pep Guardiola)
“La tan manoseada presión tras pérdida es imposible si atacas sin someter”. (Raúl Caneda)
Para un buen desarrollo de la transición defensa-ataque es muy importante el cambio de rol rápido. Cambiar el chip. Fomentar esfuerzos breves pero intensos para la recuperación inmediata. Perder el balón y entender que el objetivo es otro, que estamos en otro momento de juego, que ahora hay que evitar el gol y recuperar el cuero. El cambio de chip debe ser instantáneo, debe estar automatizado. Actuar desde el inconsciente para que el proceso sea más rápido. Dar valor al tiempo, porque en ese momento estamos en un contexto que no es favorable, y según pase el tiempo la balanza se irá nivelando. El rival necesita segundos para estructurarse y poder transitar bien. No podemos regalárselos. Y quiero hacer hincapié en que el cambio de chip está automatizado de modo que sea el cerebro inconsciente el que actúe, que es más rápido y efectivo. Hacer del cambio de rol un hábito mediante la repetición sistemática en el entrenamiento.
“El mejor defensa del F. C. Barcelona es Messi porque tras su pérdida hay especial interés en volver a recuperarla”. (Óscar Cano)
Hay que entender que la presión tras pérdida es una acción muy arriesgada, que sólo debe realizarse cuando nos beneficie. Esa actitud agresiva si no lleva un control previo, un equilibrio, es de un riesgo enorme. Si actúan dos jugadores en la presión tras pérdida, por muy rápido que cambien de chip y corran muy intensamente, pocas veces robarán el balón. Se la llevarán sólo cuando estén en superioridad posicional respecto a sus rivales. Recuperarán el cuero si el contexto les favorece. Si no, esa agresividad se convertirá en facilidad para el rival. Saldrán fácil de la zona de presión y esos jugadores quedarán eliminados de la jugada y no actuarán directamente en el juego. Hay que analizar la situación para no quedar expuesto; saber en qué situaciones debemos presionar la pérdida porque tenemos muchas posibilidades de volver a recuperar el balón y saber cuándo conviene replegar a posiciones de partida y desarrollar una fase de defensa organizada en la que el control del juego será mayor. Saber cuándo conviene y cuándo no. Interpretación del juego, análisis de la situación, valoración del entorno. Y en base a ello, decidir para el beneficio del colectivo.
La presión tras pérdida, por tanto, debe ser selectiva. Últimamente se habla de la importancia que tiene el jugador en el juego, el jugador es lo importante… Totalmente, pero parece que toda la naturaleza del juego dependa de los jugadores. Cuando además de los jugadores, el juego tiene otros componentes que pueden condicionar su desarrollo: el balón, el lugar del terreno de juego en el que estamos… El jugador es la variable que más influencia tiene, pero hay otras que también la tienen. Por ello la presión tras pérdida a menudo se da mejor en determinadas situaciones donde quienes sean los actores no tiene una importancia máxima, a veces importa más el escenario. Por ejemplo, cuando la pérdida es en carril lateral, ya que el campo está limitado y es más difícil salir de ahí. O cuando el nuevo poseedor está de espaldas a la presión y por tanto no ve que le vienen.
Como he comentado, lo primero de todo es seleccionar la presión. Dar prioridad a las pérdidas en el carril lateral, donde hay una salida menos. Es muy importante la presión al poseedor, indispensable. Es lo primero que hay que conseguir para que se pueda volver a recuperar y así limitar sus ideas. Luego hay que cerrar las líneas de pase cercanas, las ideas lógicas del poseedor deben quedar anuladas, que no tenga facilidad de pase, que no pueda actuar. Las líneas de pase cercanas que hemos de tapar son todas las que circunden al balón, pero de cara al ataque del rival es más peligroso que salgan por unas partes que por otras. Las salidas en progresión son las más peligrosas de todas porque les acercan a la portería y superan a jugadores propios. Con salidas laterales llevan el balón a lado débil donde los espacios abundan y también pueden transitar con vértigo. Debemos vigilar también el lado débil, jamás ignorarlo. Entender que hay posibilidad de que el rival salga de la zona de presión y por tanto esa situación también debe tenerse en cuenta. La vigilancia del lado débil por si el rival consigue sacar el balón de la zona de presión. Gracias a ella tendremos gente capaz de impedir la progresión en el juego del rival y temporizar de modo que adquiramos la organización del bloque deseable, con repliegue de los jugadores superados. Acosar a poseedor, cerrar líneas de pase con los cercanos y vigilar a los alejados.
Por otra parte, es muy satisfactorio que en el momento de la pérdida tengamos a gran cantidad de jugadores por detrás de la línea de balón, aunque cerca. De ese modo podrán sacar ventajas en el acoso desde la correcta orientación corporal, la cual les permitirá tener mayor y mejor visión del entorno (ir al acoso cerrando línea de pase, tapar correctamente opciones en progresión, mantener el equilibrio a la vez que presionan…). La carrera frontal para acosar es desde la que mayor ventaja se puede sacar, porque el campo de visión es el mejor, de modo que se suele acosar siguiendo las mejores trayectorias. Y tan importante como eso es que los que están por delante de la línea de balón no se borren. Deben acudir a la zona de presión para tapar la salida con pase atrás, enjaulando al rival para conseguir la recuperación inmediata pretendida.
Esta sería una presión tras pérdida parecida a la del F. C. Barcelona. Pero la presión tras pérdida también puede ser individual y perseguir otro objetivo. Presión individual sobre el poseedor con conductas disuasorias para orientar al rival hacia determinadas zonas y sobre todo para que no actúe rápido y se dé tiempo al repliegue y a la organización del bloque. A veces el objetivo no es la recuperación inmediata sino la organización rápida. ¿Por qué? Porque es lo que más nos favorece, buscamos las situaciones que más cómodamente resolvemos. ¿Y por qué no se va a replegar tras pérdida, si es lo que más satisface a nuestras características?
Para comprender el concepto de presión tras pérdida hemos de entender el juego como un todo, de modo que la forma de comportarse ante la pérdida viene condicionada por el ataque anterior. No se puede realizar la presión tras pérdida como ley, sino que sólo si el ataque anterior nos proporcionó las situaciones óptimas para su realización. La presión tras pérdida es una consecuencia. Debe seleccionar cuándo presionar y cuándo replegar, en función de las posibilidades de recuperación que tengamos en el entorno de la pérdida. Una fase ofensiva mediante la cual nos ordenamos a través del balón a la vez que desorganizamos al equipo rival. De ese modo el momento que sigue a la pérdida es el más beneficioso para actuar dada la desorganización del rival. Según pasen los segundos el rival irá estructurándose, así que el cambio de chip rápido es fundamental para que la recuperación sea inmediata. Además de la actitud agresiva que prioriza los esfuerzos cortos pero intensos, los necesarios en ese momento.
* Enric Soriano.
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