Viendo los buenos resultados obtenidos año tras año por Finlandia en el Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (Informe PISA) empecé a investigar sobre su modelo educativo y cuáles eran las claves de su éxito. Finlandia siempre está en los primeros lugares de todos los aspectos que evalúa este informe y me pregunté si su modelo podría servirnos para mejorar la forma de entrenar a nuestros niños.
Los métodos de educación finlandeses son muy distintos a los de otros países que también están en los primeros lugares del Informe Pisa, como por ejemplo Corea del Sur. En el país surcoreano los niños se pasan el día estudiando (más de 10 horas diarias). Van de la escuela a clases particulares y cuando salen de estas vuelven a la escuela para seguir estudiando en la biblioteca hasta altas horas de la noche. La formula coreana basada en una competitividad sin límites para poder acceder a las universidades genera una presión y un estrés a los niños que no todos pueden resistir. Las cifras de suicidios entre estudiantes son realmente alarmantes y las más altas a nivel mundial.
En Finlandia los niños estudian menos horas que en la mayoría de países. Apenas tienen tareas para hacer en sus casas y complementan sus estudios con actividades extraescolares como música o distintos deportes. Curiosamente, los resultados obtenidos en los estudios son prácticamente los mismos que en Corea del Sur. Las consecuencias en cuanto a la felicidad de los niños, en cambio, son radicalmente opuestas.
Descubriendo el modelo de educación finlandés me acordé de cómo en un curso de coaching un profesor definió a un niño que jugaba al fútbol y cuál debía ser el papel del entrenador en ese proceso de aprendizaje de la siguiente forma:
«El niño es como una planta: se la debe regar, mimar, orientar… pero como formadores no debemos olvidar nunca que el niño, como la planta, crece solo».
A continuación enumero algunas de las claves fascinantes del modelo de educación finlandés y realizo una reflexión sobre cómo podríamos mejorar la calidad de nuestro fútbol base a partir de estas:
Ya sea como entrenadores o como clubes deberíamos centrarnos en encontrar la mejor forma de hacer crecer al niño que quiere aprender a jugar al fútbol (respetando su individualidad) y no en imponer nuestras ideas sobre el mismo.
El entrenador debería dejar que las decisiones las tomen los niños. Dejar que los que acierten o se equivoquen sean ellos. Debería transmitir confianza para que el niño no tenga miedo a equivocarse. Valorar positivamente el atrevimiento y las ganas de mejorar por encima del resultado obtenido en cada acción del juego.
El concepto de que en el fútbol está todo inventado queda obsoleto cuando vemos lo que es capaz de hacer con el balón Leo Messi o cómo lanza los libres directos Cristiano Ronaldo. A los niños se les debería plantear en los entrenamientos distintas situaciones reales y estimulantes y que sean ellos mismos los que las resuelvan (Descubrimiento guiado). Deberíamos dejar pensar a los niños. El no darles nuestras soluciones hace que el niño se involucre más en su proceso de aprendizaje (él tiene que buscar su solución) y que se creen al mismo tiempo nuevas soluciones que hasta ahora, quizás, no habíamos imaginado.
Todos los niños deberían tener las mismas oportunidades. Esto debería plasmarse tanto en los minutos que están sobre el terreno de juego como en las posiciones que ocupan en el mismo. En las sesiones de entrenamiento el entrenador debería nombrar como mínimo en una ocasión a todos los jugadores. Todos merecen su atención y el solo hecho de decir el nombre del niño hace que este se sienta importante dentro del grupo.
Podríamos ayudar a estos niños poniéndolos dentro de las sesiones en situaciones que sean más cómodas para ellos. Una buena opción sería, por ejemplo, hacerlos jugar como comodines o ponerlos en posiciones donde las tomas de decisiones son menores (dependiendo del sistema usado podrían ser las bandas). Con el paso del tiempo estos niños se adaptarán mejor al grupo y se sentirán como uno más. Así, con un poco de suerte podremos sacar a algún jugador de provecho con el que inicialmente no contábamos. Y en el peor de los casos habremos ayudado a un niño a sentirse seguro de sí mismo y creer en sus posibilidades.
Las relaciones humanas y sentirse querido es lo más importante para el crecimiento de la persona. El triangulo formado por el niño, padre y entrenador/club debería ser la base del desarrollo del niño. Para poder tener este triángulo consolidado es importante que se trabaje con grupos reducidos y en lugares donde todo el mundo se conozca por nombres y apellidos.
Necesitamos entrenadores enamorados de su profesión, que quieran centrarse en la formación de los niños y no en utilizarlos preparándose y promocionándose para ser entrenadores de un primer equipo en el futuro.
Entre los 7 y los 10 años es cuando un niño tiene más capacidad para aprender. Es en estas edades donde tendríamos que poner a nuestros mejores entrenadores. Estos ayudarían a que sean más los niños que evolucionen con posibilidades de ser buenos jugadores de fútbol.
Tanto los clubes como los padres deberían tener en cuenta que una de las personas más importantes para la formación del niño es su entrenador. En sus inicios en el mundo del fútbol, el niño ve al entrenador como un ejemplo a seguir. Para que este realice un buen trabajo es de vital importancia que todos confíen absolutamente en él y en todo lo que hace. Solo así podrá rendir al máximo de sus capacidades y enseñar mejor a los niños.
Es muy importante que un club tenga claro su modelo de juego y su metodología. Pero más importante es que los responsables elegidos se adecuen al modelo decidido por el club. Una vez elegidos se les debe dar toda la confianza para poder desarrollar todo su potencial al servicio de los niños. Independientemente de los resultados o de los problemas que puedan surgir en el día a día, estos deberían poder elegir las tareas a realizar y la forma de llevarlas a cabo. La formación de un niño requiere de estabilidad a largo plazo y de personas comprometidas y motivadas para acompañarlos en su camino hacia el aprendizaje.
Estaría bien que en los cursos de entrenador se hicieran no solo prácticas como entrenador sino también visionados en directo de sesiones de otros entrenadores, tanto profesionales como, sobre todo, de fútbol base. Estas prácticas se podrían organizar en grupos de 3 o 4 entrenadores y en ellas se discutiría después con el entrenador todo lo que han visto. El análisis crítico de lo observado y las conclusiones obtenidas ayudarían a los entrenadores en su formación y al entrenador observado en la mejora continua de sus sesiones y capacidades.
Los entrenadores titulados deberían seguir teniendo formaciones para debatir y analizar cómo está evolucionando el Fútbol Base, qué se está haciendo y cómo se puede mejorar. De esta forma los conocimientos y experiencias de todos los entrenadores servirían a unos y a otros para actualizarse, reinventarse y seguir mejorando los métodos de entrenamiento.
Potenciar el modelo de escuela de fútbol por encima de las ligas federadas en los años más importantes para la formación del niño. De lo contrario, este proceso se puede ver perturbado por la presión que genera en los niños (y padres) el resultado de los partidos de liga. Además, utilizar el mismo sistema de ascensos y descensos que en los profesionales con niños menores de 13 años solo puede generar un estrés y una frustración totalmente perjudicial para lo más importante en esas edades, su formación deportiva y humana.
Los niños deberían jugar partidos, sí. Todos quieren jugar y ganar siempre. Los niños son egoístas por naturaleza por lo que no es necesario que el marcador tenga la más mínima importancia. El niño debería utilizar los partidos para seguir con su proceso formativo y superar a su oponente tanto ofensiva como defensivamente. En la esencia de jugar al fútbol está el estímulo y la motivación del niño, no en el resultado.
El refuerzo positivo debería ser la base del entrenamiento. Uno recibe mucho mejor la crítica positiva que la negativa. Esto se acentúa mucho más en los niños. Es mucho más importante que sepan cuándo hacen bien algo y porque lo han hecho bien que no que se les repita continuamente todo aquello que no saben hacer. Las sesiones de entrenamiento deben servir para crear un clima positivo y de confianza en torno a la evolución del niño.
Si en los partidos no importa el resultado daremos libertad a que cada niño elija sus propias metas. Un niño estará contento porque ha marcado un gol, otro porque dio un pase bien hecho y el entrenador se lo dijo y otro porque el delantero no le superó en ningún momento. Esto envuelto de un clima de tranquilidad y de confianza permitirá que cada niño se proponga unos retos distintos y más adecuados a sus características.
Esta reflexión no pretende ser nada más que eso. Invita a todo el que crea que podemos mejorar nuestro Fútbol Base a pensar un poco en cómo se están haciendo las cosas y en cómo las podríamos hacer para enseñar mejor a nuestros niños.
Sabiendo que Finlandia es un país con una naturaleza muy rica, y una vez visto su método de educación, me puedo imaginar el origen de la frase que definía a un niño como una planta a la que hay que dejar crecer por si misma…
*Fito Florensa es entrenador personal, licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte.
– Fotos: Wordle word cloud – Fundación Real Valladolid
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