"Se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose al enemigo". Sun Tzu
Cuando me preguntan por qué utilizo la Periodización Táctica, solo acierto a responder: “Porque creo en ella”.
Puede parecer una respuesta débil, pero es la más contundente que tengo como entrenador. Creo en la Periodización Táctica desde la convicción y no desde la fe. O quizás también desde la fe.
Reconozco que me acerqué a la Periodización Táctica (PT) al presenciar la emergencia de un joven entrenador portugués que apareció para ganarlo todo.
La información que se daba al respecto de la Periodización Táctica en los cursos de entrenadores hace cinco o diez años, era muy superficial, por no decir muy escasa. Comencé entonces una búsqueda más o menos concienzuda sobre el tema: leyendo blogs de la época y preguntando a otros entrenadores que afirmaban practicarla. De aquella época sóoo conservo un recuerdo, una idea:
Cada tarea de la sesión tenía que tener un contenido táctico.
¿Todos los ejercicios de todos los entrenamientos? ¿Qué es exactamente un contenido táctico? Ambas dudas dejaban mi ingenuidad y mi inexperiencia al descubierto. Suponían una brecha que me impedía experimentar con la idea de entrenar como Mourinho, o como decían que entrenaba el portugués.
Un tiempo más tarde me atreví a leer a Xavier Tamarit. Reconozco que conseguí dar sentido a poco del contenido de “¿Qué es la Periodización Táctica?” (2007, MC Sports). No fue hasta leer “Mourinho ¿Por qué tantas victorias?” (2011, MC Sports) cuando empecé a tener una noción global de lo que la metodología proponía.
Decidí empezar a experimentar con todo ello. Mezclar mis microciclos de corte seirul.lista con trazos de Periodización Táctica.
Así me sentí al conocer el principio de las propensiones:
Los contenidos pedagógicos de la tarea debían aparecer en gran densidad.
Cuantas más veces se repita la situación deseada en un ejercicio, más efectivo será. Digamos que este principio es común a la mayoría de corrientes metodológicas.
En ese momento ya detecté que lo diferencial entre la PT y el Microciclo Estructurado era el principio de especificidad. La PT va más allá de la noción convencional de la teoría del entrenamiento en cuanto a este principio:
No basta con que las tareas contengan algo del juego. Tienen que expresar nuestro jugar.
Me dispuse a generar ejercicios que pudiesen entrenar los diferentes aspectos de nuestro modelo de juego. Entrenar siempre jugando. Durante este proceso descubrí la riqueza de los rondos y de los juegos de posición para dotar de contexto al aprendizaje. Eran herramientas perfectas para potenciar las características tácticas que buscaba. Combinando el principio de propensiones con el de especificidad, me di cuenta de que cualquier concepto se podía avivar con una de estas tareas.
La preparación física y técnica más efectiva era la que se realizaba por arrastre durante los ejercicios específicos que se hacían bajo la supradimensión táctica:
Para entrenar nuestro jugar había que estructurar el modelo de juego que se pretendiese practicar.
¿Cómo queríamos atacar? ¿Cómo defender? ¿Cómo transitar? Para entrenar nuestro jugar teníamos que identificar primero cómo era este jugar en cada uno de sus momentos. Recuerdo el primer listado de conceptos que trabajar.
Después de implantar esta fase, me sentía más en control del proceso de entrenamiento y percibía que el equipo jugaba mejor (a nuestro jugar). Esto fue suficiente para que siguiera adelante, para que empezase a creer en algo que aún no entendía.
Era preciso desarmar el modelo de juego en conceptos para armarlo de nuevo. Generar un sistema de conceptos tácticos que diera sentido a nuestro jugar.
Articular cada uno de los momentos del juego en principios, subprincipios y subsubprincipios. Jerarquizarlos e interrelacionarlos. Solo de esta manera podía dar sentido al principio de progresión compleja:
Ordenar los conceptos dependiendo de su nivel de complejidad y seleccionar las tareas dependiendo del grado de adquisición de cada concepto.
Y aquí es donde un entrenador se enfrenta al pensamiento sistémico: lo asimila o lo rechaza. O bien concibe su modelo de juego como un sistema etéreo que su equipo tiene que hacer inconscientemente propio, o sigue pensando que la táctica son movimientos dependiendo de dónde está el balón y el rival. O bien empieza a verse como un facilitador o sigue viéndose como un general. La conciencia sistémica lo cambia todo.
La nueva conciencia te lleva inexorablemente a modificar las manera de ver tareas de entrenamiento. El principio de entereza inquebrantable entra en juego:
No basta con que todos los ejercicios sean contextualizados. Tienen que tener estructura de juego (los cuatro momentos del juego han de estar presentes).
Igual que no se entiende la técnica o la preparación física de manera aislada al juego, tampoco se entiende el ataque sin la defensa o sin las transiciones. Tampoco el fútbol sin direccionalidad. Para que el entrenamiento sea realmente adquisitivo no se podía desnaturalizar el juego. El jugador tenía que seguir concentrado en las circunstancias reales del juego, siendo el contenido a entrenar un medio para mejorar su desempeño táctico y no un fin en si mismo.
Esta perspectiva mejoró enormemente la calidad del entrenamiento. Los jugadores jugaban según el modelo de juego por convicción, sin necesidad de demasiada reflexión consciente. Como entrenador, cada vez hablaba menos, pero mis jugadores cada vez lo tenían más claro.
Recuerdo de mi época de jugador que, dependiendo del día del microciclo en que nos encontrásemos, el entrenador nos pedía una intensidad de trabajo u otra. Como entrenador, después de formarme en la teoría del entrenamiento, entendí el origen y el sentido de esa dosificación de la intensidad. Me sentí muy afín al siguiente mandamiento de la Periodización Táctica en cuanto entré en contacto con él:
Entrenarás siempre con intensidades máximas relativas.
Algo de razón debe haber en la frase se juega como se entrena. Si en una fracción de la semana de entrenamiento se reduce la intensidad, también se verá mermada en algún momento de la competición semanal.
Había que proponer trabajos cuya intensidad máxima y óptima para el desempeño, fuera coincidente con los requisitos del momento semanal.
Hay que reconocer que fue un proceso largo y complicado. Encontrar las tareas para que la intensidad relativa fuese máxima en todo momento me abrió los ojos a la última fase. No puedo negar que me costó renunciar a mi libertad y casarme con el Morfociclo Patrón.
Pasaron años hasta que me tomé en serio el principio de alternancia horizontal. No le daba importancia a cuándo debía de entrenar según qué contenido o utilizar según qué tipo de tarea. Los entrenamientos iban genial. Los jugadores estaban motivados y volaban sobre el césped. Pero en los partidos rara vez competíamos al 100 %:
El objetivo de la semana de entrenamientos tiene que ser competir bien el día de partido.
Fue en ese contexto cuando me dije: voy a probar a planificar un par de semanas según las especificaciones del Morfociclo Patrón. Ajusté las formas de los ejercicios, los tiempos de trabajo y recuperación y los tipos de concepto a trabajar según el día. El resultado fue inmediato. Los jugadores se vieron más en forma (táctica-técnico-física) durante el partido. Y lo que antes era jugar bien pasó a ser jugar y competir.
Desde ese momento tomé consciencia de la importancia de las directrices que marcan el Morfociclo Patrón. Entendí la idiosincrasia de la carga cognitiva en el proceso. Y eso fue como volver a empezar.
Es difícil determinar si uno mismo, o un compañero, pone en práctica la Periodización Táctica tal cual la parió Victor Frade. Seguramente pocos lo harán. Puede que ni Rui Faria ni André Villas Boas puedan considerarse puristas, dependiendo de lo meticuloso que se sea con el análisis. Lo que está claro es que los entrenadores que siguen los principios fundamentales de la PT con un alto grado de ortodoxia pueden considerarse creyentes y practicantes.
Como he descrito anteriormente, no implementé la PT como un paquete de medidas para cambiar mi manera de entrenar. Creí entender la importancia un principio y lo apliqué. Revisé si había incrementado la efectividad de los entrenamientos. Si el cambio suponía mejora, lo mantenía. Cuando la actualización del método se había consolidado y creía que aplicar un nuevo principio podía suponer un progreso. Volvía a iterar sobre mi manera de trabajar. Maduraba el cambio y revisaba los resultados.
Si me hubiese bastado con la fase 1 para sentir que el método funcionaba, habría parado allí. Si tras probar experimentar con alguna de las demás fases, hubiera visto que no aportaba nada, la habría abandonado.
Es muy común escuchar a entrenadores que afirman aplicar algunos principios de la PT y algunos del Microciclo Estructurado. Que mezclando se han hecho con su propio libreto. Entrenadores que no quieren verse encarcelados en estructuras metodológicas demasiado limitantes. Como es natural, lo respeto e incluso acepto la posibilidad de que estén en lo correcto (entendido como lo efectivo). Pero yo, hoy por hoy, creo estar de este lado de unas trincheras metodológicas que se dibujaron después de que Xavier Tamarit publicara en 2013 Periodización Táctica vs Periodización Táctica.
* Agustín Peraita es entrenador y autor del libro “Quiero que mi equipo juegue como el FC Barcelona de Guardiola”.
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