La segunda temporada de José Mourinho en el Real Madrid mejora su primer curso aunque podría darse la paradoja de que no consiga ningún título, lo que sí logró el pasado curso. Le quedan dos balas y las dos cuentan con altos porcentajes de probabilidad de llegar a diana, tanto si hablamos de la Liga como de alcanzar la final de Champions.
La madridista ha sido una temporada, hasta el momento, dividida en dos partes muy distintas: una primera de juego imperial y aplastante, donde se desataron los mecanismos colectivos; y una segunda, atorada y espesa de la que puede salir un conjunto campeón o malherido.
El primer Madrid jugaba sujeto a un Xabi Alonso fuera de lo común, a partir del cual se desplegaban compañeros implacables. El segundo Madrid, el de los resbalones y las dudas, vive de Cristiano Ronaldo y Sergio Ramos, animales competitivos que compensan el momento valle de Casillas, Xabi, Arbeloa o Marcelo. Ambos, el del primer tramo de temporada y el del segundo, en un tono algo menor, han construido un Madrid fenomenal, con características muy específicas.
107 goles les contemplan. Cristiano, con 41, en cabeza, salvavidas del equipo en momentos de apuro, refundado como jugador de equipo y no solo rematador final. Responsabilizado de su papel central y furia desatada cara a portería, protagonista de algunos zambombazos de película. Bien acompañado en esa faceta por Benzema e incluso por Higuaín, pese al bajón moral del argentino cuando se ha sentido superado definitivamente por el francés.
El gol no es problema para el Madrid. Lo tiene y lo encuentra, sin necesidad de detenerse en construcciones previas que le acerquen al punto decisivo. Su organización ofensiva en los últimos meses es especialmente individualista. Cada atacante toma su propia decisión, sea combinativa, sea directa,, como si el plan global de ataque fuese un plan individual. El balance goleador le da valor a esta decisión.
El Benzema de este año ha vuelto a ser el Benzema del Olympique de Lyon. Un felino de movilidad perpetua, astuto y glacial, capaz de ocupar todo el frente de ataque con un simple guiño de ojos. El Madrid actual no se entendería sin esa polivalencia ocupacional de Benzema, señor de los espacios.
A esa virtud hay que sumar la de Di María, similar a Benzema pero en el eje vertical. Sumar o restar, según se vea, dado el elevado número de partidos que se ha perdido el argentino por lesiones varias. Di María en la posición de enganche ha protagonizado escenas espléndidas y asistencias lujosas. Benzema en horizontal, aunque otra de sus virtudes sea bajar a descargar, y Di María en vertical, dos ejes básicos para comprender la temporada blanca.
Sergio Ramos abandonó el lateral derecho, la posición por la que más jugadores han pasado este curso, casi por casualidad y aterrizó en el centro de la defensa para quedarse. Hacía tiempo que el sevillano quería regresar a ese lugar y ahora ya es fijo indiscutible. Su papel ha resultado imprescindible. De aquel lateral alocado que dejaba praderas inmensas a su espalda, Ramos se ha refundado en el protector de sus compañeros, a quienes ha cubierto más que un paraguas en día de llovizna tierna.
La virtud esconde el defecto y tanta cobertura acertada parece haber quebrado a los laterales, atacados por una sorprendente liviandad: Arbeloa, Marcelo, Coentrao… sinónimos de baja forma en los últimos meses. Ramos y su potencial tampoco ha podido resolver otro problema inesperado: desde inicios de año, el Madrid ha encajado cerca de una docena de goles a balón parado. Alguna responsabilidad cabe atribuirle a Casillas en este asunto, si tenemos en cuenta el poder aéreo que ostentan Ramos, Pepe o Cristiano.
Xabi Alonso fue el hombre vital del primer tramo de temporada. El balón pasaba siempre por sus cercanías y él dirigía cual mariscal. Le apodamos entonces con el sobrenombre de Quarterback, pues así parecía ejercer sus funciones, mezclando pase corto con largo y lanzando a sus puntas a la cabalgada final. En enero se derrumbó su estado físico y no parece haber recuperado el mejor punto.
Por medio, las alternativas. Aunque el equipo se distribuye en un 4-2-3-1 inicial, empezó el curso con un 3-3-3-1 que facilitaba la vida al guipuzcoano. Cuando llegaron partidos duros, Mourinho optó por el triángulo de presión alta (trivote) y sea por eso o por otras causas, Alonso bajó un peldaño y nada ha sido igual. El equipo ha parecido más liberado y alegre cuando por esa zona aparecía Granero en vez de Lass o cuando Özil se hacía acompañar por Kaká que en días de trivote de hierro.
Ni virtud ni defecto: realidad. El Madrid sigue sin un modelo definido de juego. Posee varias opciones y las alterna, según partidos o momentos. No será Mourinho, conquiste los títulos que conquiste, quien dote al club de esa idea matriz, pues su característica como técnico ha sido, precisamente, la opuesta: disponer de varias posibilidades y no casarse con ninguna. De hecho, el club no le contrató para que construyese intelectual y futbolísticamente dicho modelo, sino para que compitiese de tu a tu con el Barça y dicho objetivo ya lo ha conseguido. El otro no le corresponde a él y, probablemente, no forme parte del catálogo de preocupaciones del club en este momento.
– Fotos: Ángel Martínez – Helios de la Rubia
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