El otro día Colón amaneció azulgrana. De resultas, el fútbol pareció resolver de pronto una disputa milenaria entre historiadores, que vienen discutiendo con pasión acerca de la procedencia del descubridor de América. Judío, gallego o italiano, la conclusión ahora parece clara: Colón fue catalán de Cataluña, pero no por la gracia de Dios ni de la Historia, sino por el interés fenicio de la publicidad. Sin duda, el episodio de la camiseta como estrategia comercial privada señala dos realidades que conviene tener presentes. Una, que el Barcelona es el hermano grande de la ciudad, rico, guapo y no sólo eso, el hijo predilecto de las instituciones, como ya sabemos desde hace décadas; y dos, que el fútbol es felizmente invitado al espacio público por las autoridades, como si se tratara de un museo, un jefe de estado o una ordenanza de ocio.
Con todo, hablamos de una cuestión económica, no tanto política, como indirectamente ha indicado el diputado socialista Gabriel Colomé: «Nike perdió una gran oportunidad para vestirlo con la segunda equipación, que era mucho más inclusiva, con la ‘senyera». Ya les hubiera gustado a muchos de los diputados del Parlament, que se quejaban afectadamente del uso publicitario de monumentos. Nike escogió la versión blaugrana porque es más fácil comunicar con ella, al ser mucho más representativa y reconocible, y porque mezclar deporte y política es cosa propia de burócratas y frecuente anatema para marcas comerciales. Poderoso caballero es don dinero, en efecto, pues la firma estadounidense va a dejar en las arcas municipales un suma de 94.000 euros. Ahí está el quid de la cuestión.
En este sentido, el argumento tiene curiosa escapatoria. Precisamente ahora se está remodelando el monumento, así que las monedas irán destinadas a ello, además de a “proyectos sociales en la ciudad” –dice La Vanguardia–, que es como no decir nada. Por su parte, el presidente del Espanyol ha puesto el grito en el cielo: «Es la gota que colma el vaso. El culpable totalmente es el ayuntamiento. Estoy muy molesto, pero no sé si sorprendido”. Al menos al hermano pobre le queda la dignidad de quejarse. En todo caso, la disputa añade picante al derbi del domingo. Si gana el Barça la vida seguirá igual. Pero si lo hacen los pericos asestarán un golpe mortal a los mercados, que no supieron acertar con la quiniela ni con el equipo al que vestir.
* Carlos Zumer es periodista.
– Foto: Ferran Nadeu (El Periódico)
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