Excepcional puesta en escena de Estados Unidos ante un rival sin entidad ni mordiente que pronto se vio avasallado por la contundencia física y la calidad en la definición de un equipo hecho con las cartas que ha cogido Mike Krzyzewski después que la NBA lanzara la baraja al aire.
El azar ha sido generoso y ha resuelto un equipo formado por jugadores que, aun siendo estrellas en sus respectivos clubes, aspiran a más (en realidad, en la NBA siempre se puede aspira a más). Jugadores que tienen mucho que demostrarse a sí mismos, que juegan sus particulares batallas de superación personal, vírgenes en el asunto de representar a su país en un campeonato internacional. Jugadores a los que le queda hambre y carrera, dispuestos a poner su talento al servicio del colectivo, justo el primer pilar donde se aposenta la idea de equipo de Krzyzewski.
Porque si hay algo innegociable en los equipos del Coach K es que quien no suda, no viene, y quien viene y no suda, no juega. Y contra Finlandia todos han sudado y comprendido la premisa táctica: aprovechar la superioridad física, adquirir ventaja desde el rebote defensivo y organizar contraataques letales, en apenas tres pases, que acabasen con canastas en la pintura. Thompson, Harden y compañía eran flechas con una sola diana, el aro.
Pese a un comienzo prometedor para Finlandia (un 10-6 y un 13-8), luego todo se decantó naturalmente. Con Cousins centrado (y acabando contraataques), Rose recuperándose para la causa del baloncesto y Gay con ganas de probarse en el escenario internacional, Estados Unidos fue, poco a poco, despegándose. El segundo cuarto fue un abuso histórico, con parcial de 26-2 incluido, porque Finlandia tuvo la inocencia de aceptar el correcalles.
Los puntos en la pintura lo decían todo (34-6) al descanso. Estados Unidos, como un cruel asesino, te destroza el aro de tres formas diferentes: llegando como flechas al contrataque, con los zigzagueos propios de sus estrellas ante una defensa en estático y, quizás lo más novedoso, las segundas y terceras opciones que generan Faried y Davis en su caza salvaje del rebote ofensivo.
Si alguien dudaba de la actitud defensiva, puede pasarse a preguntar por el vestuario finlandés: brazos largos buscando la intercepción de la línea de pase y una abrumadora intensidad en la zona.
Así que si Estados Unidos quería comenzar el campeonato infundiendo el mismo respeto legendario que se le ha tenido históricamente, lo ha conseguido. Pero ojo, lo ha conseguido sudando, porque sabe que si suda, va a hacer sudar a todos.
* Javier López Menacho.
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