En estos tiempos en que, para defender, los equipos corren hacia adelante y no hacia atrás, existe un jugador llamado a protagonizar la transición en el Barca: Cesc Fàbregas.
Su primer gol en la Premier lo marcó con el dorsal 57 en la temporada 2003/2004 y con 57 goles abandonó el Arsenal en la 2010/2011 para regresar a Barcelona. 8 años después y con 24 años. En ese tiempo fuera de España se transformó en un auténtico líder para la afición de los gunners y en su joven capitán por último. Para nosotros, los españoles, dos momentos serían memorables en su, hasta ese momento, corta carrera: la presencia como titular en la final de la Champions 2006 contra el Barça con 19 años recién cumplidos; y, cómo no, lanzando ese penalty que redimió de culpa e inferioridad nuestros impotentes lustros futbolísticos con La Roja. Cesc con 19 y con 21 años ya era muy grande. También con 24 años lo es ahora para la selección, cuando nadie ha sido con su edad 50 veces internacional.
Cesc “The One” es de esos jugadores que, con clase y entrega, poseen gran presencia en un equipo. Futbolista con mayúsculas que transpira honestidad, compromiso, gusto por superarse todos los días para continuar siendo el mejor deportista que ha vivido y sentido. Él. Jugador admirable, sus acciones normalmente se componen de visión colectiva, de acierto en la toma de decisión, de rapidez pensando y actuando, de garra, de clase. En corto y en largo, siempre preciso. Dueño del medio toque, su juego se determina por el dinamismo y la continuidad. Como centrocampista, además, llega y define. En la Premier era un box to box, de área a área. Transitar era su verbo.
Cesc no es Xavi y viceversa. El Barça no transita, queda claro que acampa en terreno del enemigo. Xavi es un director de orquesta. La transición para los próximos años en el Barça no es de Xavi a Cesc. Es de Cesc al Barça. Adaptar su concepto de transición. El Barça no necesita recuperar el balón para iniciar la transición: ya lo posee, se defiende con él a la vez que prepara su ataque. El Barça necesita de un tiempo preciso, un espacio adecuado, una superioridad concreta, una aceleración milimétrica, un medio toque, una pincelada de artista para realizar su transición. Entonces, la orquesta sube el ritmo, comienza a tocar esa melodía penetrante que todos hemos oído fascinados alguna vez: primeros violines, percusión, trompetas. Así hasta la nota final. El Barça es sinfonía.
“The One” ha vivido algunos años en otra cultura musical, más pop, más acelerada. El Real Madrid también es puro pop, “intencionado, pelín pesado, elaborado, pero puro pop“, y ya saben… “contra el pasado, larga vida al pop“. El fútbol inglés es el más directo. En el Arsenal, Cesc interpretaba la transición con robo como nadie. En esos metros que separaban las áreas leía el pase adecuado, en el espacio correcto, mientras todos se movían y sin todavía haber tocado el balón. Después, medio toque, continuidad, y muchas veces gol, gol de Fàbregas. Otras veces, él mejor que nadie intuía que no había espacio, ni tiempo, ni compañeros, ni contrarios; entonces galopaba sólo y también muchas veces gol, gol de Cesc.
Fàbregas ve mejor el fútbol de cara, buscando la verticalidad y le va en carácter la ansiedad por terminar pronto las jugadas, en plan rock-pop: rápido, rotundo. En el Barça tiene que tocar entre líneas, a veces de espalda a portería, mientras suena la orquesta. No desafina, persevera en su intento y sorprende. La vena pop le ha sentado bien a la orquesta y todos esperan de su aportación en cada concierto. El auditorio sabe bien lo que quiere ver y escuchar, vive para las grandes obras, alienta a las jóvenes promesas, pero no quieren el rock ni el pop, ni ritmos latinos, quieren todavía el estilo sublime de las sinfonías.
* Juan Cruz Gil es Licenciado en Educación Física y preparador físico. En Twitter: @jmcruzgil En la web: jmcruzgil.blogspot.com
– Fotos: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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