Cesc en el alambre

por el 6 mayo, 2013 • 11:52

En el 2011, la vuelta de Cesc Fàbregas al Barcelona sonaba a la del hijo pródigo retornando a casa tras una larga estancia en el extranjero. Periplo de ocho años en la Pérfida Albión, a donde llegó con dientes de leche y abandonó como capitán, luciendo colmillos sedientos de un triunfo negado a nivel de club y degustado en ingentes dosis con la selección española, junto a todos sus amigos culés que a su vez lustraban su carrera doméstica a las órdenes de Pep Guardiola.

Además del componente nostálgico, su llegada supuso el ingreso de una pieza más a la maquinaria blaugrana, una pieza que conocía el idioma Barça y que había bebido del biberón de La Masia. La fase de adaptación, que tantos disgustos le trajo a Ibra, Villa o Alexis, por decir unos pocos, estaba superada de antemano, o eso se creyó en un principio. Llamado a ser el sucesor de Xavi en un futuro no muy lejano, Fàbregas comenzó su primera temporada de blaugrana de forma fulgurante, asociándose con Messi, recordando su época de cadetes y marcando en las cuatro primeras jornadas de liga. La lesión de Iniesta le situó de volante la mayor parte de los partidos. La vuelta del manchego le desplazó más arriba, permutando con él, siendo el 1-3 al Real Madrid en el Bernabéu el punto culminante de la temporada de Cesc, gol incluido, para comenzar un descenso vertiginoso en su rendimiento una jornada después ante el Espanyol en Cornellá, dónde anotó su último gol en liga y donde el Barça comenzó a perder el torneo. Era el 8 de enero del 2012. Durante toda la temporada, Fàbregas rara vez jugó en la posición de Xavi, mandando en las operaciones, como hacía en el Arsenal; siempre lo hizo más cerca de la portería, de falso 9 o de interior, mimetizando su irregularidad con la del equipo, justito físicamente, comenzando a crear dudas en torno a su figura, sin peso en los momentos clave del curso, invisible en los partidos de calado.

La temporada actual, ya sin Guardiola, comenzó de idéntica forma para Cesc, siendo determinante en el primer tramo para volverse intrascendente según llegaban las jornadas decisivas del calendario. Su continua movilidad y vértigo permitió a Vilanova desarrollar un estilo más abierto y menos horizontal, beneficiándose de las cualidades de Fàbregas, gran generador de ocasiones, con la lacra de que el equipo quedaba mucho más expuesto defensivamente. El Barça de Cesc parecía imponerse al Barça de Xavi. De la pausa al desorden. De Pep a Tito. La importancia del ‘4’ en el equipo se volvía creciente. Ese Barça practicó el mejor fútbol de la temporada hasta diciembre, batiendo récords desde la velocidad y la anarquía. La marcha de Tito Vilanova a Nueva York coincidió con el bajón del equipo. Nunca sabremos la relación causa-efecto de ese hecho, pero el Barça perdió competitividad, fundamentos y se encomendó fiel y únicamente a la varita de Leo Messi.

Cesc apareció esporádicamente, como otros muchos, siempre en tiempos de bonanza. Los partidos decisivos del curso retrataron a un Barcelona incapaz siquiera de competir contra los grandes rivales y a un Fàbregas que, salvo veinte buenos minutos en el Parque de los Príncipes, volvió a naufragar en los encuentros de enjundia, dando una sensación de infinita inoperancia. A pesar de la similitud de ambos cursos, lo cierto es que esta temporada que finaliza ha sido la más traumática a todos los efectos para Cesc y el Barça, en el que pocos futbolistas han rendido a su nivel. Desorden táctico, mala gestión de la plantilla, bajón físico, desnaturalización en el juego y la esperanza de que Messi marcara un gol más que los encajados por Valdés.

La baja forma de los atacantes, unido a la poca confianza en el banquillo, obligó a Vilanova a incidir en Fàbregas para un puesto que no es su hábitat natural. Si bien el de Arenys de Mar ha sido utilizado en múltiples contextos de juego, pocas han sido las oportunidades que ha tenido este año de llevar la manija del equipo, siempre desde la locura y nunca desde la ortodoxia, puesto para el que supuestamente se le fichó y que casi no ha ejercido en dos años. A día de hoy la duda parece interponerse entre el jugador, la afición y el cuerpo técnico, con Xavi apurando su ciclo futbolístico y la sensación de que el de Terrassa no tiene sustituto. El rendimiento de Cesc ha sido inexcusablemente irregular estos dos años, pero las vicisitudes de una temporada atípica han de desembocar en decisiones razonables desde la calma y el sentido común. Hay jugadores que parece que ya lo han dado todo y hay otros recuperables para la causa blaugrana. Uno de ellos es Cesc Fàbregas.

* Sergio Pinto es periodista.


– Foto: Josep Lago (AFP)




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