Certezas en el país de la discusión

por el 13 octubre, 2013 • 10:00

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A los argentinos nos encanta discutir, siempre. Tengamos razón o no; debería ser nuestro deporte nacional, incluso por encima del oficial (el pato) o el real (el fútbol). Quien firma estas líneas no solo no reniega de eso, sino que se reconoce como alguien que comulga perfectamente con esa caracterización.

El grupo de comediantes ingleses Monty Python hizo un sketch en una oportunidad, en la cual había un señor que pagaba por discutir. Seguramente, si ese negocio existiera en la realidad, en Argentina se harían ricos. Y si es para discutir de fútbol, ni hablar.

Se dice que existen tantos entrenadores de la delección como habitantes hay en la Argentina; pero en verdad, más que existir un debate real y profundo en torno a cómo queremos que juegue el combinado nacional (que puede existir en algunos casos), lo que pareciera ser la norma es la discusión por la discusión misma. Es impostar una oposición total o parcial al proyecto de Sabella por aspectos que no son los centrales.

Para entender el presente, hay que entender siempre el trayecto que viene realizando la selección argentina. Probablemente la mejor comparación que se pueda trazar sea con el último proceso clasificatorio a un mundial. La ventaja que permite el cronograma sudamericano es que las jornadas se suceden de la misma manera eliminatorias tras eliminatoria, y así es más fácil marcar diferencias.

En el 2009, Argentina se clasificó por la ventana, con la agonía del gol increíble de Martín Palermo ante Perú y un triunfo opaco ante Uruguay en Montevideo. En esta ocasión, no solo llegó a estas últimas dos jornadas con la clasificación asegurada (como le ocurriera en 1997 –con otro diagrama de encuentros–, 2001 y 2005), sino que además. Sabella ya tiene muchas certezas en su equipo.

De no mediar lesionados, podríamos apostar a que Argentina jugará su primer encuentro en Brasil con Romero; Zabaleta, Fernández, Garay y Rojo; Mascherano, Gago; Di María, Messi; Agüero e Higuaín. Es más, si hiláramos fino, deberíamos decir también que jugadores como Andújar, Campagnaro, Banega, Biglia, Maxi Rodríguez, Palacio o Lavezzi formarán parte del plantel.

Más allá de los nombres propios, la idea de juego está definida. Y ya hemos visto en este 2013 que no se resiente más allá de las ausencias. Sabella armó un colectivo que parece no desdibujarse cuando falta Messi, pero ante Perú (es verdad que los incaicos ya estaban eliminados) tampoco fueron de la partida Higuaín, Mascherano y Gago.

Los triunfos siguen cayendo. El equipo A de Argentina –excluyendo los juegos amistosos del combinado con futbolistas del ámbito doméstico– no registra derrotas desde noviembre del 2011. No solo cabe contar en esa estadística los juegos por Eliminatorias, también amistosos en Europa ante Alemania, Italia, Suecia, Suiza o un encuentro en Estados Unidos ante Brasil. Todos estos últimos partidos se tradujeron en victorias.

Por supuesto, no solo en resultados se sustenta el ciclo de Alejandro Sabella. Pachorra logró muchas minivictorias.  Se podría decir que en verdad, los triunfos llegaron acompañados de un crecimiento en diferentes facetas. El exentrenador de Estudiantes logró que Messi se empoderara como el factor diferencial argentino; ni Pékerman, ni Basile ni Batista estuvieron cerca de conseguirlo. A su vez, no fue necio y aceptó lo que los jugadores le pedían con sus actuaciones: conjugar en cancha a Leo junto a los otros tres atacantes.

Un punto sensible ha sido en este período el apartado defensivo. Ante cada gol del rival la idea que se repite una y otra vez es que la defensa argentina es calamitosa. Lo cierto es que Argentina también ha evolucionado en este aspecto. Sigue recibiendo goles (aunque siempre anotando como mínimo lo mismo que el rival); lejos está de ser un equipo blindado. Pero en los últimos partidos dejaron de ser tantos recibidos producto de fallos colectivas, sino de errores individuales. En particular, el gol de Pizarro el último viernes pareció mucho más producto de la poca tensión competitiva que generaba hasta allí el partido (tras el gol peruano, Argentina sin despeinarse anotó tres tantos en media hora y casi no sufrió en el fondo).

La opción de Sabella ha sido sencilla, pero no rimbombante ni demagógica. Optó por trabajar. Armó su equipo defensivo con jugadores que (a excepción tal vez de Zabaleta) no son indiscutidos. Pero en los últimos dos años, no los modificó. Solo así un técnico que puede trabajar poco con sus elementos ha ido corrigiendo los errores colectivos que se sucedían. La realidad marca que tanto en el arco como en la última línea la albiceleste no cuenta con tipos de elite y va a estar expuesta –jueguen estos u otros hipotéticos reemplazantes– a equivocaciones. La diferencia reside en que este bloque sí ha comenzado a garantizar cierta consistencia colectiva.

Un punto que hay que mejorar ante equipos importantes va a pasar por la transición defensiva una vez que los cuatro atacantes han sido superados. Ante los rivales sudamericanos la respuesta del equipo ha sido constreñir los pasillos centrales con velocidad, liberando las bandas. Una explicación a este fenómeno seguramente tenga que ver con los pocos equipos que actúan con extremos (Ecuador seguramente sea una excepción, pero allí Argentina salió a jugar con un 5-3-2) y de la mano de esto, la poca velocidad con que sus ocasionales rivales realizan la transición defensa-ataque. Un desafío interesante lo plantearía hoy el Chile de Sampaoli.

Pero iniciábamos la nota hablando del carácter adversativo del futbolero (hincha o periodista) argentino; no solo reclama por la faz defensiva cuando esperando un lugar no hay un Thiago Silva, un Kompany o un Varane, sino que, a pesar de la voracidad de su delantera, también pretende discutir las variantes en ataque. Argentina endosa goleadas con suma facilidad, pero cierto sector de la prensa pretende instalar un debate fútil por la ausencia de Tévez.

No solo los rendimientos del delantero de la Juventus (gran jugador, está claro) con la albiceleste dan mucho margen para la discrepancia, sino que además Argentina ha demostrado contundencia. Por si fuera poco, este viernes Palacio y en especial Lavezzi rindieron de manera más que correcta y acallaron a aquellos que estaban atrincherados esperando para poder alzarse.

Pero incluso más que por Tévez en sí, la discusión es porque hay que discutir. El hincha no puede, no sabe, no quiere disfrutar de una paz que hace años no tenía en la selección, como el periodista no se permite analizar un equipo de fútbol en la victoria. ¿Solo venden los titulares catastróficos? ¿Cuál es la incapacidad que nos impide explicar el porqué de un triunfo?

Y mientras puertas afuera del búnker en Ezeiza existen estas pequeñas disputas, para adentro Sabella ya está aplicándole sintonía fina a su plan. Lugares de concentración, los últimos lugares de la lista y poco más parece estar en duda en la cabeza del entrenador. Viendo lo que fueron los últimos años es para resaltar; que al fin y al cabo, uno puede otorgarle la derecha a alguien más aceptando que las decisiones tomadas pueden ser correctas más allá de que uno hipotéticamente optaría por otras alternativas. 

* Diego Huerta es periodista y editor del sitio web «Cultura Redonda».


– Foto: EFE




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