Impresionante, intenso, soberbio o simplemente brutal. Esos son varios de los calificativos con los que podríamos definir el partido que hemos visto en la noche de hoy. El carácter competitivo alemán ha podido con la fuerza, la ilusión y la intensidad de las suecas en un encuentro que pasará a la historia. Pero sólo uno puede ganar y ese fue, como siempre en este mundo del fútbol femenino, Alemania.
El choque, catalogado como la final anticipada del torneo, fue precioso ya desde la lucha psicológica que mantuvieron las entrenadoras y las jugadoras en sus declaraciones previas. Silvia Neid se quitaba la presión de encima y Pia Sundhage se la devolvía. Unas argumentaban que su mal juego y las enormes dudas que había levantado la selección unido a que las otras eran las anfitrionas eran motivos suficientes como para que no fueran consideradas favoritas, y las otras se limitaban a repasar el palmarés de las otras.
Pero el favoritismo quedó bien claro cuando salieron las alineaciones y no vimos a Célia Okoyino da Mbabi en el once alemán. La máxima goleadora y referencia en ataque se perdía el partido más importante del año. Además, una de las posibles sustitutas, Isabelle Linden, estaba enferma. La mala suerte no paraba de cebarse con las pupilas de Silvia Neid, pero al fin y al cabo todo se decide en el campo.
Animadas por un estadio a reventar y completamente teñido de amarillo, Suecia salió a aplastar y a dejar bien claro que querían ganar esta Eurocopa. Pero Alemania no se amedrentó y con el carácter competitivo que las define pelearon de tú a tú con ellas y les metieron el miedo en el cuerpo. Presión, ritmo alto, fuerza… una verdadera lucha de titanes, una pelea por ver quién era el más fuerte sobre el terreno de juego.
Alemania golpeó primero por las bandas aprovechando los espacios, pero fue en un saque de esquina cuando estuvo a punto de meter gol Krahn. La primera ocasión. En la jugada siguiente, Schlin se recorrió todo el campo y cruzó demasiado su disparo ante Angerer. Y respondieron las alemanas con una carrera de Anja Mittag, que llegó hasta el área casi sin oposición pero luego no supo definir ante Kristin Hammarström. Öqvist, por la banda derecha, puso el miedo en el cuerpo a la defensa alemana, que no salió a su incursión por la banda, pero definió mal. Otra vez la interior sueca dejó en evidencia a lateral zurda alemana, Jennifer Cramer, pero su disparo lo paró Nadine Angerer y el rechazo no lo aprovechó Kosovare Asllani.
La jugadora del 1.FFC Frankfurt, Simone Laudehr, volvió a ser fundamental en la banda izquierda de Alemania y fue un quebradero de cabeza para la defensa rival. El ritmo seguía siendo infernal y el partido era un correcalles. Suecia buscaba la espalda de las laterales mientras que las alemanas presionaban en la salida de balón sueca para poder robar el balón, montar rápido el contraataque y aprovechar los espacios. Y así llegó el gol. Después de un saque de puerta, el centro del campo alemán robó el balón, Kessler combinó con Mittag, que vio el desmarque de Marozsán al hueco, y la alemana de ascendencia húngara puso el 0-1 en el marcador con el exterior de la pierna derecha mientras se caía en la pugna con una de las defensas suecas.
El estadio enmudeció y las suecas se replegaron unos metros haciendo más fácil la labor de las de Neid. Laudehr, antes del descanso, pudo poner el 0-2 en el marcador, pero su remate de cabeza fue detenido por Hammarström, que contó con la ayuda del palo de su portería. La pregunta estaba clara: ¿cómo reaccionaría Suecia en la segunda parte?
Pues lo hizo de la mejor manera posible, encerrando a Alemania en su área en los primeros minutos. Göransson desequilibraba por la banda izquierda, Öqvist llegaba por la derecha, Seger desde atrás y Schelin y Asllani volvían loca a una defensa alemana que a pesar de todo mantuvo el orden en todo momento. Impresionante el trabajo solidario del centro del campo alemán, que estuvo impecable en las labores defensivas durante todo el encuentro. El derroche físico de Goessling y la inteligencia de Kessler son los grandes pilares de esta selección. Precisamente entre las dos provocaron la jugada que podría haber cerrado el partido. Goessling presionó a Seger en la salida de balón, la sueca se precipitó y permitió que Kessler le robara el balón para cederlo a Marozsán; esta le dio un pase sensacional a Mittag, que se topó de nuevo con Hammarström.
Las suecas lo seguían intentando, y en el minuto 61 un pase en largo permitió que Schelin empatara el partido, pero su gol fue anulado por fuera de juego, aunque también cometió falta por empujar a Krahn. El público había estallado de júbilo, al igual que el cuerpo técnico y las jugadoras. Eso espoleó más al conjunto local, que vio cómo Öqvist estrelló en el palo un disparo pocos minutos después. Las amarillas dominaban, llegaban, pero no acertaban; quizás la presión las llevó a no afinar la puntería. Las de Neid aguantaban todo lo que les echaban con una actitud y un trabajo colectivo envidiable.
Sundhage intentó darle un aire nuevo al equipo con tres cambios ofensivos, pero esas buenas intenciones empeoraron el rendimiento. Alemania sacó su inteligencia a relucir adelantando la línea y provocando que las locales se precipitaran. Ni siquiera a balón parado hacían daño a un equipo que sabía que tenía que morir en el campo defendiendo el resultado. La última ocasión del partido la tuvo la joven Leupolz, pero su disparó lo atrapó la guardameta local.
El pitido final sonó y la decepción llegó a todo el estadio. Las lágrimas llegaron a unas jugadoras consideradas desde hoy heroínas debido a la decepción tremenda que significaba la derrota, ya que habían perdido la mejor oportunidad de sus vidas. Pero por otro lado apareció la excitación y la felicidad en el rostro de las alemanas. Muchas criticas habían recibido y seguirán recibiendo por su mal juego y por la tiranía que demuestran en Europa; ese gen o carácter competitivo alemán, marca diferencias. Sólo un partido más las separa de cimentar aún más su reinado en el continente.
* Borja Rodríguez.
– Foto: Sportsfile
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