La capacidad de reaccionar es una gran virtud colectiva. A lo largo del semestre, River ha tenido respuestas ante la adversidad en muchos partidos. Si bien ha sufrido desventajas, encontró las armas para sobreponerse y volver a ubicarse en partido. En algunos juegos pudo encontrar la victoria, pero la cualidad de hallar los caminos para reinventarse es un sello característico que volvió a exhibir en la final de la Copa Sudamericana.
Desde la asunción de Marcelo Gallardo, el equipo ha adquirido una identidad de juego que lo ha llevado no solo a la instancia decisiva de un certamen internacional tras 11 años (el entrenador disputó aquella competencia como jugador), sino también a tener chances de alzarse con el título local cuando aún falta por jugarse una fecha. En su segunda experiencia como técnico, estableció nuevos mecanismos y renovó una plantilla que venía de hacerse con el último certamen nacional.
Con el transcurrir de la competencia, disminuyeron los recursos. El conjunto argentino dependió mucho de sus jóvenes. Por caso, cayó en el choque decisivo ante Racing por alinear suplentes y juveniles que han debutado recientemente en primera división. La idea, desde un principio, fue cuidar a los titulares para la serie de semifinales ante Boca. River se impuso ante su acérrimo contrincante y accedió a los partidos cumbres. Aquel juego desplegado al comienzo de la temporada, donde ejercía una presión alta asfixiante, se hacía rápido del balón y era directo y voraz cuando atacaba, varió con diversos matices a un equipo que mostró en muchos partidos su capacidad reactiva.
Del otro lado, Juan Carlos Osorio supo brindar al juego colectivo de Atlético Nacional de Medellín una competitividad que no disponía anteriormente en el plano internacional. Desde que tomó el cargo, se hizo de seis títulos nacionales, pero los méritos hechos en la pasada Copa Libertadores no se correspondieron con el resultado finalmente alcanzado. Cayó en cuartos de final posteriormente a varias fases de dominio que asombraron al continente. Ahora mismo, si bien ha bajado cierto nivel técnico, la escuadra colombiana afronta de distinta manera los encuentros y se ha hecho más fuerte. La máxima representación de dicho crecimiento fue haber eliminado al Sao Paulo de Ceni, Bastos, Kaká, Ganso o Luis Fabiano en las semifinales.
Ambos llegaron a la final de la Copa Sudamericana bajo sus valores y premisas, pero evidenciando una progresión colectiva que les permitió ir superando etapas. De hecho, River alcanzó la presente instancia habiendo disputado ocho partidos, de los cuales ganó siete y empató uno. Al Atanasio Girardot, el estadio de Medellín, saldría con su esquema tradicional en 4-3-1-2, con un rombo en el mediocampo. De todas maneras, no dispuso para el primer cotejo de su lateral derecho, Gabriel Mercado, por acumulación de tarjetas amarillas. Así, los millonarios carecieron de la profundidad por banda derecha que el lateral habitualmente proporciona, desdoblándose con criterio. Además, tampoco pudo estar Maidana, lesionado en el primer juego ante Boca. El entrenador optó por reemplazarlos con dos jóvenes de la cantera del club, como Mammana –zaguero, jugó como marcador de punta– y Pezzella, que ha evolucionado una enormidad en el último tiempo.
Los dirigidos por Osorio dominaron la primera parte. Dispuestos en 3-3-1-3, hicieron mucho daño a los espacios. Desde el centro del campo o la zona de tres cuartos, el balón iba rápidamente hacia las bandas, donde Atlético Nacional lograba desequilibrar. Los envíos a espaldas de los laterales fueron una constante, y permitían profundizar al elenco colombiano. Tanto Mejía como Cardona, tomaban la pelota y buscaban inmediatamente la ruptura de Berrío o Copete. Al mismo tiempo, el centro delantero Ruiz se encargaba de fijar a los zagueros y evitar que corran a la ayuda de sus laterales.
River se encontraba replegado, sin posibilidades de salir en una transición ofensiva veloz. Intentaba utilizar a Teo Gutiérrez para aguantar el balón y asentarse en campo rival, pero el atacante cafetero no estaba fino de espaldas y sus descargas eran muy poco precisas. Nacional obtenía superioridad en el centro del campo con conducciones de sus centrales al salir. Bocanegra, o por momentos Murillo, transportaba el balón hasta encontrar liberado a un volante que tenga de frente la movilidad de los extremos. Con el paso de los minutos, el enlace Cardona creció y sacó provecho del vacío a las espaldas de Vangioni: un pase preciso halló el desmarque de Berrío –un portento físico y de velocidad–, quién sacó un remate que venció a Barovero y puso en ventaja a su conjunto.
Desde el comienzo del complemento se observó la capacidad del elenco de Gallardo para rebelarse frente a las condiciones expuestas por el rival. El entrenador, que durante su estadía en el club ha sabido cambiar sobre la marcha el destino de varios partidos con su lectura de campo, modificó el rumbo en el descanso. Mandó a sus jugadores a presionar la salida de Nacional y no dejar recibir a los lanzadores. La decisión tuvo efecto, dado que River se paró más arriba, dominó en la segunda etapa recuperando alto y formando ataques cortos. En esas ocasiones careció de un último pase de calidad y no tuvo determinación en metros decisivos.
Teo mejoró de un tiempo a otro e hizo que River sumara efectivos a campo rival mediante su capacidad de aguantar la pelota. Cayó a la banda en numerosos pasajes de la segunda parte, arrastrando marcas y permitiendo la libre llegada de los interiores. Junto al crecimiento del atacante, Pisculichi encontró zonas de recepción entre líneas. Luego de un maravilloso control orientado, el zurdo, que había convertido ante Boca la semana anterior, igualó las acciones con un tiro lejano. A través de jugadas a balón parado, el conjunto argentino encontró más chances por la excelsa pegada de su mediapunta, pero no pudo marcar la diferencia.
Por su parte, Atlético aprovechó las pocas situaciones en las que River quedó partido. Ponzio se internaba en campo contrario y dejaba un latifundio a sus espaldas (con la finalidad de corregir dicho aspecto, el DT dio ingreso a Kranevitter, que volvió tras un tiempo extenso fuera por lesión). De cualquier modo, Berrío ya había sido reemplazado tras el esfuerzo hecho en la primera mitad y los centros al área eran la única manera que tenían los verdes para llegar. Pezzella y Funes Mori estuvieron bien por alto. La vuelta, que se disputa en siete días en el estadio Monumental, deja una serie totalmente abierta que, en el encuentro de ida, repartió fases de dominio entre ambos equipos.
* Nicolás Galliari.
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