A causa de un proyecto editorial he repasado con minuciosidad todos los artículos que escribí en los últimos años sobre el Barça de Pep Guardiola. Cerca de 600 artículos alrededor del Pep Team arrojan conclusiones y señalan pautas de comportamiento. Una de las más repetidas, y que hoy querría destacar, es la sensación de orfandad que, verano tras verano, embarga al barcelonismo en los meses posteriores a la competición y previos al inicio de la nueva temporada. Como la llegada de la alergia primaveral, el calor sahariano, las tormentas otoñales o el frío proveniente de Moscú, la orfandad regresa cada año sin pedir la vez. Esos artículos que menciono lo certifican: no importa si el curso pasado se cerró con dos títulos, con tres o con cuatro, al barcelonismo se le obtura la glotis pensando en lo que puede suceder en los meses siguientes. Año tras año se repiten los acontecimientos: docenas de futbolistas susceptibles de ser fichados, dudas sobre la consistencia de la plantilla actual, interrogantes sobre la sostenibilidad del proyecto y respeto rayano en el miedo por los refuerzos del gran rival, quien a su vez vive un verano siempre repetido, con promesas de la Décima, sonrisas amplias y certidumbres sobre una superioridad anímica que, precisamente en estos cuatro años que menciono, no se ha transmutado en acumulación pantagruélica de títulos.
Desconozco las razones de esta pauta repetitiva. Es posible que se deba a lo que Xavi Hernández alude a menudo: al carácter taciturno casi pesimista del catalán, a menudo temeroso de que el cielo caiga sobre su cabeza. Es posible, no lo sé, pero la pauta está ahí, inmutable. Ahora mismo está bien presente. Podrán replicarme, y tendrán razón, que ahora es así porque esta temporada las cosas han cambiado: el Real Madrid ganó la Liga, ya no está Pep, el nuevo inquilino del banquillo tiene todo por demostrar y el curso pasado dejó sensaciones agridulces, aunque también cuatro títulos, no se olvide. Bien, todo esto es cierto y podría explicar lo de este año pero no lo de los anteriores, cuando había escasos motivos para sentir dudas. Y, sin embargo, reitero que las dudas eran idénticas año tras año. Las dudas sobre la defensa, el miedo al recambio de Busquets o Valdés, la incertidumbre sobre el soleo de Xavi o la puntería de los delanteros o el interrogante sobre si Pedro fue un espejismo… Canciones del verano blaugrana, al igual que las cuatro docenas de nombres susceptibles de ser fichados de inmediato pero que, indefectiblemente, jamás llegaron (ni llegarán).
Pautas al margen, el equipo nunca decepcionó en estos años. Al contrario: fue una máquina de competir. Probablemente no encontraremos ningún otro equipo en el mundo que haya competido con tanto ímpetu estos cuatro cursos en tantos frentes y con tan escasa relajación. ¿Por qué tantas dudas? Ahí siguen Iniesta y Messi, Xavi y Piqué, Busquets y toda la manada. En otras manos, cierto, pero en buenas manos. Este Barça solo ha de temerle al miedo y a nada más. ¿Rivales formidables? Siempre los hubo y el mejor modo de enfrentarlos es respetándolos. ¿Defectos, carencias? A corregirlos, a suturarlas. Esta orfandad veraniega del barcelonismo es, permítanme que lo diga, insustancial.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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