"Todo lo que no está creciendo está muriendo. Crecer significa aprender y transformarte cada vez en una mejor versión de ti mismo". Imanol Ibarrondo
Finalizamos en la Pacific Division de la NBA el repaso al expediente de los inquilinos de los banquillos de la Conferencia Oeste, donde Los Ángeles Clippers y Golden State Warriors amenazan con romper el orden establecido.
El nuevo entrenador de los Clippers, llegado a Los Ángeles al huir del proceso de reconstrucción de Boston Celtics, es un hombre forjado en la más férrea disciplina, la que otorga tener a un sargento de la policía de Chicago como padre. Su progenitor siempre le dijo que le dejaría entre rejas en caso de que algún día se lo encontrase allí, al tiempo que confiaba en las posibilidades de su benjamín. Siempre le dijo que podría dedicarse a lo que quisiese, contradiciendo las palabras de la profesora de escuela de Rivers, quien siempre buscaba alejar a Doc del balón naranja.
Por fortuna para todos los aficionados al baloncesto, la doctrina de su padre se impuso a la de la profesora, quien nos habría privado de una personalidad cuyo nombre, tanto en su época de jugador como en la de entrenador, siempre ha citado con respeto y admiración. Así se explica que los Clippers hayan hecho algo inaudito para ficharle: dieron a los Celtics una elección del draft de 2015 a cambio de que liberasen al técnico de 51 años de edad de su contrato.
Fue un jugador destacado en su época de instituto y, a partir de 1980, triunfó también en el equipo de la Universidad de Marquette, donde se ganó el apodo de Doc tras acudir a un entrenamiento con la camiseta de Julius Erving, el “doctor” más conocido de la historia del baloncesto. Tras su segunda temporada como universitario, Rivers fue nombrado Jugador Más Valioso del Mundial de Colombia ’82, donde Estados Unidos consiguió la plata tras caer en la final contra la URSS; mientras que al finalizar la tercera, Doc fue seleccionado en el draft por los Atlanta Hawks.
Allí coincidió con una de las grandes estrellas de la NBA de todos los tiempos, Dominique Wilkins, quien se había convertido en profesional el año anterior. Desde la primera temporada, Rivers se convierte en uno de los líderes de la plantilla, al destacar en la estadística individual como uno de los máximos anotadores y asistentes del equipo, además de ser el que más balones robaba. Grandes guarismos para un jugador recién llegado que se encontraba finalizando la carrera universitaria en su primer año como profesional.
Tras completar ocho temporadas en Atlanta y ser elegido en una ocasión para jugar el All-Star (1988), fue enviado a los Clippers en 1991. Su mayor pero en los primeros ochos años de carrera fue no haber llegado nunca lejos en playoffs, por lo que el hermano pobre de Los Ángeles tampoco era un sitio en el que quedarse, con 30 años y el sueño del anillo aún en mente. Por ello, al finalizar la temporada 1991/92 es enviado en un traspaso a tres bandas a los New York Knicks de Pat Ewing, quien daba sus últimos coletazos en busca del título de campeón.
En la Gran Manzana pemaneció dos temporadas. En la 92/93 alcanzó con los Knicks la final de Conferencia para caer ante los Chicago Bulls, mientras que al año siguiente dieron un paso más para caer, en el séptimo partido de la gran final, ante los Rockets de Olajuwon. El anillo parecía cada vez más complicado para Rivers, traspasado a los Spurs al comienzo de la siguiente campaña. Allí juega dos temporadas junto a David Robinson: en la primera alcanzan la final de conferencia y Doc vuelve a caer ante los Rockets por segundo año consecutivo; mientras que, al finalizar la 95/96, eliminación en segunda ronda de playoffs incluida, Rivers decide colgar las botas.
Su carrera sobre el parqué terminó sin anillos, aunque siempre mostró ese carácter forjado en la infancia, el mismo que transmite hoy en día a su hijo Austin, jugador de los New Orleans Pelicans. Fue un general sobre el parqué, jugando como base y mostrando constantemente su madera de líder. El siguiente paso lógico dentro del baloncesto era el de entrenador, y la oportunidad le llegó en 1999, cuando los Magic de Orlando apostaron fuerte por él.
No consiguió que los Magic se metiesen en postemporada en su primer año como head coach, a pesar de lo cual fue nombrado Mejor Entrenador del Año. Sin embargo, sí lo consiguió en las tres siguientes temporadas. En liga regular, consiguió un récord de victorias superior al 50 por ciento a lo largo de las cuatro temporadas; sin embargo, en playoffs nunca pasó de la primera ronda. Este hecho, unido a un mal principio de temporada, hizo que Rivers fuese despedido en noviembre de 2003, tras sumar una victoria en los primeros once partidos. Como dato de interés, los Magic acabaron el año con 21 triunfos en 82 encuentros.
Al finalizar la 2003/04, Doc recibió la llamada de los Celtics, equipo que no pasaba por su mejor momento histórico, lejos de los logros de décadas atrás. A pesar de ello las exigencias eran máximas y Rivers respondió devolviendo a Boston el título de campeones de división 13 años después. Tras el buen papel en liga regular, el equipo no pasó de la primera ronda de playoffs, suelo que no pisarían en las dos temporadas siguientes. Las críticas al entrenador empezaban a aparecer, aunque lo mejor estaba a punto de llegar.
En el verano de 2007 los Celtics consiguieron atraer a Kevin Garnett y Ray Allen para formar, junto a Paul Pierce, el Big Three que llevó a Boston el trofeo de campeones de la NBA 22 años después, con una siempre especial victoria ante Los Ángeles Lakers. Un triunfo que convirtió a Rivers en héroe y que fue seguido de continuas apariciones en playoffs, incluido el subcampeonato de 2010. Los mismos que le criticaban lloran ahora su marcha.
“Resulta extraño estar en cualquier sitio distinto a Boston, si os soy sincero. Han sido nueve años allí y nunca tuve planes de marcharme” dijo Rivers al ser publico el cambio de aires, mostrando así el cariño hacia la que fue su casa durante tanto tiempo. Declaraciones que fueron acompañadas de una declaración de intenciones para su nuevo equipo: “Hemos probado que somos un equipo espectacular, pero aún no hemos probado que somos un buen equipo. Hay que demostrar que somos capaces de ganar”. Ahora la piedra está en el tejado de Chris Paul, Blake Griffin y compañía, quienes tendrán que adaptarse a uno de los entrenadores más exigentes de toda la liga.
Entrenador jefe primerizo, curtido en los banquillos como asistente y sin experiencia como jugador más allá del periplo universitario en Loyola. Esa sería una breve descripción de Mike Malone, quien llega a la capital del Estado de California para dotar de cierta estabilidad al proyecto de los Kings.
Malone se graduó en 1994 en la citada universidad de Maryland, y ese mismo año asumió el cargo de asistente en la universidad de Oakland, de la segunda división de la NCAA. Ahí inició un periplo de siete años como ayudante en equipos universitarios, tras pasar también Providence y Manhattan, de la primera división de la NCAA; el cual finalizó en 2001, cuando recibió la llamada de New York Knicks.
En la Gran Manzana colaboró con el cuerpo técnico Knickerbocker durante dos años, hasta que fue promocionado como asistente de Don Chaney en 2003, en una época de gran inestabilidad en la franquicia. En 2005 hace las maletas en dirección a Cleveland, donde juega un papel importante como asistente de Mike Brown en la mejor etapa histórica de los Cavaliers, que sumaron cinco apariciones consecutivas en playoffs y fueron subcampeones en 2007, todo ello con Lebron James como líder sobre el parqué.
En 2010 los Cavaliers despiden a Brown por su incapacidad para conquistar el anillo, por lo que Mike Malone se ve obligado a cambiar de aires también. Tras un curso en New Orleans, que consiguen en 2011 entrar por última vez hasta el momento en playoffs, donde ejerce ya como asistente principal, Mark Jackson recluta a Malone para los Golden State Warriors, equipo que ha sufrido una auténtica revolución desde ese momento. De hecho, los general manager de las 30 franquicias NBA reconocieron hace en 2012 la labor de Malone entregándole el premio a Mejor Entrenador Asistente del Año, mientras que su equipo reconoció su trabajo con el mejor sueldo recibido por cualquier asistente de la liga.
Al estilo de lo ocurrido en San Antonio, donde Gregg Popovic ha perdido a dos de sus asistentes –Mike Budenholzer (Atlanta) y Brett Brown (Philadelphia 76ers) –, podría decirse que la buena temporada de los Warriors, uno de los equipos de moda de la NBA, ha otorgado el puesto de head coach a Mike Malone. En el equipo de asistentes contará con Brandan Malone, su padre, miembro de los Bad Boys que conquistaron la liga en 1989 y 1990 y ex entrenador en la NBA, donde ha dirigido 71 partidos.
El reto de Mike Malone es tranquilizar los ánimos en Sacramento, encauzar el talento de los Kings a través de la disciplina para formar los cimientos de años venideros. Los éxitos deportivos, unidos a la construcción del nuevo pabellón, ahuyentarían definitivamente el fantasma del traslado a Seattle.
Tras cinco temporadas como profesional en Estados Unidos, entre los Kings de la NBA y los Spirits de la ABA, Mike D’Antoni atravesó el Atlántico para jugar en Italia, después de jugar dos partidos con la camiseta de San Antonio Spurs al inicio de la temporada 1976/77.
Se despidió en noviembre e inmediatamente hizo las maletas en dirección a Milán, donde se mantuvo hasta 1990, cuando colgó las botas a los 39 años de edad. Aunque su camiseta lució hasta cinco nombres diferentes debido al constante baile de patrocinadores que había en el Pallacanestro, D’Antoni siempre fue fiel al actual EA7-Emporio Armani Jeans Milano, donde se mostró como uno de los bases más dominantes de Europa en la década de los 80. Gracias a su dirección, el conjunto milanés conquistó, entre otros trofeos, cinco ligas italianas, dos copas de Europa y dos copas italianas; logros que le llevaron a ser elegido en la lista de los 50 hombres más influyentes del baloncesto europeo, publicada por la Euroliga en 2008.
La identificación de D’Antoni con Italia era total –incluso jugó con la selección transalpina el Europeo de Yugoslavia ‘89– y, una vez concluída su carrera como jugador, dio inmediatamente el salto a los banquillos. Como no podía ser de otra manera, comenzó a vivir desde la banda los partidos del Philips Milano, una etapa que finalizó en 1994, tras la conquista de la Copa Korac el año anterior. Tras 26 años en Milán, era hora de que D’Antoni cambiase de aires.
El actual técnico de los Lakers fue seducido por la Benetton de Treviso, otro de los gallos del campeonato italiano, donde consiguió una FIBA Saporta Cup –segundo título continental en nivel de importancia– en su primera temporada. En los siguientes años conquistó una copa y una liga, hasta que en 1997 finalizó su primera etapa en Treviso para dar el salto a la NBA. En 2001, tras una serie de experiencias fugaces en banquillos y despachos de la liga estadounidense, D’Antoni volvió a Italia para guiar a la Benetton hacia el título liguero y hacia la Final Four de la Euroliga.
La vuelta al Viejo Continente duró un año, el tiempo que tardaron los Phoenix Suns en llamarle de vuelta para actuar como asistente de Frank Johnson, despedido al comienzo del siguiente curso por un inicio de temporada decepcionante. D’Antoni cogió las riendas del equipo y, a pesar de que no enderezó su rumbo –los Suns finalizaron la temporada con el peor récord de la franquicia desde 1988–, la directiva confió en él para marcar la pauta del futuro, en el que pasaría a estar presente Steve Nash, traspasado desde Dallas y MVP de la liga en sus dos primeros años en Phoenix.
El italoamericano y el canadiense se entendieron a la perfección. Con el baloncesto a toda velocidad como lazo de unión, ambos parecieron encontrar la senda de la realización personal, pilar del éxito colectivo. Temporada y media después de ser nombrado head coach de los Suns, D’Antoni recibió el galardón de Mejor Entrenador del Año por la gran liga regular realizada por el equipo que llegaría ese mismo año a la final de conferencia, suelo inexplorado para la franquicia desde 1993.
El run & gun puso en pie a la afición, hizo creer en el primer anillo para Phoenix. Sin embargo, los propietarios dejaron de creer en un proyecto cuyo techo fueron dos finales de conferencia y cuya caída inició en la temporada 2006/07. En el verano de 2008, D’Antoni abandonaba los Suns en dirección a Nueva York, donde los Knicks creyeron en él para devolver al equipo a lo más alto.
Su intención fue implantar el estilo también en la Gran Manzana; sin embargo, nadie fue capaz de suplir la labor de Nash. Dejó a los Knicks fuera de playoffs durante dos temporadas y, en la 2010/11, tras las llegadas de Amar’e Stoudemire y Carmelo Anthony, llegaron a la postemporada para caer por 4-0 en la primera ronda. La paciencia se agotaba, aparecieron las disputas con Anthony y finalmente D’Antoni fue cesado cuando se alcanzó el ecuador de la 2011/12 y los Knicks sumaban 18 victorias y 24 derrotas. Ese mismo equipo conseguiría finalizar la temporada metiéndose en playoffs, con el hoy todavía técnico Knickerbocker Mike Woodson.
Cerca de un año después de su despido, D’Antoni fue incluido en la terma de futuribles para sustituir a Mike Brown en Los Ángeles Lakers. Como es sabido, finalmente fue el elegido, a pesar de que, a priori, su manera de entender el baloncesto no encajaba con las piezas que tenían los de oro y púrpura. La carta de Steve Nash es difícil de jugar actualmente, con la bajada de nivel propia de la edad del canadiense como principal obstáculo.
Su estilo es inamovible, tal y como demostró durante sus meses al mando de los Lakers, en los que hizo que Pau Gasol pasase buena parte del encuentro más allá de la línea de triple. Su continuidad, lógica teniendo en cuenta que firmó un contrato por tres años y una elevada cantidad de dinero, fue uno de los motivos de que Dwight Howard se marchase a Houston, tal y como ha podido saberse.
El actual reto del italoamericano es hacer jugar a su equipo a algo, en un momento en que todos los analistas sitúan a los Lakers fuera de playoffs. Sus tres estrellas –Kobe Bryant, Gasol y Nash– acumulan muchos años en sus piernas, por lo que su rendimiento puede ser una incógnita. Además, los equipos de D’Antoni siempre se han caracterizado por rotaciones cortas, mala estrategia en plantillas con una elevada media de edad como es la de los Lakers.
Los mismos analistas que sitúan a los Lakers fuera de la postemporada, no dudan en situar a los Suns como claros candidatos a entrar en la lotería del draft. Se trata de un equipo inmerso de lleno en un proceso de reconstrucción; proceso que ha llegado hasta el banquillo, donde se sigue la tendencia predominante este verano de apostar por ayudantes del entrenador en otros equipos. En el caso de Phoenix, es Jeff Hornacek el que da el salto de asistente en Utah Jazz a head coach en Phoenix Suns.
Como jugador conoció a fondo la franquicia de Arizona, donde permaneció durante sus seis primeras temporadas como jugador profesional, periodo de esplendor para este escolta tirador que en 1992 cambió Phoenix por Filadelfia y más tarde por Utah, donde estuvo entre 1994 y 2000, cuando dio por finalizada su carrera a los 36 años de edad.
Los Jazz retiraron el 14 en su honor y, siete años después de su retirada, apostaron por él para ayudar a Andrei Kirilenko y el resto de exteriores a mejorar su lanzamiento. En 2011, al retirada de Jerry Sloan y eterno ayudante, Phil Johnson, abrió las puertas a Hornacek como asistente a tiempo completo de Tyrone Corbin.
En mayo de 2013, tras sonar para 76ers y Bobcats, los Suns nombran a Hornacek head coach, quien ya se ha estrenado, con éxito, al frente del banquillo. Ha sido en la Liga de Verano de Las Vegas, donde su equipo cayó únicamente en la final, ante Golden State Warriors.
Seis victorias y una derrota que no significan nada, aunque hacen que los ánimos en Arizona vayan a mejor. Sin ir más lejos, el esloveno Goran Dragic, base de los Suns, ha expresado en los últimos días su felicidad por el nuevo rumbo del equipo, con especial atención a la claridad de ideas de Jeff Hornacek, su nuevo jefe en pista, y Ryan McDonough, el nuevo general manager de la franquicia.
10.334 asistencias repartidas en 1.296 partidos en la NBA sitúan a Mark Jackson como el tercer máximo asistente de la historia de la liga. La estadística, aunque fría, nos orienta a la hora de conocer lo que significó el actual técnico de los Warriors para la considerada mejor liga de baloncesto del mundo.
Rookie del Año en 1988 y All-Star en 1989, Jackson pasó sus primeros cinco años como profesional en los New York Knicks de Pat Ewing, con los que intentó, sin éxito, lograr campeonato. En 1992 fue traspasado a Los Ángeles Clippers, en el mismo movimiento que llevó a Doc Rivers a los Knicks, y empezó así un peregrinaje que le llevó a cambiar de equipo en ocho ocasiones, seis de ellos diferentes.
A pesar de jugar junto a hombres de la talla de Ewing y Reggie Miller, Mark Jackson se retiró en 2004, a los 38 años de edad y sin conseguir ningún campeonato. Aunque la liga le recordará por ser el culpable del establecimiento de una nueva norma, la que prohíbe al atacante dar la espalda al aro durante más de cinco segundos.
Desde 2008, continuos rumores situaban a Jackson al frente de un banquillo de la NBA. Los expertos le veían preparado tras lo visto en su época como jugador, sin embargo su llegada a la banda del pabellón no se produciría hasta 2011, cuando los nuevos dueños de los Golden State Warriors apostaron por él.
En su primera temporada al frente, la post lockout, el registro del equipo pudo generar algunas dudas, aunque fue un año plagado de acontecimientos para la franquicia de Oakland. A la falta de training camps y la dureza del calendario como consecuencia del cierre patronal, se sumaron los problemas de lesiones, la aclimatación a los nuevos sistemas y la marcha a mediados de temporada de Monta Ellis, estrella de los Warriors durante siete años.
A pesar de sumar 23 victorias en 66 partidos, la directiva no dudó de la capacidad de Jackson y este respondió conduciendo al equipo hacia la semifinal de la Conferencia Oeste, lugar que el equipo no había pisado desde hacía seis años. Se trataba de la segunda presencia de los Warriors en playoffs después desde 1994.
La diferencia entre 2013 y 2007 es que los Warriors parecen tener un gran proyecto de futuro entre manos, con gente joven como Stephen Curry, Klay Thompson y Harrison Barnes, a los que se suman jugadores con mayor experiencia como David Lee y Andrew Bogut. Por si fuera poco, Andre Iguodala ha llegado a California para completar un perímetro de quilates, aspirante, como mínimo, a la final de conferencia.
En su tercera temporada como entrenador, Jackson tiene ante sí la oportunidad de reverdecer los laureles de una franquicia que cuenta con dos campeonatos en su haber. La última vez que los Warriors se pasearon por una final de la NBA fue en 1975, cuando ganaron a los Washington Bullets por 4-0, a pesar de que los capitalinos partían como claros favoritos. Desde entonces, el mayor éxito de esta franquicia se remonta a 1976, cuando alcanzaron la final de conferencia.
* Gonzalo Carpio del Saz es periodista.
– Fotos: Jayne Kamin-Oncea (USA TODAY Sport) – Mark Duncan (AP) – Ryan Leong (SFBay)
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