Ha sido un verano de cambios en la mayoría de los banquillos de los grandes clubes europeos. Con ellos, el inicio de nuevos proyectos, a cual más apetecible de todos. Ver si logrará Guardiola hacer del Bayern de Múnich un equipo aún mejor, si Ancelotti conseguirá ganar más títulos de los que ganó Mourinho con una idea opuesta o si Pellegrini hará del Manchester City, por fin, un equipo competitivo en Champions League con un fútbol más vistoso, es más que interesante.
Sin embargo, los grandes cambios requieren de grandes periodos de tiempo. Las nuevas órdenes tardan en calar; los nuevos roles, en asimilarse; el trabajo táctico, en desarrollarse. El aficionado ansía ver lo que imaginó cuando se nombró al nuevo técnico, pero tardará tiempo en hacerlo. Incluso, es posible que nunca llegue a hacerlo, pues la presión inmediata de los resultados llevará, en muchos casos, a que los nuevos integrantes de los banquillos vayan dejando de lado algunas de las ideas con las que llegaron.
Ellos saben que, de haber continuado con el trabajo del anterior cuerpo técnico, el juego en los primeros partidos sería mejor, pero piensan que compensará el proceso de asimilación a cambio del resultado posterior. Aunque, claro, es una cuestión de equilibrio, pues sólo la competición muestra el resultado de las distintas ideas y determina si el tiempo del que requieren para su implantación es asumible o no.
Son estas consecuencias colaterales de los cambios en la filosofía del club o en la inexistencia de la misma lo que redunda en que entrenadores de modelo opuesto se sucedan. No es nada extraño. De hecho, es lo que sucede en la mayoría de clubes del mundo y muchos de ellos, aun así, consiguen infinidad de éxitos.
Sin embargo, hay lugares donde esto es distinto, como Barcelona. Allí, el cambio de entrenador no supone cambio alguno en el modelo. Por el contrario, en este caso parece servir para recuperar la ortodoxia en el mismo. Y, por supuesto, para dar lugar a nuevas variantes que ayuden a recuperar la sorpresa en los rivales. El famoso update del que hablaba José Mourinho, aquel que implantara como nadie Josep Guardiola. Justo lo que sirve para quitar el sentido a las afirmaciones de quienes, tras cada derrota, claman por un cambio del modelo por habérsele pillado el tranquillo al vigente.
No es que una fórmula sea necesariamente mejor que la otra, ya que esto no son matemáticas. En cambio, sí sorprende que, dado el magnífico resultado que obtienen quienes siguen esta última, no opten por ella más clubes. Quizá, de esta manera, podrían alargar la duración de sus ciclos ganadores o encontrar menos dificultades para empezar uno nuevo.
* Rafael León Alemany.
– Foto: PA
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