"El éxito se mide por el número de ojos que brillan a tu alrededor". Benjamin Zander
Análisis / Fútbol 2011-2012 / Selecciones
Muchos se acordarán de la película ‘Buscando a Nemo’ (Pixar, 2003). Una de sus protagonistas es Dory, un entrañable pez cirujano azul y negro que sufre de amnesia anterógrada, un tipo de pérdida de memoria que hace que el afectado no pueda recordar algo si deja de prestar atención unos segundos. Es un fenómeno parecido al que llevo observando durante toda mi vida tanto en la sociedad española en general como en el campo futbolístico en particular.
Y es que a lo largo del tiempo he observado hechos que no dejan de sorprenderme en todos los rincones de la España futbolera, desde el Bernabéu a Mestalla, de Riazor al Camp Nou. Así por ejemplo viví una escena al lado de José Emilio Santamaría. El hispano-uruguayo fue declarado mejor defensa del Mundial de Suiza’54 y además jugó el de Chile’62 con España. Por si esto fuera poco, fue uno de los líderes del Real Madrid de las primeras cinco Copas de Europa y posiblemente el mejor defensor de la historia del equipo blanco. Más recientemente, fue seleccionador español en el Mundial de España 82. Poca cosa…
Don José Emilio estaba en la puerta cero de su estadio, el viejo Chamartín, con sus ochenta años a cuestas, esperando a su entrañable Alfredo Di Stéfano. En el entretiempo pasaron decenas de personajes del colorín que eran vitoreadas por el público mientras el bueno de Santamaría pasaba desapercibido. Algo parecido me ocurrió cuando entrevisté al mítico Eduard Manchón, extremo izquierdo de la delantera más legendaria de la historia del Barça, la formada por Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón, que inmortalizó Joan Manuel Serrat en una canción. Paseé por las inmediaciones del estadio con este antiguo mito y los quinceañeros que había en las inmediaciones del estadio se volvían locos al ver pasar a Marc Muniesa y solo veían en Manchón a un venerable abuelito. De la misma forma, hace pocos días en Mestalla, en un encuentro de veteranos, Miguel Tendillo, gran central de la selección en los ochenta, pasaba inadvertido para la afición, mientras el segundo técnico del Valencia, Juan Carlos Carcedo, estaba rodeado de chicos que le pedían autógrafos.
Estos ejemplos pueden no ser válidos ya que se puede argumentar que las nuevas generaciones no han visto jugar a los viejos mitos y por tanto no les reconocen. Sin embargo, el fútbol español tampoco hace nada para que su memoria sea honrada. Apenas hay bustos o camisetas retiradas en nuestro país y creo que deberíamos tomar nota de los que sucede en las islas británicas, en las que el respeto a las legends se respira desde que uno pisa un estadio inglés, desde Anfield a Celtic Park, desde Portsmouth a Aberdeen.
Todo esto viene a lo que hemos vivido durante la recientemente finalizada Eurocopa con la Selección Española. Desde el primer partido disputado ante Italia se buscaron polémicas estériles para cuestionar a una selección que debía tener un crédito ilimitado tras las exhibiciones de los últimos cuatro años. El primer foco de críticas era Vicente Del Bosque. Ya nadie recuerda lo que este hombre ha significado primero para el Real Madrid y luego para la selección, como jugador y como entrenador. Desde el silencio, desde el trabajo y la modestia, el salmantino logró como técnico madridista un palmarés que solo rivaliza con el de Miguel Muñoz. No tiene un discurso estruendoso, no busca excusas, no habla de árbitros y los trajes no le caen demasiado bien; por todo esto, su figura resulta sospechosa. No son tiempos de normalidad. Con la Selección española llegó y besó el santo. Logró una quimera, ser campeón del mundo, pero nunca se jactó de ello. El periodismo y los aficionados metidos a entrenadores le hicieron críticas que el técnico desterró en este Eurocopa con paciencia y sin perder los papeles. Igual que pasó en el Mundial, en este torneo la crítica comenzó con el debate del doble pivote. Por alguna extraña razón, la afición no ve formando a Busquets con Xabi Alonso mientras admiran el doble cinco que forman Schweinsteiger y Khedira. El tiempo volvió a dar la razón al seleccionador y ambos volantes terminaron siendo el bastón en el que sostuvo el equipo en momentos difíciles. En el partido ante Italia, se discutió la entrada de Cesc como falso nueve. El de Arenys fue el goleador del partido y ha sido clave en todos los encuentros disputados por la Roja. Se puede discutir si Xabi es ideal para el juego de posición pero desacreditar al de Tolosa no deja de ser un absurdo.
El último debate llegó hasta la final. Y es que había quien quería que Xavi Hernández saliera del once. El de Terrassa ya tiene un caparazón ante las críticas. Los jugadores bajitos siempre son culpables en etapas de crisis. El que es posiblemente el mejor futbolista de campo de la historia del fútbol español habló sobre el césped, como siempre, como Del Bosque, como Xabi y Busquets, como Cesc y Torres. Los debates estériles tienen poco recorrido ante futbolistas eternos. Nadie recordaba hace dos semanas lo que había hecho Del Bosque en su carrera o lo que habían disfrutado viendo jugar a Xavi o el gol de Torres a Alemania cuatro años antes. Un segundo antes habían tenido un pequeño error y a ello se agarraba la crítica populista. El balón ha puesto las cosas en su sitio. Unos han ganado la Eurocopa. Los otros cada vez se parecen más a ese pez, y como tienen memoria muy corta les recordaré que se llamaba Dory y que era un entrañable pez cirujano azul y negro que sufre de amnesia en ‘Buscando a Nemo’.
* Ángel Iturriaga Barco es Doctor en Historia y miembro del GIHNT (Grupo de Investigación de Historia de Nuestro Tiempo). Autor de ‘Diccionario de Jugadores del FC Barcelona’ y ‘Diccionario de Técnicos y Directivos del FC Barcelona’. En Twitter: @anituarco
– Foto: Raúl Cancio
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