"Lo que equilibra a un equipo es la pelota. Pierde muchas y serás un equipo desequilibrado". Johan Cruyff
Hay quien dice que es cosa del entrenador, que no trabaja lo suficiente las variantes ofensivas, y otros lo achacan a la propia languidez del punta. Es difícil abrazar cualquier teoría porque el entrenador y la languidez ya estaban la temporada pasada y bien que Karim metía goles. En cualquier caso, de un tiempo a esta parte el asunto no carbura. Hay partidos en los que el delantero parece asustado de su propio talento, o avergonzado, y lo esconde con timidez de zagal, con esa falta de espíritu, más aristocrática que provinciana a pesar de haber crecido en los arrabales de Lyon. También dicen que es muy bueno pero no lo que necesita el Madrid, este Madrid. Puede ser. Al fin y al cabo Florentino primero ficha jugadores y luego trae al entrenador. Quizá sea un poco de las tres cosas pero algo le pasa al francés, que ya no gusta de escapar de la jugada y echarse a un lado mientras deja avanzar a todos para rondar meloso el área. Daba gusto verlo salir del torbellino con su tranco inapetente y peligroso para erguirse desde el balcón como una cobra que embelesaba defensas, un poco a lo Butragueño, a la espera de que la tensión que creaba, por sí sola, rompiese en gol. Esa es una de sus mejores armas: la forma en la que, caído a la banda, sostiene un instante el contragolpe salvaje del Madrid para soltarlo segundos más tarde y ver cómo se estampa contra la red mientras él se da la vuelta, suspirando. Sobrevive Benzema como puede en este conjunto corajudo, a la manera de Özil, solo que el ex del Olympique parece sentirse culpable por su clase, que es mucha. Es un ariete peculiar, decimonónico, diríamos, y mira que por entonces el fútbol apenas empezaba; con gestos a veces divinos, casi soberbios, pero que falla ocasiones cantadas. Tuvo el 0-2 en el último partido de Liga contra el Barça. Quién sabe lo que hubiese ocurrido de haberla enviado dentro. Parece además que le ponen un filtro sepia para jugar y que vive el presente como si fuera un recuerdo muy muy lejano. Como si fuese un anciano, en pantuflas y batín, al que le preguntan por aquel Madrid y él se acerca a la ventana, brazos a la espalda, y murmura: “Ah, el Madrid de Mou. Menudo tipo, qué equipo. Qué tiempos”.
* Jorge Martínez es periodista.
Foto: Miguel Riopa (AFP)
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