Que ganas tenía de decir esto: “Lo sabía“. Alguno hubo que prestó atención pero la mayoría no me creyeron. Pocas sensaciones comparables a las de vaticinar un hecho y que suceda. Yo lo vi en seguida, en el mismo instante en que le conocí, descubría la proyección de un jugador que seguramente daría que hablar en un futuro cercano. Roberto Bautista (Castellón de la Plana, 1988) sudó sangre para hacerse un hueco en el profesionalismo, pero tanto fue su empeño y dedicación que terminó consiguiéndolo. A los 25 años. Ya solo con estas bases te das cuenta del jugador al que te enfrentas, si encima luego cumple sobre la pista, es fácil que su evolución sea igual de constante. Pudo haberse atrapado en la etiqueta de top100, sin más, pero no. Ayer el ránking le abordaba como nuevo número 13 del mundo, una cifra que Roberto ya nunca podrá relacionar con la superstición o la brujería. Su trabajo fuera de los focos ha dado resultado, tal fue su pelotazo en Shanghai que incluso los medios se inclinaron. En serio. Su nombre destacaba tanto en webs deportivas como generalistas. Su rostro lucía en aquellas portadas abonadas a la Rafadependencia, frentes que aceptaron que hay vida más allá del mallorquín. Múltiples personalidades deportivas coincidían en felicitarle por su fabuloso rendimiento. Tanto fue el éxito de Bautista que lo que sucediera en la final pasaba ya a un segundo plano. La alegría ya estaba instalada. La barrera, superada.
Eso sí, para llegar donde nunca llegaste, debes hacer lo que nunca hiciste. Una proeza que sea capaz de reunir la atención de todos los aficionados del tenis y del deporte en general. Y eso, dentro de nuestras posibilidades, significaba ganar al mejor jugador del planeta. Novak Djokovic, el dominador del circuito ATP durante las tres últimas temporadas, aterrizaba en las semifinales de uno de sus torneos favoritos sin demasiada lucidez pero con la suficiente garantía como para verse favorito. Enfrente, un tímido currante de Castellón. Se habían visto antes en cinco ocasiones pero nunca había surgido el amor: relaciones intensas pero siempre con el serbio rompiéndole el corazón. Pero el otoño todo lo cambia, sumado a una versión irreconocible del número 1 del mundo, agotado de arrastrar tanta expectativa semana tras semana. “Era un buen momento para meterle mano“, afirmaba el español después de tumbarlo en sets corridos. hazaña que este curso solo habían firmado Andy Murray y Juan Martín Del Potro. Precisamente sería el primero de éstos quien pusiera fin al sueño del valenciano un día después, derrota casi indolora después de haber superado tres vallas de un solo salto: primer triunfo ante un miembro del Big4, primera final de un Masters 1000 y mejor ránking como profesional. ¡Como para estar triste! Antes de esto, triunfos ante Tomic, Fritz, Troicki y Tsonga sin regalar un solo parcial.
El ejemplo de Bautista sirve y servirá para siempre en la universidad de la vida y, por supuesto, del deporte. La prueba irrefutable de que perseguir tus sueños, cuesten lo que cuesten, merece la pena con el tiempo. Lo normal no es ganar Grand Slams a los 19 años, a ver cuando nos lo metemos en la cabeza. El castellonense decidió colgar las botas de fútbol a los 12 años y agarrar bien fuerte la raqueta. Desde entonces, etapa tras etapa se han ido quemando hasta llegar aquí. Meterse top100, primeras victorias de renombre, primeras finales ATP, primeros títulos, meterse top20, primera final de Masters 1000. Roberto es tan preciso y ordenado que no ha querido saltarse ni una casilla del tablero, disfrutando de lo bueno y lo malo de cada parada. Hasta en la que cayó en 2015, un año ausente de grandes victorias y cierto bloqueo a consecuencia de su espectacular 2014 y el proceso de adaptación a un nuevo rol dentro del circuito. Y aun así cerró el calendario con tan solo 24 jugadores por delante suyo. Tras su imagen de chico tímido y de pocas palabras, un grupo que le acompaña y que nunca perdió la fe en él. Desde Pepe Vendrell, pasando por Tomás Carbonell, Jorge Simó o Diego Valor, entre otros. La palabra equipo definida en su máxima expresión con la punta de la lanza cada vez más afilada. Recogiendo lo que han sembrado, sin más.
“Para mí ha sido toda una situación nueva, mi primera final de Masters 1000, y no ha sido fácil de manejar las emociones de estos días. Me ha faltado un poco de continuidad en el partido, he alternado puntos buenos con puntos malos, he luchado mucho durante el primer ser para intentar encontrar un poco mi nivel y en el segundo set, cuando se ha despegado, es verdad que yo he bajado un poco. Pero me he encontrado muy bien en la pista, he disfrutado mucho jugando, he tenido muy buenas sensaciones y lo he dado todo. Sin duda ha sido una semana increíble, desde el primer partido hasta el último. Si esto sigue así, seguramente gane muchos más partidos. El objetivo, como siempre, es seguir trabajando, con las ganas y la motivación de seguir mejorando. Estoy contento con mi profesión, creo que el tenis me lo ha dado todo, le estoy muy agradecido a este deporte y por eso las cosas me van bien, porque disfruto mucho de jugar al tenis”.
Pero sin algo bueno nos ha quedado de este subcampeonato en Shanghai, aparte de una bonita bandeja de plata, es la prueba irrefutable de que al tenis español todavía le queda mucha cuerda por delante. Me sorprendió Bernabé Zapata (Valencia, 1997) en una charla que tuvimos hace poco: “En la etapa junior y en el tenis en general, lo más importante es tener nivel, no quien llega antes o después. Yo creo que si tienes nivel, antes o después vas a estar arriba. Si lo tienes, en cuatro o cinco meses te puede cambiar todo“. Sus palabras refrendan la idea de que la perseverancia y la paciencia también desembocan en triunfo. La única opción inviable es tirar la toalla, por eso hoy Roberto está donde está y por eso hay jóvenes de 17 años en la Comunitat Valenciana que buscan seguir sus pasos. Seguramente -no tengo ninguna duda- muchos dejaron de seguir Shanghai desde el mismo martes en que Rafa Nadal cayó eliminado. Se abre el telón y aparece Victor Troicki asestando una nueva estocada al mejor jugador español de la historia. Para los más pesimistas, los mismos que volverían a encender el televisor cuatro días después, la película estaba clara: ‘El hundimiento’. Así hubieran resumido ellos la semana. Para otros, los que aprecian por igual todos los árboles del bosque, fue muy diferente. Se abre el telón y, tras la eliminación de Nadal, aparece Roberto Bautista rompiendo moldes y firmando el mejor torneo de su carrera. No tiene la melena de Micky Rourke, pero yo me sentí como si estuviera viendo ‘The Fighter‘. Todo depende del objetivo con que se mire.
* Fernando Murciego es periodista.
Twitter: @fermurciego
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