"Lo que equilibra a un equipo es la pelota. Pierde muchas y serás un equipo desequilibrado". Johan Cruyff
“Fucking hell, fucking twice!“. Los estruendosos gritos de Keegan resonaban en las paredes del vestuario de Anfield. Bob Paisley, el continuador de aquel prodigioso equipo, se quedó estupefacto y no pudo reprimir el cabreo de proporciones bíblicas que devoraba a la estrella red. Estaba jurando en arameo, pero no contra sí mismo, sino contra su socio J. B.: no le había dejado en bandeja un balón rotundamente claro para matar al Manchester United antes del descanso. El propio Paisley comentó después del partido que nunca había visto a Kevin tan cabreado; y no habían perdido un título, simplemente Toshack creyó que él podía culminar la enésima obra de arte de ese inolvidable passing game del Liverpool. Era la primera vez que la pareja delataba ante la gente (en este caso, la plantilla) los gajes del oficio. Sin embargo, al minuto de la reanudación el habilidoso Keegan fintó a dos defensas del United y desde la línea de cal puso un balón milimétrico a Toshack para que lo rematara en sus dominios aéreos. El Liverpool venció 3-1 en aquella tarde sabatina de 1975 a su archienemigo de las Islas gracias a las pillerías de Batman & Robin, apodo con el que fueron conocidos el fornido Toshack y el diminuto Keegan.
“Telepatía, en Anfield decían que teníamos telepatía”. Casi cuarenta años después, el viejo Toshack recuerda con nostalgia los maravillosos años del passing game. El inolvidable Bill Shankly, autor de la majestuosa frase “Algunos creen que el fútbol sólo es una cuestión de vida o muerte, pero es mucho más importante que eso”, traicionó la ortodoxia británica y mecanizó un equipo en el que la pelota era el leit motiv: fútbol de toque y solo balones largos con sentido. Ciertamente, esos pelotazos tenían razón de ser: Batman y Robin. Toshack los amortiguaba con el pecho y buscaba por inercia la presencia de Keegan para rematar la faena. Auténtica simbiosis en la que uno moría sin el otro: cuando el galés pescaba un balón, su mente solo pensaba en enviárselo a Keegan para la ejecución. La historia a la inversa también fascinaba a la mítica grada The Kop: los centros de seda que ponía el inglés los remataba Toshack por tierra, mar y aire, sobre todo a cabezazo limpio.
Pero la anécdota de esa telepatía a la que siempre alude el ex entrenador del Real Madrid la inmortalizó la cadena británica Granada Television. En 1975, en plena efervescencia del Liverpool de Paisley, tal era la popularidad que habían alcanzado sus delanteros, con una liga, Copa de la UEFA y otra Copa inglesa en el zurrón, que unos universitarios sí creyeron científicamente las insinuaciones de The Kop, es decir, que el entendimiento de Toshack y Keegan era telepático. En consecuencia, los estudiantes organizaron un concurso televisado en el que demostrarían el fenómeno científico entre Batman y Robin. Consistía en que cada uno tenía que acertar sin mirar una serie de cartas de colores y figuras en forma de estrellas, círculos, triángulos, etc., que sacaría el otro. Para ello, les sentaron de espaldas y si acertaban ocho resultados de veinticuantro, entonces la ciencia les daría la razón. Comenzó respondiendo Keegan: sacaba una carta roja Toshack y su colega decía que era verde; el círculo rojo era intuido como una estrella amarilla; el triángulo azul un círculo negro… y así hasta el final. ¡Kevin había acertado una sola vez!
El siguiente turno era para el galés: de repente, la carta amarilla era amarilla, el triángulo azul era un triángulo azul y el verde, pues verde. Keegan se estaba poniendo nervioso porque no encontraba explicación alguna; Toshack logró responder ni más ni menos que…¡veinte! La deducción lógica indicaba que era Batman, y solo Batman, quien entendía a su socio por telepatía. Pero, pasados treinta minutos, Keegan pudo suspirar aliviado: Toshack reconoció que no había acertado ni porque fuese un hacha leyendo mentes ajenas, ni por pura suerte, sino que había podido contemplar con nitidez las cartas de Keegan por el reflejo de los cristales de las cámaras de televisión… Quedaba claro que ningún fenómeno paranormal influía en su sincretismo.
A la prensa inglesa le gustaba este tipo de historias y los chicos de Shankly, primero, y posteriormente de Paisley, se habían convertido en protagonistas muy prolíficos para rellenar las páginas de deportes y contar batallas en tertulias radiofónicas. Una vez, sin petición de prensa por medio, a Toshack se le ocurrió componer un poema en honor a Keegan. Meditó mucho si añadir algún detalle de los orígenes futboleros de su amigo como, por ejemplo, que adquirió el don del regate sorteando ataúdes en la funeraria situada detrás de su casa en Doncaster. Al final, el panegírico resultante sobre Batman & Robin fue el siguiente:
El azote de cualquier defensa de la faz de la tierra,
él confió en mí para que le echara una mano,
nosotros trabajamos juntos; una pareja perfecta,
abajo en el césped y arriba en el aire,
y aunque jugábamos papeles totalmente distintos,
seis temporadas juntos trajeron doscientos goles.
Nunca anduvimos cortos de trucos o sorpresas,
una vez fuimos confundidos con Morecambe y Wise,
y aunque algunas veces no estábamos de acuerdo
y desde la tribuna de ahí arriba era fácil adivinarlo,
pronto lo superamos y volvimos a la rutina.
¿Qué suelen decir? Que el verdadero amor nunca es fácil,
pero la amistad que hemos forjado durará para siempre,
y hay una razón más importante que nos llevó a la fama,
y esa es el genuino amor que tenemos por este juego.
La Copa de Europa de 1977 contra el Borussia Mönchengladbach supuso el epílogo soñado entre Toshack y Keegan. La ciudad de Roma se puso patas arriba con tanto jolgorio inglés. Ni qué decir tiene que con la posterior celebración cervecera de la afición red. Atrás habían quedado un palmarés irrepetible y un buen puñado de tardes de ensueño en Anfield aderezado con casi doscientos goles. Keegan había anunciado meses antes de la final su intención de abandonar el Liverpool para disfrutar de otra “verdadera experiencia” en el extranjero. El Hamburgo fue su destino, quizás demasiado caprichoso porque, en la primera temporada, tuvo que enfrentarse a sus ex compañeros en la Supercopa de Europa que medía al Liverpool contra el entonces campeón de la Recopa. La ida terminó en Alemania con empate a uno, la vuelta en Anfield con goleada local, pero aquello fue lo menos trascendente: Keegan no pudo contener las lágrimas porque un 6-0 no era el homenaje que había soñado en su emotivo reencuentro con The Kop. Entonces sucedió lo inesperado: su ex compañero pero gran amigo, John Benjamin Toshack, que no salió del banquillo en todo el partido, se metió en el vestuario del Hamburgo para consolar el lloro de su alter ego. Minutos después, el galés se acercó a las cámaras de televisión y, en medio de la fiesta de sus compañeros, espetó que por primera vez estaba “triste por una victoria”. Sí, habían conquistado la Supercopa, pero Toshack sabía que si la leyenda del Liverpool le reservaba un hueco solo era gracias a su íntimo y queridísimo Robin.
* Carlos Vanaclocha es periodista.
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