El éxito en el fútbol no reside solo en los jugadores, en un entrenador concreto, o en una idea específica. Todos ellos son factores fundamentales, del mismo modo que lo es la intervención del azar. Como deporte colectivo que es, la agregación de todos estos factores genera dinámicas positivas o negativas. En el éxito actual del Barça todo lo mencionado ha sido importante: el pasado, las evoluciones, la idea de juego, el talento de los futbolistas, la recuperación de los que parecían “perdidos”, la dirección del técnico e incluso el azar favorable en momentos delicados, recuerden aquellas remontadas consecutivas a principios de temporada.
Dicho todo lo anterior, hablemos de sacrificio. Para llegar hasta aquí ha habido que sacrificar muchas cosas. El primero entre muchos fue Pep Guardiola, que por lograr semejante compromiso colectivo, esa activación perpetua y hacer entender un fútbol distinto, diferente y también innovador respecto de los estándares, se dejó la piel. Gracias a él -pero no solo a él, por supuesto- este Barça es como es hoy. Igualmente, Tito se ha dejado mucho por el camino. Xavi ha cedido, del mismo modo que cedió Fàbregas. Ya no es el Barça de Xavi o el Barça de Cesc, horizontal el primero, frenéticamente vertical el segundo, sino la fusión entre ambos, con lo que vemos a Fàbregas bajar el ritmo para calmar y a Hernández acelerar en profundidad, señal que el pacto no ha sido contranatura sino desde el convencimiento de que en la fusión residía el éxito.
Pep lo decía muy gráficamente, juntaba las manos y las giraba 180 grados: “Ves, al revés. Hay que jugar al revés”, decía. Su equipo lo hacía y practicó un juego demoledor en plasticidad y, sobre todo, en eficacia, que al fin y al cabo era lo prioritario. Tito ha dado un paso más y logrado poner en marcha lo que podríamos definir como el “perfecto equipo desorganizado”. No solo todos juegan de todo, sino que nadie juega en el sitio que indica el realizador de televisión, salvo el portero. Este Barça es, en apariencia, lo opuesto a la rigidez, pues sus hombres intercambian roles, cambian permanentemente de ubicación y pasan por todas las posiciones a lo largo de un partido con la naturalidad de quien pasea al perro en una noche agradable de primavera. Si con Pep al rival se le desordenaba a partir del balón, con Tito se le desordena a partir de la desorganización propia. Por rizar el rizo, diríamos que es una desorganización planificada. Me desordeno para desorganizar al contrario.
Se va cumpliendo de este modo aquella vieja idea según la cual el Barça seguiría tocando la misma partitura pero modificando ritmo e intérpretes. Es la misma Marcha Radetsky de cada año, pero los solistas cambian de instrumento con la facilidad de la modelo cambiándose de vestido. “Parece que todos jugamos a lo mismo -dijo Cesc el domingo-, pero todos tenemos algo diferente”. Esto no es nuevo: simplemente, cada día va a más. Son los casi clones alineados en fila.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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