Internacional / Champions League 2014-2015 / Fútbol
Cuando el pasado 24 de abril empezaba el sorteo de las semifinales de la Champions League en Nyon (Suiza), viendo el potencial de los posibles rivales es probable que lo último que desearan la mayoría de seguidores tanto del Barça como del Bayern fuera un cruce directo. Pero a los aficionados al buen fútbol la suerte del bombo les regaló la semifinal soñada al poder disfrutar por partida doble de todo lo que supone ese duelo FCB contra FCB, azulgranas contra azulgranas, Barcelona contra Bayern.
El espectáculo está garantizado cuando se enfrentan los dos equipos con mayor vocación ofensiva de Europa, los dos que acumulan mayores porcentajes de posesión y mayor número de pases y de goles, tanto en sus respectivas competiciones domésticas como en la propia Liga de Campeones. El Barcelona, con la que posiblemente es la mejor delantera del mundo en la actualidad: si Messi ya asusta por sí solo, las sinergias que se generan cuando mezcla con Neymar y Suárez son descomunales. El Bayern, con la que probablemente sea la plantilla más completa de la élite futbolística: bajas tan importantes como las de Robben o Ribéry pueden ser remplazadas por campeones del mundo como Müller y Götze.
Por si esto fuera poco, añadamos la carga emocional que para todo buen futbolero en general, pero para los culés en especial, tendrá el regreso de Pep Guardiola al Camp Nou. El que empezó pisando el césped del santuario azulgrana como recogepelotas mientras militaba en las categorías inferiores del club, el que luego lideró el centro del campo del equipo que consiguió la primera Copa de Europa para la entidad, el que terminó siendo el entrenador del equipo más exitoso de la historia, completará su catálogo de roles en el estadio de la Travessera de Les Corts haciendo el único papel que le faltaba en la función: sentarse en el banquillo del equipo visitante.
Y para terminar de aliñarlo, el recuerdo (nefasto para unos, glorioso para otros) de las semifinales de hace dos temporadas, cuando los muniqueses liderados por Heynckes barrieron por un global de 7-0 a un Barça tocadísimo tanto por las lesiones como por la enfermedad de Tito Vilanova.
Como no puede ser de otra forma, cuando se llega a estas alturas de la competición, los pronósticos están abiertos, pero esta vez el Barça no puede evitar que se le asigne algo de favoritismo. Es cierto que ahora quien sufre una plaga de lesiones es el Bayern y que los Alaba, Badstuber y Robben seguramente serían titulares en el Camp Nou si Guardiola pudiera contar con ellos. Pero desgraciadamente para el Bayern, esta no es una situación nueva para ellos: desde que Pep tomara las riendas del equipo en junio de 2013, la sucesión de lesiones de jugadores clave ha sido imparable. Pero el de Santpedor ha sabido siempre responder a las bajas exprimiendo su genio para encontrar nuevas soluciones adaptadas tanto a la disponibilidad de jugadores como a las características del rival. Haciendo de la necesidad virtud, la riqueza táctica que muestra su Bayern es amplísima, no ya a lo largo de la temporada, sino incluso dentro de un mismo partido. Además, las lesiones pueden tener un efecto positivo en la dinámica del grupo si este responde a ellas con todavía mayor cohesión interna, hincando juntos los dientes ante la adversidad.
Por ello, lo que da cierto favoritismo al Barcelona no son tanto las lesiones del rival, sino algo tan difícil de definir pero importante en el tramo final de una temporada como es el momentum de cada equipo. El Bayern dio una exhibición en el partido de vuelta de cuartos de final ante el Oporto (6-1), pero venía de sufrir un desliz en el partido de ida que habría podido ser fatal. Los de Guardiola acaban de renovar su título de campeón de la Bundesliga, pero también vienen de ser eliminados de la copa alemana en su propio estadio por un Dortmund que tampoco pasa por su mejor momento. Sensaciones encontradas en Múnich.
El cuadro azulgrana entra en la recta final del curso mejor que nunca. Su tripleta atacante está en racha y no tiene lesionados en la enfermería, pero por encima de ello su juego transmite una solidez envidiable. La causa está en lo que se pudo ver por primera vez durante los 45 minutos iniciales en el Pizjuán: el mismo Barça que pasó un primer tercio de temporada dando tumbos tácticos y que parecía haber encontrado su camino en las transiciones y la contundencia en las áreas firmó su mejor primer tiempo de la temporada basándose en un buen ataque posicional y el dominio del centro del campo, con recobrado protagonismo de unos interiores a quienes por momentos se junta Messi como director de orquestra.
A pesar de la segunda parte en Sevilla y de los apuros generados por el Valencia en su visita al Camp Nou, ese ha sido el camino que ha venido siguiendo el Barcelona desde entonces, con cada vez mayor fe en la apuesta y más contundentes resultados: 0-2 en la visita al Espanyol, 6-0 al Getafe, 0-8 en Córdoba. Más allá de unos marcadores conseguidos contra rivales de un potencial muy inferior, lo que queda es la imagen de un equipo que sabe a lo que juega, que está seguro de sí mismo y que tiene al frente a un gigante que se gana la fidelidad eterna de sus compañeros cuando cediendo el lanzamiento de un penalti a Neymar demuestra que antepone la felicidad de los suyos a la lucha por premios individuales.
En su día decíamos que lo único que le faltaba al Messi ubicuo para reivindicarse como el mejor y más completo jugador de la historia era que el equipo recobrara el juego colectivo necesario para asegurar los títulos que permiten consagrar las deidades del balompié. Parece que se ha conseguido, y nada mejor que ese cruce soñado contra el Bayern para demostrarlo.
* Xavier Codina.
– Foto: EFE
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