Parece imposible que, con millones de variables en juego, se den a lo largo de la historia dos situaciones casi idénticas, calcadas, como dos gotas de agua. Uno se sorprende y se extraña cuando sufre un déjà vu tan real como insólito.
Porque el adiós de Pep Guardiola y el inmediato nobramiento de su segundo, Tito Vilanova, como nuevo director de la orquesta azulgrana ya sucedió antes. Fue en la década de 1970 pero Pep no se llamaba Guardiola, ni Tito era Vilanova, ni el Barça era el Barça. La historia era la misma, incluso en los detalles, aunque la protagonizaban Bill Shankly, Bob Paisley y el gran Liverpool de la época.
Los reds se habían convertido en uno de los mejores equipos de Inglaterra con la llegada de Shankly. El técnico escocés, famoso por sus mordaces declaraciones, había sacado al conjunto de Anfield de su época más negra, acabando primero con ocho amargas campañas en Segunda y dirigiéndolo después hacia la conquista de tres Ligas y una Copa de la UEFA.
En 1974, el Liverpool firmó una buena temporada. Ganó la Charity Shield y la FA Cup y acabó segundo en el torneo de la regularidad. Nadie esperaba que ‘Shanks’, el factótum del club, el hombre que todo lo supervisaba, anunciara por sorpresa que dimitía. Abandonaba su cargo de mánager sin motivo aparente más allá que, a sus 61 años, se sentía “cansado”.
Su recomendación fue clara. No había nadie mejor que su ayudante Bob Paisley (que conocía desde hacia algunos meses la decisión tomada por su jefe) para dirigir al Liverpool. Paisley era un hombre tímido, tranquilo y divertido que llevaba 15 años al lado de Shankly tras haber ocupado varios cargos en la institución.
«Bob ha sido un hombre muy leal. Cuando me decidí a marcharme le dije al presidente que debía ser muy cuidadoso acerca de traer a alguien de fuera del club, porque ya había un grupo de entrenadores muy capaz que a lo largo de los años estableció un sistema y un patrón de juego que alguno podía llegar y romper con frases elegantes«, reconocía el propio Shankly en aquel momento.
Paisley había llegado a Anfield en 1939 siendo un centrocampista de talento. Perdió varios años de carrera por culpa de la Segunda Guerra Mundial pero participó en los éxitos de la posguerra. Tras retirarse -y pese a que había estudiado para trabajar como fisioterapeuta- se convirtió en técnico de la cantera red, dirigiendo al equipo reserva hasta que dio el salto al primer equipo.
Shankly, Paisley, Moran, Fagan, Bennett
Nada más fichar por el Liverpool, Shankly convirtió un viejo boot room (almacén de botas) en el espacio donde discutir los entrenamientos, la táctica y la estrategia con sus colaboradores. Y encargó a Paisley que organizara el trabajo de todo el equipo técnico. En 1974, sin esperarlo, le llegó la hora de dar un paso adelante y asumir las riendas del equipo.
«Cuando Bill anunció que se iba hubo una crisis, la noticia fue como una bomba. Cuando le ofrecimos el puesto a Bob, dijo que no. Pero al final logramos convencerle”, explicaba Peter Robinson, ex presidente ejecutivo de Liverpool. Finalmente tomó posesión del cargo sin desearlo, simplemente para evitar que viniera un nuevo entrenador que trajera a su propio equipo y despachara al eficiente staff anterior.
“Fue un shock -explicaba el propio Paisley-. Le dije a Shankly que no podía hacer las maletas e irse, que esto le iba a matar. Intente más que nadie persuadirle para que se quedara (como también hizo Vilanova con Guardiola, incluso cuando la directiva del Barça ya le había ofrecido ser el nuevo entrenador azulgrana). Debo haberle preguntado cien veces por qué lo dejaba y aun no puedo decir por qué se retiró”.
Muchos consideraron que la tarea que se le había encomendado al Tío Bob, apodo con el que le conocían los jugadores, era una misión imposible. No contaban con las habilidades de Paisley, un entrenador que no sabía motivar como Shankly pero que juzgaba perfectamente a los futbolistas: era un organizador perspicaz, un maestro construyendo grupos e innigualable tácticamente. Nessie, la mujer de Shanks, siempre ha reconocido que su marido «dependía mucho de Bob. Eran como los gemelos terribles«.
Paisley asumía un cuadro de gran clase. Tenía un excelente portero, centrales de calidad, un lateral derecho ofensivo, centrocampistas técnicos y expeditivos y delanteros eficaces. Todos eran ingleses y su fútbol ya no era tan intenso como en 1973. Perder aquel año en octavos de final de la Copa de Europa ante el Estrella Roja llevó a los reds a apostar por el ‘passing game’, abandonando los balones largos para subrayar la importancia de la paciencia y la presión.
«Las rutinas no cambiarán. Bill siempre fue un jefe que permitía a su personal utilizar sus propios talentos. Interfería en raras ocasiones y, honestamente, no creo que tuviera mucho de lo que quejarse. Voy a tratar de mantener esa filosofía«, afirmaba el propio Paisley poco después de ser confirmado como nuevo director del Liverpool.
John Benjamin Toshack vivió como jugador red aquella transición. “La comparación entre aquel Liverpool y este Barça es díficil porque los tiempos son muy distintos. Aunque las razones, probablemente, son las mismas. El cambio no es drástico y se mantendrá el mismo estilo de trabajo”, explica el galés en declaraciones a PERARNAU MAGAZINE.
Delantero espigado reconvertido en técnico de prestigio, Toshack valora el gran potencial de aquel grupo de jugadores y técnicos. “El Liverpool mantuvo el estilo durante 20 años con Shankly, Paisley, Fagan y luego Kenny Dalglish y funcionaba sin tocar nada”, nos explica.
Entiende, sin embargo, que este sistema no es infalible: “No es tanto el proyecto o la forma de llevarlo a cabo como las personas que lo hacen. No es simplemente decir ‘esto funcionaba en el Liverpool, pues nosotros haremos lo mismo’. Hay muchos otros que lo han intentado y han visto que un número dos es un número dos”.
“Supongo que el Barça, en estos momentos, ha comprado tiempo. Ahora tenemos que esperar a ver si, cuando se inicie la próxima temporada, todo funciona igual. El momento en el club azulgrana es muy delicado por la marcha de Pep. Parece fácil seguir con la misma rutina, los mismos jugadores, el mismo método de entrenamiento, el mismo todo. Pero hay que ver. Lo que es cierto es que cuando viene un nuevo entrenador trae a tres o cuatro personas totalmente nuevas y entonces pierdes la continuidad”, concluye Toshack recordando el ideario del propio Shankly.
En el caso de Bob Paisley no solo funcionó todo a las mil maravillas, sino que permitió al equipo de Anfield disfrutar de los mejores años de toda su historia. En nueve temporadas ganó seis Ligas, tres Copas de Europa, una UEFA, una Supercopa de Europa, tres Copas de la Liga y cinco Charity Shields. Fue la época más gloriosa de los reds.
Aun así, la carrera como mánager de Paisley no empezó del todo bien. En noviembre de 1974, tras solo unos meses en el cargo, el Liverpool encadenó una racha de cuatro empates que dio pie a las primeras críticas. Bob, un tipo que nunca pareció sentirse cómodo bajo los focos, que jamás buscó dar un titular, tuvo que afrontar una situación complicada y sacar su lado más duro. “He tratado de no molestar, de dar a todos una dosis justa de látigo, darles un voto de confianza. He dado un paso atrás para ayudarles de forma individual y darles todas las posibilidades. Algunos lo han tomado como una señal de debilidad. Ahora ha llegado el momento de actuar para demostrar que puedo ser tan fuerte como cualquiera”, afirmó con personalidad.
Aquel curso acabaron segundos en la Liga y Paisley, lejos de estar contento, afirmó que en el Liverpool “nunca se celebra el segundo puesto”. Era la forma de activar a los suyos de cara al siguiente año. Empezó a sacar provecho de su ojo clínico para encontrar jugadores y utilizó también su don para convertir a los futbolistas comunes en buenos, a los buenos en grandes y a los grandes en estrellas como Kenny Dalglish, que llegó para suplir la marcha de Kevin Keegan al Hamburgo. «Kevin era más rápido, pero Kenny corría las primeras cinco yardas en su cabeza«, analizaba Paisley. Y con paciencia se recolectaron los frutos.
El portero Ray Clemence destacaba que, pese a sus diferencias, Shankly y Paisley compartían “una tremenda voluntad de ganar”: “Shanks disfrutaba de los medios de comunicación, era divertido y era un gran motivador. A Bob no le gustaba hacer entrevistas. No diría que fue el motivador más grande del mundo, pero era muy cuidadoso en decirnos tácticamente las fortalezas y debilidades de los equipos contrarios”.
Paisley confió en canteranos como David Fairclough, Ian Rush o Sammy Lee y en jugadores de divisiones inferiores con mucho potencial para conseguir que el Liverpool reinara en Inglaterra y abriera el camino de los grandes triunfos ingleses en la Copa de Europa a finales de los 70 y principios de los 80. Tommy Smith, gran central que jugó en el Liverpool entre 1962 y 1978, dijo una vez: «Si Shankly era el capataz de Anfield, Paisley fue el albañil, listo para construir un imperio con sus propias manos”.
* David Ruiz Marull es periodista. En Twitter: @DavidRuizM
– Fotos: liverweb.org – lfchistory.net – icnetwork.co.uk
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