Desde aquel otoño del 2010 no ha habido un trash talk más vibrante en España. Uno de los protagonistas fue quien acaba de anunciar su retirada, Pete Mickeal, alero del F. C. Barcelona Regal. Los otros dos no fueron pardillos cualquiera. El primero fue la superestrella de la NBA, Kobe Bryant. El otro fue uno de los jugadores más violentos del baloncesto norteamericano, Ron Artest.
En la previa, Artest había preguntado quién era Pete (“Pete…who?”). Como respuesta, en la primera jugada del partido, Mickeal le contestó que sería bueno comparar las estadísticas de uno y otro y a punto estuvieron de pasar a las manos. La primera estadística que olvidó el jugador del Barça es que Metta World Peace le sacaba 20 kilos. Lo segundo que pasó por alto es que Artest suele intercambiar codazos y empujones con tipos como Rasheed Wallace o Tim Duncan. Pero esas cosas nunca le han importado a nuestro protagonista.
Tampoco le intimidó enfrentarse a un icono global como Kobe Bryant. El jugador franquicia de los Lakers, impresionado por la buena actuación de Pete en el primer cuarto del partido, le comentó que el partido podía abrirle las puertas de la NBA. Fisherman, orgulloso, le contestó que podía ponerse sus millones de dólares en la boca y competir en uno contra uno para ver quién era mejor. Bryant, mucho más correcto, sonrió como quien escucha a un niño contar chistes, pero el partido derivó en algo parecido a un enfrentamiento callejero, con media docena de aclarados para cada uno de los dos.
Al final, Mickeal registró 26 puntos, 13 rebotes y 7 asistencias y venció el Barça, así que el pique lo terminó ganando el hombre tranquilo.
Tal vez sea la más reconocida de sus hazañas, aunque no la más relevante a nivel deportivo. Mickeal se marchará del Barça con una Euroliga, dos ligas y tres copas en el palmarés, que se suman a la liga y la copa que ganó antes con el Baskonia. En ambos equipos fue básico, tal vez solo superado en importancia por Juan Carlos Navarro. No ha habido alero que le haya sombra sombra en Europa en los últimos cinco años y no sería raro que viéramos su camiseta colgada en el Palau de aquí a un tiempo, porque su aportación al Barça no tiene nada que envidiar a la de Roberto Dueñas en su momento, por ejemplo.
Pero lo mejor de Mickeal es su gusto por los finales igualados. Aquí podríamos sacar grandes actuaciones con tiros ganadores, defensas decisivas y rebotes providenciales. Nada en esta competitividad es casual. Pete, lo ha reconocido él mismo, no sabe lo que es la presión, porque nada puede ser peor que la experiencia que le marcó la vida en su adolescencia: el suicidio de su mejor amigo.
Con esta pérdida, sus padres divorciados, su hermano en la cárcel y una barriada conflictiva en Rock Island, Illinois, Mickeal tenía todos los números para caer en un abismo de las bandas y el autoabandono. Le salvaron tres cosas: el baloncesto, un tipo llamado David Watts y una competitividad sin límites. Watts, compañero de instituto, fue quien vio en Mickeal condiciones excepcionales para jugar al baloncesto; él lo sacaba cada día de su casa para ponerse a entrenar duro y de su mano reventó los récords de anotación en su instituto. Pocos jóvenes jugadores tenían entonces un futuro tan prometedor.
Sin embargo, tras ser seleccionado por los Dallas Mavericks en el draft del 2000, se rompió el tendón de Aquiles y le advirtieron de que podía quedarse cojo. Con las puertas de la NBA cerradas, volvió a resurgir. Watts siguió entrenándole–-todavía es su entrenador personal–, jugó en Filipinas, Grecia y Rusia y llegó a España, donde se ha convertido en uno de los referentes del baloncesto FIBA en lo que llevamos de siglo.
Ahora tiene un nuevo desafío, pero Mickeal no sabe lo que es la presión. Según cuenta, es incapaz de ponerse nervioso tras la muerte de su primo. Y por su mirada de tigre en la pista, cualquiera se lo cree.
Esa es la clave de su juego y de su espíritu. Pete justifica así su tranquilidad para afrontar tiros y acciones bajo presión o anécdotas como la de Bryant y Artest. De ahí su rol dominante en uno de los vestuarios más talentosos del baloncesto europeo. Y tal vez por eso hoy Xavi Pascual ha advertido que sería un error echarle de menos si las cosas le van mal al equipo. A Pete Mickeal, ha dicho Pascual, hay que echarlo de menos siempre.
* Pau Farrás es periodista.
– Foto: Álex Caparrós (FC Barcelona)
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