El XV del Cardo está en pleno proceso de reinvención en cuanto a estilo de juego y a la tipología de sus jugadores; un proyecto a largo plazo que ha empezado a dar sus frutos: apetece ver al equipo escocés sobre el campo.
Scott Johnson se encontró con la tesitura de tener que dirigir al XV del Cardo, como interino, después de la etapa de Andy Robinson como seleccionador escocés; se encontró al frente de un equipo al que muchos analistas proponían «descender» del 6 Naciones.
Aquella Escocia no tenía estilo de juego ni resultados, se limitaba a intentar resistir las embestidas de los rivales mientras a su delantera le aguantaba el físico. El australiano vislumbró que el futuro escocés pasaba por un cambio radical en cuanto a sus planteamientos y modelo de juego, que tomase como ejemplo el ideario de Gregor Townsend en Glasgow Warriors.
Es ahí donde comienza la historia de esta Escocia que sale al campo a mover el balón, a lanzarse al ataque -en ocasiones con escaso criterio-, a ensanchar el campo y a dar a sus backs toda la confianza y libertad de movimientos que se les negaron durante años, incluso décadas.
Esos backs están al mando del incontenible Stuart Hogg, un fullback con un despliegue físico inagotable, dotado de una poderosísima patada y con una vocación ofensiva que muchas veces le lleva a cometer errores de bulto por su precipitada, y mala, lectura del juego. Hablamos de un peso pesado dentro del equipo, con 23 años recién cumplidos.
En las alas se sitúan jugadores tan poderosos como Sean Maitland, Tim Visser, Sean Lamont o Tommy Seimour. Una amenaza constante por su rendimiento ofensivo, cualquiera de ellos, pero también vitales en la labor de cubrir los desmanes ofensivos de Hogg.
Matt Scott es uno de esos centros con una visión del juego privilegiada; un jugador al que causa extrañeza verle tomar una decisión errónea. Ataca la línea con decisión y tiene un dominio del timing de pase que le convierten en un elemento diferencial. La apuesta de Escocia se vuelve especialmente atrevida cuando es Mark Bennett el elegido para formar pareja con Matt Scott; el juego por encima del tamaño, esa es la declaración de principios en ese caso.
El talento y la juventud también se han apoderado del 10 del Cardo; Finn Russell ha sido capaz de dar un golpe de autoridad y asentarse en el equipo por delante de Duncan Weir. Más dinámico Russell, mas fiable Weir con el pie y jugadores ambos de Glasgow Warriors; el ideario de Gregor Townsend y su equipo ha sido adoptado como propio por cuerpo técnico escocés.
Incluso en el 9, por detrás del indiscutible Greig Laidlaw, asoma la figura de Sam Hidalgo-Clyne. Escocia ha cambiado la tipología de sus forwards para tener un equipo más rápido delante. El medio de melé de Edimburgo se adapta perfectamente a ese modelo, saca el balón con rapidez de las formaciones fijas y puntos de encuentro dotando al equipo de una movilidad mayor a la que le aporta Laidlaw. El futuro de Escocia se está construyendo conforme a un proyecto perfectamente planificado en todas sus líneas.
¿Quién nos iba a decir hace solo 5 años que sería Escocia una de las selecciones que primero renunciase a jugar con mastodontes?
Atribuirle a Vern Cotter la paternidad de este modelo es faltar a la verdad. La llegada del neozelandés dio continuidad al proyecto y sirvió para continuar su progresión; han ido desapareciendo paulatinamente algunos de los jugadores omnipresentes en la delantera de la historia reciente del XV del Cardo, hemos visto salir de las listas a Euan Murray, Kelly Brown o Jim Hamilton.
El caso de Brown resulta paradigmático: el 3ª línea de Saracens era el capitán de Escocia y un jugador que representaba a la perfección ese modelo de scrum, breakdown, empuje… Cotter prescindió de él con la autoridad con la que suele hacerlo; no es el neozelandés alguien que se prodigue en las explicaciones sobre las decisiones tomadas (solo hace falta recordar su época al frente de Clermont).
La ausencia de Jim Hamilton en la lista del Mundial ha sido la que ha cerrado el círculo de la evolución escocesa; un 2ª línea veterano, camorrista y pendenciero ha dado el relevo a la mayor variedad de recursos de Grant Gilchrist, el cual forma una pareja de altísimo nivel con el más joven de los hermanos Gray, Jonny.
Escocia ha dado un paso adelante y ha apostado por un proyecto con más futuro que presente; el talento nato de sus backs se une ahora con la polivalencia de una delantera menos especializada en los puntos de encuentro -lo cual será un lastre en muchos partidos-, pero con más facilidad para el juego expansivo en ataque.
El gran déficit de Escocia es su facilidad para desordenarse, para perder la concentración y cometer errores no forzados cuando tienen la pelota; eso les lleva a recibir contras casi mortales o a cometer infracciones que permiten a sus rivales sumar puntos con mucha facilidad. Es ahí donde resulta más necesaria toda la experiencia y el rigor en el trabajo defensivo que ha atesorado Vern Cotter durante sus años como entrenador en el Top 14.
Escocia sigue trabajando para mejorar pero ya han conseguido, al menos, que haya interés por verles sobre el campo.
* Javier Señaris es analista de rugby.
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