Después de su atribulada salida del Chelsea, a la carrera de André Villas-Boas se le abre una puerta quizá tan complicada como la que decidió traspasar doce meses atrás. El Tottenham se encuentra en uno de los momentos más complejos de su nueva era, hundido tras haber perdido la plaza de Champions y ante la posible salida de algunas de sus estrellas.
La bienvenida de AVB a la Premier no fue para nada grata. Su paso por Stamford Bridge se vio condicionado por la falta de pericia para lidiar con esos pesos pesados que allí mandan fuera y dentro de la cancha. No fue la naturaleza de sus intenciones lo que le pasó factura, sino el irremediable clima que reina en el vestuario azul y la incompatibilidad con su manera de obrar.
Su primera tarea en White Hart Lane -harto difícil, por demás- será rearmar un conjunto que puede quedarse sin los pilares que soportaron una temporada un tanto irregular, pero sin duda relevante. Si bien en este momento todavía conservan a Modrić, y Bale renovó hasta 2016, The Spurs se encuentra a expensas de cómo la plantilla enfrente la nueva y amarga campaña, pues una catástrofe aún mayor pudiera sobrevenirse si no se maneja con mucho tacto su delicado presente.
Salvando la obvia diferencia de plantel con los grandes de la liga, Villas-Boas recibe un equipo cuyo renglón más débil es quizás el mental, magullado ahora por la pérdida de su puesto de Champions. Un golpe de tal magnitud ha sido el comienzo de la depauperación de otros buenos equipos que ahora sobreviven como pueden, o en el peor de los casos, acabaron inflados económicamente y descendidos como el Leeds. Por tanto, ahora no será menor la presión bajo la cual ejercerá sus funciones ni tendrá la misma disponibilidad financiera que de cierta manera sí tuvo en su anterior club.
Su encomienda irá mucho más allá del mero diseño futbolístico de un conjunto que necesita continuar tuteándose con la burguesía de la Premier. El Tottenham es ya un habitual en Europa, y consiguió quedar en el top four por segunda vez en tres temporadas, linaje que precisamente viene a consolidarse cuando uno de los mayores responsables de esta proeza, Harry Redknapp, dice adiós a la entidad.
AVB asume el mando en una situación que mezcla ingredientes muy dispares, bienestar por la posición de la última liga y angustia por la consecuencia de una regla que le da un injusto premio a quien no lo merecía. La Champions debe ser solo para quienes la consiguen a lo largo de 38 jornadas con un trabajo constante en la liga. Gánela quien la gane, no importa; una cosa no debe mezclarse con la otra. Pero eso sería tema de otro análisis.
Para Villas-Boas es imposible librarse del estigma de su reciente etapa en el Chelsea. Y es precisamente de esa amarga experiencia de dónde debe extraer los porqués que puedan sacarle un poco las espinas en su camino por el norte de Londres. Ante todo, tiene que devolverle la luz a los jugadores que finalmente estarán bajo su mando y comenzar por recobrar la confianza en sí mismo, por lo que haber aprendido de sus errores puede ser una muy buena manera de empezar.
En septiembre, el Tottenham jugará otra vez la Europa League, donde en la temporada pasada quedó eliminado en fase de grupos ante equipos netamente inferiores. Ahora no puede volver a menospreciar esta competición, bastante asequible y que le permite continuar acostumbrándose a jugar dos torneos por temporada, para que el efecto de una buena campaña en Europa no los haga perder otra vez el paso en la Liga.
Minimizar el doble efecto Chelsea -el que pesa sobre sí mismo y el que tumbó al equipo de la Champions- será un punto clave para que el joven procaz del banquillo pueda lograr todo lo que ya se ha propuesto. Voluntad le sobra. Maña, aún esperamos por la respuesta.
* Alejandro Pérez.
– Fotos: Tottenham Hotspur- Daily Mirror
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