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Yakin rompe el laberinto

por el 21 marzo, 2014 • 13:23

1.- La primera vez que vi al Red Bull Salzburgo de Roger Schmidt me quedé sin palabras. Le dieron semejante paliza al Bayern de Guardiola que el de Santpedor tuvo que cambiar de esquema tres veces durante la primera mitad. Es verdad, los de Pep venían de un stage muy exigente en Catar y probaron muchas cosas raras ese día, pero fue el sistema ultraagresivo del Salzburgo y la fe total de los jugadores en su funcionamiento lo que me dejó boquiabierto. Dos meses después ya estaba obsesionado con el club austriaco. Creo que no exagero si digo que vi más de tres veces la brutal exhibición que dieron en el Ámsterdam Arena. La inteligencia de Kampl, la agresividad de Schwegler, el talento de Soriano. Tenía que ver al equipo en vivo. Anoche estuve en el estadio.

2.- El Red Bull Salzburgo de Roger Schmidt es sin duda alguna uno de los equipos más vanguardistas de Europa en lo que a táctica se refiere. Son tantos los movimientos y mecanismos que destacan, que probablemente tengamos que dedicarles un texto completo en las próximas semanas. Por el momento, en este artículo nos limitaremos a analizar el que quizás sea su aspecto más distintivo: su brutal presión sobre la salida de balón rival. El exentrenador del Paderborn ordena a sus jugadores en un 4-2-4 diseñado para ahogar a su contrincante desde el minuto uno al noventa. Cuando el otro equipo intenta sacar el balón jugado desde atrás, los dos puntas retrasan su posición para tapar el carril central mientras los dos extremos corren a toda velocidad a presionar a los centrales rivales. Es necesario especificar que la trayectoria de este desplazamiento no es recta, sino curva. Kampl y Mané no tapan la línea de pase hacia los laterales, sino que incitan a los centrales a abrir el balón a la banda. Aquí se activa la trampa. Los laterales del Salzburgo salen disparados a impedir que el receptor logre darse la vuelta, mientras el delantero más cercano a la banda tapa un posible pase hacia el mediocentro. No hay escapatoria. Las pérdidas se multiplican.

3.- La presión del Red Bull es tan apabullante que todos sus rivales tienen que limitar su propio potencial para poder aspirar a la victoria. En el partido de ida, Murat Yakin abandonó su tradicional 4-2-3-1 y paró a su Basilea en un 5-2-2-1 cuyo único objetivo era sumar un hombre más en la salida de balón. El central extra causó que el Red Bull no tuviera la igualdad numérica que acostumbra en el último tercio del campo, reduciendo significativamente su efectividad en la presión. Pese a ello, los hombres de Schmidt se las arreglaron para dominar la mayoría del encuentro, y solo una actuación estelar de Sommer evitó que el Red Bull consiguiera su undécima victoria seguida en la competición. Todo se iba a decidir en el Red Bull Arena.

4.- Jugar contra un Red Bull funcionando a toda máquina debe ser una pesadilla. Los primeros treinta minutos de los de Schmidt anoche fueron de un nivel tremendo, casi histórico. A los cinco minutos ya habían generado tres ocasiones claras de gol. Tres minutos después, el Basilea se quedó con diez. Yakin reordenó a su equipo, retrasando a Frei al centro de la defensa para formar un 5-2-2. Los tres centrales habían sido cruciales en la ida y había que mantenerlos a toda costa. Lo que no esperaba el entrenador suizo era que Schmidt iba a anticipar ese movimiento. Los dos laterales locales asumieron un comportamiento mucho más agresivo que de costumbre y apenas dejaron respirar a los carrileros. El Basilea lo intentó todo para salir jugando por abajo. Se vieron hasta cinco formaciones de salida diferentes. No hubo caso. Después de incontables pérdidas, Sommer decidió que ya había sido suficiente y se limitó a tirar balones largos hacia un aislado Streller. La cara de los jugadores visitantes era un poema.

Esquema1

5.- Las sensaciones eran tan positivas que Schmidt decidió que había que sentenciar la eliminatoria lo más pronto posible. El entrenador alemán le pidió a sus laterales que fijaran sus posiciones muy arriba, atando a los carrileros y empujando a la línea defensiva contraria hacia atrás. Este movimiento generó un espacio enorme por delante de los centrales suizos que Soriano supo aprovechar a la perfección. El exjugador del Barcelona recibía entre líneas, se giraba y filtraba balones hacia Kampl y Mané, que rompían en profundidad con una agresividad impresionante. Llegó el primer gol y el estadio explotó de júbilo. Una goleada parecía poco menos que evidente

6.- Es difícil explicar cómo sobrevivió el Basilea a esa primera media hora. Lo cierto es que, con el final de la primera parte cerca, Yakin decidió cambiar a un 4-3-2 (habían expulsado a Suchy en el minuto 25) que tuvo consecuencias inmediatas sobre el partido. La falta de efectivos en el mediocampo había aislado a Streller arriba y le había quitado efectividad al juego directo de los visitantes. Con Frei de nuevo en el mediocampo, los balones que bajaba el gigante suizo empezaron a encontrar receptores con más asiduidad y su equipo logró por fin escapar a la presión de los locales. El cambio de tendencia en el desarrollo del partido terminaría notándose en el minuto 51. Streller, el mejor jugador sobre el campo, saltó sobre Klein y cabeceó a la red el 1-1.

Esquema2

7.- Con el marcador a su favor, el Basilea cerró líneas y se limitó a contraatacar. La situación terminó superando al Red Bull Salzburgo, que mostró todas sus falencias a la hora de generar juego en estático y no volvió a crear verdaderas ocasiones de peligro a lo largo de la noche. El golpe final a la eliminatoria lo asestó Yakin cuando le pidió a sus dos delanteros que se abrieran cada vez que su equipo iniciaba un contragolpe. El movimiento llenó de inseguridad a los dos centrales del Salzburgo, que no se atrevían a salir por el miedo a quedar uno contra uno en una zona que apenas dominan. El miedo a recibir el otro gol obligó a los laterales del Red Bull a tener que retrasar su posición, limitando aún más el potencial ofensivo de su equipo. De poco sirvió. En el minuto sesenta Gastón Sauro cabeceó a puerta vacía el 1-2 final.

8.- El árbitro pitó el final del partido y me despedí de Christian, un acomodador de unos 65 años que sufrió todo el partido detrás mío. Le pregunté si alguna vez se había vivido un ambiente semejante en el estadio. Me dijo que no, que en todos sus años como fan del Salzburgo nunca había visto algo así. Aproveché el vínculo con el pasado para preguntarle acerca de uno de los temas más polémicos que rodean al proyecto: cuando Red Bull adquirió el club en el 2005, la nueva directiva decidió refundar la institución. Cambiaron el nombre, el escudo, el palmarés e incluso el color de los uniformes. Del antiguo Casino Salzburgo no quedó nada. ¿Qué opinaba él al respecto? “A mi me dio igual. La camiseta puede ser azul o roja, lo importante es que en el escudo diga ‘Salzburg’. Al principio desconfié un poco porque no se hicieron las cosas bien. Trajeron a Trapattoni, que era muy famoso y autoritario, pero nunca logró entender a los jugadores. Ahora, después de mucho probar, encontraron a Roger Schmidt… Roger Schmidt es increíble”.

y 9.- Mientras esto sucedía, los ultras del Red Bull no paraban de saltar y cantar. Tal era el ruido que la fiesta en la tribuna de enfrente quedaba en un segundo plano. Kampl y Alan, desconsolados, miraban a su afición en silencio. Había terminado una aventura maravillosa. Bajé las gradas que conducen a la sala de prensa y esperé a que saliera Roger Schmidt. El alemán, claramente afectado por la derrota, lamentó las ocasiones falladas durante los treinta minutos de dominio apabullante que tuvo su equipo. “Creo que mejor no se puede jugar al fútbol”, dijo. Le preguntaron si la inexperiencia de la plantilla pudo tener un peso crucial en el desenlace de la eliminatoria: “Es posible, sí. Lo que está claro es que esta derrota nos va a ser útil en un futuro. La siguiente temporada jugaremos la Champions League y nuestro objetivo es que, mediante este estilo, partidos tan importantes como el de hoy no sean una excepción, sino que sean parte de nuestra rutina”. No hubo más preguntas. No había nadie en la sala que dudara de que, tarde o temprano, lo van a lograr. El Red Bull apunta altísimo.

* Ignacio Archondo.

– Foto: Getty Images




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