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Capello fue el elegido por la federación rusa para buscar la clasificación para el Mundial 2014, y podemos decir –salvo sorpresa inesperada de última hora– que la apuesta ha sido ganadora. Fabio ya indicó que era mucho el trabajo que había que realizar dentro del combinado ruso si se quería alcanzar el objetivo marcado. Y el técnico italiano ha demostrado con creces que ha cumplido con su sentencia. Si algo ha realizado Capello es trabajar mucho. Su presencia en los diferentes estadios de Rusia era una norma a la que no ha faltado nunca para a tener el conocimiento más exhaustivo posible de los efectivos de los que puede disponer.
El italiano ha tenido que acometer un relevo generacional importante y lo ha llevado a cabo con éxito. Esta selección dista de aquella que asombrara a Europa en el año 2008, con la clasificación para semifinales de la Eurocopa de Austria y Suiza. En el mundial del 2012 quedaban rescoldos de aquellos que tanto hicieron disfrutar a su país –y a los aficionados neutrales– cuatro años atrás. Pero a día de hoy, Rusia poco tiene que ver con aquel combinado. Ni en jugadores ni en idea de juego. Capello ha tratado de inculcar una identidad diferente a una selección siempre marcada por la frialdad y la anarquía de sus jugadores. Para Fabio el primer objetivo era superar ese escollo.
Ayuda al técnico italiano la presencia de entrenadores como Spalletti, Berdyev o Slutsky en algunos de los principales equipos del país en las últimas temporadas. Estos preparadores tienen dentro de su idea del juego buscar el equilibrio defensivo y sus conjuntos suelen ser los que mejor se desempeñan sin balón en el campeonato, con unas defensas trabajadas en el repliegue defensivo.
Si volvemos la vista atrás, el gran éxito de Rusia en el 2008 se debió al talento que tenían sus jugadores de ataque. Hoy día no es posible suplir a un nivel cercano en cuanto a calidad ofensiva en la selección rusa a jugadores como Arshavin, Pavlyuchenko, Zyryanov, Bylialetdinov o Zirkhov. Ellos eran los que ponían el toque diferencial a una selección que jugaba muy bien al fútbol, pero que también sabía ser sobria. Capello ya no cuenta con ellos, aunque estén en activo, puesto que su rendimiento ha decrecido de manera importante. Y sus relevos son futbolistas de condiciones diferentes. Fabio debe hacer bloque y conseguir mezclar la idiosincrasia propia del jugador soviético con el gusto por la pelota como principal característica, con la obligatoria cultura de trabajo sin balón para alcanzar éxitos en el fútbol actual.
La mezcla que ha obtenido no es mala, ni mucho menos, pero de cara a la competición mundial sí que parece insuficiente como para pensar en Rusia como una selección protagonista en la gran cita futbolística del 2014.
La actual selección rusa trata de ser un bloque compacto donde el talento no es la característica más llamativa ni predominante. Capello ha creado un equipo de carácter moderno que en ataque busca la combinación y el juego elaborado y defensivamente es ordenado, con sus líneas juntas y la tendencia a buscar el robo en las zonas laterales. El conjunto se muestra trabajado, como no podía ser de otra forma siendo Fabio el entrenador, pero no es brillante y tiene déficits derivados de la falta de grandes talentos dentro de sus jugadores.
Su columna vertebral está perfectamente definida. Es en los costados donde Capello está realizando más pruebas para encontrar a los jugadores que le ofrezcan mayor desequilibrio dentro del orden establecido. Rusia juega con un 4-3-3 y en él son fijos Akinfeev en la portería, Ignashevich y Berezutsky como centrales, Kombarov como lateral izquierdo, el trío Denisov, Shirokov y Fayzulin en el centro del campo y Kerzhakov en la punta del ataque.
Su centro del campo admite las variantes más creativas de Glushakov y Dzagoev –para Capello supone una gran ayuda que su entrenador (Slutksy) lo utilice de manera habitual enla liga como mediocentro–. El problema para el italiano es encontrar el equilibrio ofensivo-defensivo porque los tres primeros brillan en un juego de transiciones y defensa agresiva, mientras que los dos suplentes le otorgan mayor creatividad en el ataque elaborado pero no le dan tanto sostén defensivo al conjunto.
Junto a ese problema de cómo encajar el mediocampo, Capello busca encontrar a sus mejores jugadores exteriores. En el lateral derecho, Anyukov parece que se cae y es Kozlov su sustituto. Junto a Kombarov –en la izquierda– compone un dúo de laterales que puede aportar amplitud y profundidad en ataque. Es especial el zurdo del Spartak, que pasa por ser, posiblemente, el mejor jugador técnicamente con balón de los habituales en el once inicial.
Kokorin se establece como alternativa más fiable de la selección rusa de cara a portería desde la banda izquierda. Sus goles y su movilidad tirando la diagonal interior o los desmarques de apoyo y al espacio le dan fortaleza a un ataque ruso muy poco creativo. Mientras que en la derecha se vienen alternando un Bystrov más profundo sin balón pero no determinante con él y un Samedov que ofrece buenos centros y juego interior.
En la punta del ataque, el panorama es desolador para Capello. Rusia vive un momento de déficit muy acusado de generación de delanteros. Y Kerzhakov sigue siendo la primera opción. Sasha es la siempre presente opción en profundidad que le permite al equipo salir al contragolpe, pero sus números nos muestran que su punto de mira está desajustado. La alternativa es Smolov, jugador de perfil similar pero con mayor capacidad de apoyo y menos agresividad en las rupturas. No tiene más Capello, salvo a un Artem Dzyuba que podría utilizar como boya o rematador de los centros laterales y que tampoco va siempre convocado.
Fabio ha creado una Rusia desde el orden pero que en ataque se muestra pesada y a la que le cuesta salir al contragolpe porque Kerzhakov muchas veces está muy lejos y es sólo una opción en profundidad. Para competir mejor necesitaría un talento que el fútbol del país ahora mismo no le proporciona.
* Miguel Canales es director del proyecto “Fútbol Global“.
– Foto: Reuters
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