1.- Uno de los primeros lanzamientos entre los tres palos, por no decir el primero, del Real Madrid en todo el partido de hoy se produjo en el minuto 90, cuando Benzema enganchó un derechazo que llegó blando y manso a las manos de Andrés Fernández. Para un equipo que se ha distinguido durante prácticamente toda su historia, y sobre todo en los últimos tiempos, por ejercer una pegada brutal sobre el rival, unos números ofensivos tan pobres como los realizados hoy en Pamplona resultan muy tristes. El Real Madrid, por capacidad individual de todos sus jugadores, debería crear un mínimo de diez ocasiones de gol por partido más o menos claras.
2.- El Real Madrid no está engañando a nadie. Ni siquiera los blancos, autores de remontadas históricas tanto en eliminatorias como en ligas memorables, tienen opciones reales de darle la vuelta a los 16 (ahora 15) puntos que los separan del Barça, y ni siquiera podemos afirmar a ciencia cierta que vayan a acabar por delante del Atlético de Madrid. Por ello, podría tener cierta lógica la falta de ambición de los jugadores dentro del terreno de juego. Como dijo Albiol al final del partido, hay que centrarse en la Copa y en la Champions, aunque puede reflexionarse si esta decisión no acabará siendo contraproducente.
3.- Ese momento en el que el Real Madrid tira la liga de forma consciente (y no por mera relajación espontánea de los jugadores) es hasta valiente en cuanto que hay que tener valor para carecer de la autoestima necesaria y no avergonzarse por el camino. En eso el Madrid es honesto, pero no por ello se debe dejar de señalar el deplorable papel que ha alejado al equipo del título, del cual tienen responsabilidad tanto los futbolistas como el técnico. Quizás más este último por ser el encargado de transmitir a sus hombres las actitudes y desarrollos tácticos necesarios.
4.- Una vez hemos reconocido la falta de ambición madridista, veamos en qué puntos se exterioriza sobre el verde. Lo primero que llama la atención es la ausencia en el once inicial de dos jugadores clave: Özil y Benzema. Se puede hablar de rotaciones, de buscar refrescar a algunos miembros de la plantilla, aunque parezca algo chocante justo después de las vacaciones y sin Cristiano, sancionado, por lo que habrá que inventariarlo como enfoque claro hacia el partido de Copa contra el Valencia. Si ya la creación no está siendo destacable en este Madrid, sin Ramos, Pepe ni Özil resulta inexistente.
5.- La consecuencia directa de ello fue la ausencia de juego en la medular, sustituido por incesantes balones largos y cambios de juego que resultabann la mejor arma blanca, quizás la única. También influyó el rocoso doble pivote de Mendilibar, con dos centrales reconvertidos como son Oier y Lolo, encargados de barrer todo lo que encontrasen en su zona. En ese juego directo eran fundamentales las apariciones de Di María y Callejón. El primero lleva meses desaparecido y da la sensación de que cada vez se le espera menos. El segundo es un cálido rayo de sol entre nubarrones.
6.- En esa situación, el Madrid debería poder recurrir al hombre que genera pausa y concierto, Modric. El croata es un delicado cristal de Murano en el interior de un rascacielos en demolición; su elaboración concienzuda y tranquila no encaja aún en este Madrid, ni como eje de creación ni como acompañante del mismo. Modric ha estado encerrado continuamente entre la maraña rojilla y no ha sabido aparecer. Su fichaje recuerda al de Rafael Van der Vaart en el 2008. El holandés llegó a una plantilla en la que sobraban trequartistas y su papel se ponía en duda, pero su voluntad y ahínco lo convirtieron en un jugador casi esencial. Esa entrega no se atisba todavía en Modric.
7.- Una evidencia más de la parsimonia voluntaria madridista son los últimos veinte minutos. Si el Real Madrid hubiera querido ganar el partido, habría encerrado a Osasuna atrás y El Sadar habría estallado de júbilo con el pitido final por haber logrado un punto contra el campeón. Por el contrario, muchos pamplonicas habrán abandonado el estadio pensando que más que sacar un empate, han perdido dos puntos.
8.- Varias de las ocasiones osasunistas fueron originadas por pérdidas de balón en la zaga blanca o por despejes imprecisos, muestra esto también de la relajación y la falta de práctica de, sobre todo, uno de los centrales, Raúl Albiol, muy impreciso. La mayoría de los despejes iban hacia el centro, al lugar donde más rivales había, comenzando una nueva jugada en contra.
9.- Entre todo ello, estaba Osasuna en el terreno que más le gusta. Se convirtió en el Osasuna-Real Madrid habitual siempre y cuando los rojillos no reciben rápido un gol. El equipo cierra líneas con habilidad y el sacrificio de todos sus hombres es idéntico. El trabajo de los cuatro hombres más ofensivos para evitar la salida fluida del Madrid fue soberbio y después, tanto Armenteros como Cejudo conseguían enlazar, hasta con sencillez en ocasiones, con Nino y Sola. En otra situación, sin estar el equipo colista y necesitado, muy probablemente habría ganado el partido porque se habría creído capaz. Hoy no se lo creyeron.
10.- La expulsión de Kaká resulta casi irrisoria. En un Madrid en el que reinaba la desorganización y el caos y en el que la mentalidad de varios hombres se ha puesto en duda, acaba en la caseta antes de tiempo el hombre tranquilo, el que tiene cara de no haber roto un plato en su vida, que entra a un partido que otrora habría podido decidir él solo y es expulsado por dos acciones extrañas y dudosas. Una excusa más para que Mourinho lo considere más un lastre que una solución.
y 11.- La última muestra de la dejadez merengue es que en los últimos minutos, en un córner a favor con el empate a cero y con la necesidad de sumar de tres en tres, tan solo había tres jugadores del Madrid en el área de Osasuna para rematar. Si no se intenta, no se puede ganar.
* Jesús Garrido es periodista.
– Foto: Villar López (EFE)
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