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1.- Mourinho pensaba en el martes. De hecho, lleva pensando en ese encuentro de vuelta de semifinales de Copadel Rey desde hace muchos días. Claro está que ganar el título de liga es imposible, y aunque quisiera salir del Madrid a final de temporada, si lo hace con algún título en la maleta le sabría mejor. Partiendo de esa base, la liga es secundaria desde hace tiempo y la empleará para rotar, como quería haber hecho hoy en Riazor.
2.- Sentó a su vera en el banquillo una cantidad de quilates tan pesada que por poco provocan un socavón en el suelo del campo coruñés. Cristiano, Özil y Khedira eran testigos oculares de uno más de esos partidos que suele hacer el Madrid lejos del Bernabéu, pero por una vez no eran ellos cómplices en la autoría del delito. Ninguno de ellos debía jugar ni un minuto, ya que por muy mal que jugase el Madrid, debía ganar a un Deportivo muy escaso de recursos. Pero el concurso de recuperación de talentos que hicieron los blancos tuvo que cobrarse varias víctimas entre los participantes.
3.- Para el puesto de doble de Xabi Alonso se inscribió Luka Modric con una carta de recomendación buenísima firmada por el entrenador del Queen’s Park Rangers. Su cometido era representar el papel del donostiarra lo mejor que pudiese en ausencia del mismo. El croata lo intenta, eso no se le puede negar, pero él juega a otra cosa. En otros partidos, el Madrid es dinamismo, velocidad, electricidad, y ahí se pierde porque supera su ritmo pausado. Hoy, con un equipo estático e inerte, se situaba demasiado atrás como para ser trascendente en el juego. Eso sí, es exactamente lo que se le pedía, pero no influía en la creación fluida de fútbol.
4.- Ello también es culpa de otro de los concursantes, Essien. Ubicado en la zona de influencia de Sami Khedira, el ghanés se pierde. Tiene el físico necesario para el ida y vuelta, pero no la calidad para romper las líneas propias y rivales con llegadas al área. Ni cumple el papel de desahogo para Modric que el croata requiere. Sin esto último, el juego del Real Madrid consistía en cambios de frente continuos a los extremos solitarios para superar la zona medular, donde no circulaban el balón.
5.- Mientras, el Depor estaba extrañamente cómodo. No porque sea extraño estar cómodo contra este Real Madrid, lo cual sucede a menudo a muchos equipos inferiores a los blancos, sino porque para el Depor estar cómodo esta temporada es extraño en cualquier situación. Los tres hombres que colocó arriba Fernando Vázquez se reventaron en la presión del balón, y si eran superados, la línea de Abel Aguilar y Assunção hacía el resto del trabajo. Especialmente afinados estaban Riki y Pizzi, dos cuchillos en el contragolpe durante la primera hora de partido. Hasta que las fuerzas les aguantaron, hicieron un descosido salvaje a la defensa del Real Madrid.
6.- En medio de esa telaraña blanquiazul había un hombre tranquilo, jubilado de las tareas defensivas, pero con la mente muy fresca para leer un partido con los ojos cerrados. Valerón era ese líder silencioso que necesitaba el entramado de Vázquez para funcionar. Si el trabajo de contención no encontraba un hombre que le diera salida, no servía de nada, y ese era el canarión. Su toque hacia Pizzi en el gol de Riki parece intrascendente, pero desciende de un millón de toques intentados y conseguidos a lo largo de 18 años de carrera. Pase suave y preciso a la carrera del compañero, que lo habilita de forma ventajosa para después servir al delantero.
7.- Diego López creía en que Riki se hubiera quedado sin el suficiente ángulo para batirlo por el primer palo, y pecó de confiado. El excanterano disparó fuerte pegado al palo, un tiro complicado pero muy parable. Más que eso, de obligado despeje del portero.
8.- Con el Depor en ventaja, agazapado como un niño tras las faldas de su madre, el Madrid no tenía ningún factor que marcara la diferencia. En otro tiempo, sin Cristiano Ronaldo en el campo y con Di María fuera de tono, ese diferencial lo podría haber ofrecido Marcelo. El brasileño aún está muy lejos de su mejor forma física, se le nota en exceso. Sufre en defensa y no es capaz de aportar ni lo más mínimo en ataque, y ayuda en la creación, que suele ser muy buena, no aparece.
9.- Sin nada que mejorase en la segunda parte lo visto en la primera, Mourinho tomó la solución que le hubiera ofrecido cualquier informático: “resetea el equipo”. El de Setúbal reinició el partido, aunque tan solo le dejaron jugar los últimos 30 minutos. Eliminó del concurso a los participantes que habían fallado y probó con las estrellas consolidadas en la materia. Cristiano, Özil y Khedira salieron al rescate y el equipo volvió a funcionar a un buen nivel.
10.- La triple permuta, además de subir el bajo nivel madridista, mejoró de forma palpable a uno de los que ya estaban, Kaká. Sigue dando motivos a Mourinho para confiar en él: juega, hace jugar y hasta marca, con un tiro muy de su escuela, con rosca desde la frontal, fallo en la marca de Aguilar incluido. Después, sin que surgieran las prisas ni el nerviosismo por lo cercano del final, el brasileño habilitó a Cristiano, que entró en el área gallega solo. Pudo marcar y ampliar su ingente cantidad de goles, pero fue inteligente y asistió a Higuaín. Y lo que necesitaba ese gol el Pipa es incalculable.
y 11.- Más allá de los goles y la remontada, lo que ganó el Real Madrid fue juego, capacidad creativa e ideas frescas. Si a un Depor exhausto le pones a tres jugadores desequilibrantes recién sacados del horno, lo más probable es que lo mates. La solución de Mourinho personalmente me recordó a la que utilizó en un par de ocasiones Vanderlei Luxemburgo cuando dirigió a los merengues. Rotaba y, si le salía mal, metía de una tacada a Zidane, Raúl y Ronaldo. Al brasileño le fue mal contra el Valladolid en el 2005, la suerte le sonrió esta vez a Mourinho.
* Jesús Garrido es periodista.
– Foto: Miguel Vidal (Reuters)
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