El Olympique de Marsella llegaba a Dortmund con la etiqueta de ser el último equipo que se había llevado la victoria en el inexpugnable feudo del Signal Iduna Park. Fue en el 2011 y significó la eliminación del Borussia de las competiciones europeas y el pase del conjunto marsellés a los octavos de final de la Champions League. Esta vez el contexto era similar, ya que un tropiezo significaba sumar cero puntos en dos jornadas y empezar a complicarse mucho la vida en el temible grupo de la muerte junto a Arsenal y Napoli.
El equipo de Klopp –sancionado por su expulsión en Nápoles– tenían las importantes baja de los titulares Weindenfeller, Schmelzer, Piszczek y Gündogan. Pese a ello, no varió el esquema y salió con su habitual 4-2-3-1, con Sahin junto a Bender en la sala de máquinas y el debutante en la competición Erik Durm en el lateral izquierdo como principales novedades.
El Marsella, por su parte, partió de inicio con el mismo esquema que su rival y su equipo de gala, a falta de su delantero centro, Gignac, lesionado y sustituido por el tunecino Khelifa.
La clave del encuentro iba a ser cuál de los tridentes de mediapuntas iba a llevarse el gato al agua. La velocidad vertiginosa de Reus, Mkhitaryan y Aubameyang –de izquierda a derecha– o el talento y la asociación de Ayew, Valbuena y Payet.
Pese a la buena primera parte del francés Valbuena, que llevó bien la batuta de su equipo, Ayew y Payet estuvieron desaparecidos y superados por Durm y Grosskreutz en defensa. Trenzaron muy pocas jugadas de peligro y surtieron a Khelifa de muy pocos balones. Además, en defensa no ayudaron bien a Fanni y a Mendy en los laterales.
La segunda línea amarilla va cuajando partido a partido, y cuando tiene espacio por delante es letal. En cuestión de cinco segundos su velocidad cambió el partido: de una falta mal sacada a favor del Marsella en el área del Dortmund al gol de Lewandowski tras un contraataque en el que el Borussia llegó al área de Mandanda con seis atacantes contra tres defensores. Todos ellos sin molestarse y sabiendo ocupar los espacios. Klopp lo tiene preparado y sus jugadores saben cuándo atacar así. De hecho, el que asiste en el gol es el joven Durm.
Reus fue el amo y señor del partido: lanzó el contragolpe del primer gol, anotó el segundo con un centro de falta que se tragó Mandanda y provocó el penalti del tercero anotado por Lewandowski tras tirar un caño a Lucas Mendes. Partiendo desde la izquierda, su movilidad e intercambio de posiciones fue imposible de parar para el Olympique durante todo el partido.
El conjunto de Élie Baup tenía claro cómo no perder el partido. Para ello salieron bien plantados con el doble pivote formado por Romao e Imbula, que consiguió hacerse con la batalla inicial en el centro del campo ante Sahin y Bender. Intentaron de inicio no perder balones en campo propio ante la incesante presión del Dortmund. Incluso hubo momentos en los que Valbuena estaba muy cómodo sobre el campo, y la posesión de balón total fue superior a la del Dortmund. El Marsella no quería que su rival corriese, y de hecho no fueron muchas las contras que concedieron con el resultado a cero. Sin embargo, la primera que concedieron terminó en gol y tiró todo el buen planteamiento por los suelos. El segundo llegó en un error de Mandanda y el tercero llegó ya con el equipo rendido a un rival superior. Quizás pueda recriminarse la poca oposición que ofrecieron los franceses cuando encajaron el segundo gol.
Jürgen Klopp tiene en Kevin Grosskreutz un comodín de garantías. No es raro para él partir desde el lateral derecho para suplir la baja de Piszczek. Está claro que el técnico alemán aprovecha su vertiente ofensiva y tiene como consigna doble al extremo en todos los ataques, como hizo con Aubameyang durante todo el partido. El encuentro fue una pesadilla para el lateral izquierdo francés, Mendy, que se vio superado siempre en número en su flanco. Hacia allí acudían Reus y Mkhitaryan en busca de segunda jugada y desde ahí esperaba Lewandowski que llegasen los centros. Por ese costado llevó todo el peligro el Borussia Dortmund porque así lo había planeado Klopp. El Marsella ya estaba herido cuando salió Blaszczykowski para meter el dedo en la llaga.
La victoria del Borussia Dortmund fue justa aunque quizás el resultado castigue más de la cuenta a un Olympique que no hizo las cosas tan mal. Los hombres de Klopp están recuperando esa solidez defensiva que les permite jugar a correr. Por su parte, el equipo entrenado por Élie Baup necesita mejorar en la concentración en todas las fases del encuentro y ser un poco más descarados en ataque.
Con esta victoria, el Dortmund recupera las buenas sensaciones que está dejando en la Bundesliga y que ofreció en la Champions del año pasado, antes de viajar al Emirates en la tercera jornada. Por su parte, el Marsella se presume como el equipo más flojo del grupo más fuerte y tiene una final en el Vélodrome ante el Napoli en la próxima jornada.
* Marc Pons es periodista.
– Fotos: dpa
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