El club de lectura

por MARTI PERARNAU el 24 enero, 2013 • 23:46

1.- Al descanso, Andrés Iniesta tomó una decisión: se cambiaría las botas. Dicho y hecho. Dejó en la caseta las de correr y se calzó las de pensar.

2.- Y fue el club de lectura. Sabíamos que sabe leer los partidos, los momentos para cada decisión. En qué instante tomar el pulso, en qué momento acelerar y ahogar, en qué minuto pausar para parpadear. Sabíamos que Iniesta es la segunda opinión del doctor Hernández y que donde no llega uno, ahí está el otro, consulta abierta 24 horas al día, dedicación plena al fútbol. Sabíamos de la afición de Andrés por la lectura, pero es que ya es mucho más que eso: por sí solo es un club entero de lectura.

3.- Iniesta, al que le cabe todo el fútbol en su pequeña carrocería, ha encontrado los idóneos compañeros de lectura. Pedro, el más afanado. Pedro, definitivamente convertido en 9 líquido, magmático, abarcando todo el campo, a lo ancho y a lo largo, torrencial en el esfuerzo pero cada día más inteligente en la decisión, en la lectura, aprendiz de bibliotecario del editorialista Iniesta.

4.- Y así el resto, por más que el primer tiempo haya sido duro, complejo, repleto de aristas y surtido de resbalones on ice, como si La Rosaleda guardase bajo su verde una patinoire tramposa. Se escurrían visitantes y locales a cada requiebro y se plantaba el Málaga de Pellegrini como un señor de aúpa. ¡Menudo equipo este Málaga!

5.- Hasta el minuto 6, Xavi ni ha olido el cuero, lo que ya es noticiable. Presionaba alto el equipo de Pellegrini, que ha ido a más en esta trilogía de encuentros. Pálido en Liga, espumante en el Camp Nou, hiriente hoy, con muy mala intención en todos sus pasos. Mordían raso Iturra y Camacho, descargaba Santa Cruz una y otra vez, se anticipaba Gámez casi siempre y no había un blanquiazul que no cerrase bien por dentro, inutilizando cualquier combinación blaugrana, fuese en corto o en largo.

6.- Olía a partido de gala y lo ha sido. Un partido de fútbol es un ser vivo: nace, crece, se reproduce y muere. Este ha tenido todas las fases, aunque quizás no por el mismo orden. Sin que supiéramos aún si el partido había nacido, Pedro ya había marcado de cabeza, llegando desde el silencio y las sombras. Y en réplica exuberante, transición eléctrica para un control-chut de Joaquín a las mallas. Joaquín, el más extraterrestre de los terrenales, genio eternamente incomprendido, fenómeno de la flotabilidad sobre un césped…

7.- Buscaba siempre el Málaga herir el costado débil de los visitantes y lo conseguía con cierta sencillez. Eliseu y Duda lanzaban en diagonal y encontraban mal perfilado a Alves o a Mascherano en dificultades para ayudar a Jordi Alba. De un lado o de otro, al Barça le dolía la propuesta de Pellegrini, un entrenador inteligente al que solo le falta un pequeño paso para certificar su excelencia.

8.- Al Barça le dolían los resbalones propios y las apariciones de Joaquín, pero incluso sin controlar tiempos y ritmos lograba mandarle cuestiones delicadas a Kameni. El portero camerunés le ha sacado dos cara a cara a Messi, nada menos, y el larguero un disparo a un Iniesta todavía sin las gafas de leer. Muy separados entre sí los cinco hombres del centro del campo, Xavi no encontraba el último pase y el Barça transitaba por la media hora en la carroza de Messi. Era Leo quien decidía, todos buscándole y Messi buscando el gol.

9.- Al descanso, ya lo he dicho, Iniesta se ha puesto las botas de leer y sus compañeros, la fusta de azuzar y la salida ha sido en catarata, apretando al Málaga contra Kameni hasta dejarlo sin aliento. Han bastado cuatro minutos del segundo tiempo para el Alley-oop. De Iniesta a Piqué, a quien nadie esperaba por el área opuesta a la suya. Piqué, el hombre de más. Alley-oop.

10.- Y como si se hubiera hartado de control, al Barça de Tito, el de la refundación tras cuatro años de control estricto de los ritmos, le ha dado por liberarse a la carrera. Parece como si los jefes del control también quieran ser los amos del sprint. Durante veinte minutos, los de la madurez del partido, el Barça ha reinado en La Rosaleda como si se tratara de su castillo particular. Por aquí, por allá, por donde decía Iniesta, una samba, un festín.

11.- Un festín mal finalizado, desde luego, pues de lo contrario hablaríamos de una catástrofe para el Málaga, pero no ha sido así. Incluso Xavi se ha redimido en ese largo tramo, feliz por reencontrar cuero y compañeros, aproximándose a Messi, compartiendo con Iniesta, que por entonces ya iba por media biblioteca engullida. Sufre Xavi al ritmo de estos nuevos velocistas, salvo en las fases en que pide calma o cuando se mete en área ajena, pero este Barça de la fusión, el que empieza a querer más rapidez que calma, parece inevitable. Será así. Igual de preciso, más veloz. Menos controlado, con mayor riesgo, difícilmente batible.

12.- Ese mayor riesgo ha llegado en otro gran contragolpe malacitano, espléndido y feliz, un festival de toques rápidos a la primera, con Santa Cruz concluyendo en el empate. Gol local durante la avalancha visitante, una de esas maravillosas contradicciones entre lo que se presiente y lo que verdaderamente sucede cuando quien domina no finaliza con acierto.

y 13.- Pero a la herida le ha seguido el redoble. Un tercer gol casi de fuegos artificiales, homenaje del dúo Cesc-Iniesta a los equilibristas, ha destruido definitivamente el pulso. El Málaga había luchado contra gigantes y los gigantes no fueron molinos, sino monstruos. Incluso Alves centraba con templanza en el cuarto tanto (ya lo hizo en el primero, otra noticia), para ponerle el sello notarial a otra noche dulce para los culés, que empiezan a sentirse cómodos y fuertes en esta nueva piel que se han creado.