1.- La noche española es oscura. Ya ha entrado la madrugada y cada minuto que pasa desde que Fred adelantó a Brasil se va apagando un televisor en nuestro país, siendo a la una menos cuarto de la noche cuando se produce un apagón multitudinario. Ya es tarde, mañana hay que ir a trabajar y Neymar, junto al milagroso pie de David Luiz, deprime a todos aquellos trasnochadores que esperaban cerrar un ciclo en Maracaná contra la pentacampeona del mundo.
2.- Brasil en casa es una jauría de galgos con la presa a la vista, salivando desde la jaula para salir despavorido tras ella hasta que le dan caza. Y si esa presa es la que se ha puesto chulita, con más motivos para querer comérsela. Es el Brasil de Scolari ante su rival ideal para desplegar todo su potencial, a su estilo, el que le gusta y que le sirve para ganar. Puede gustar más o menos, pero jugar a presionar, agobiar y arrancar a velocidad de la luz es muy lícito, tanto como el toque elegante y pausado de España.
3.- Para que el juego de esta Brasil consista en mordiente y pulmón tienen que darse dos condiciones fundamentales para su perfecto desarrollo. La primera es la motivación absoluta y la convicción de sentirse superiores y capaces de ganar a cualquiera. Brasil está acostumbrada a ser favorita allá donde va, considerados siempre los mejores del mundo, de la historia. Saber que hay un grupo de jugadores que quieren disputarles ese título honorífico les asquea y les obliga a reaccionar. Hoy han sacado toda esa rabia que llevaban acumulando cinco años y los ha convertido en insuperables. Además, a los dos minutos, la suerte les sonrió al adelantarse en el marcador. Más motivación aún para seguir.
4.- La segunda condición es el físico. No se puede ganar a España como hoy lo ha hecho Brasil sin un estado físico cercano a la perfección, un aguante casi milagroso a un despliegue de noventa minutos con apenas un descanso de quince minutos de por medio. Ni siquiera en el mejor partido del Real Madrid de Mourinho ha aguantado un ritmo tan alto contra el Barcelona durante tanto tiempo. La principal baza de España tras el inicio fulgurante y goleador de Brasil era un bajón, una pájara que dejara respirar a Xavi e Iniesta, pero no se produjo.
5.- Con mucha razón se vanagloriará la actuación de Neymar en la noche de Maracaná, Balón de Oro muy merecido de la Copa Confederaciones. Se llevarán menos flashes probablemente, pero Brasil no habría conseguido nada hoy sin el trabajo sublime y constante de Luiz Gustavo y Paulinho. Entre los dos han conseguido lo que casi nadie ha hecho nunca: ocultar bajo un telón de acero a Xavi, Busquets e Iniesta.
6.- El esfuerzo de los mediocentros brasileños impidió que los creadores españoles pudieran dar pases cómodos y veloces, como están acostumbrados, por lo que España no apareció. El segundo pivote se echó más de menos que nunca, evidenciándose una falta enorme de estabilidad en la medular española ante el agobio de la Canarinha, sin líneas de pase, sin apoyos sencillos. El receptor de la pelota se encontraba con tres de esos galgos brasileños a su alrededor, deseosos de arrebatarle la pelota y generarle una ocasión de gol al contragolpe.
7.- Cuatro momentos marcaron el porvenir del partido. El primero fue el gol inicial, producto de un rebote desafortunado para España. Después, tras cuarenta minutos de sufrimiento agonizante, Torres y Mata se inventaron un hueco y Pedro tenía el gol cuando David Luiz lo impidió. Poco después Neymar mataba el ánimo español con el segundo del partido. Y por último, Fred se encargó de que no sirviese de nada la posible recuperación anímica del conjunto de Del Bosque tras el descanso. La expulsión de Piqué es más una consecuencia de lo anterior, provocada por las flechas llamadas Neymar y Hulk.
8.- El que peor lo pasó de toda la selección española fue Álvaro Arbeloa. Ha sido objeto de continuas críticas a lo largo de los años que lleva en el Real Madrid, muchas de ellas inmerecidas. Casi siempre destaca en este equipo por lo contrario a lo que suele ser este equipo, es decir, a Arbeloa, el menos técnico de todos, le cuesta seguir el ritmo de toque y precisión de los demás, pero suele rendir defensivamente. Hoy no le funcionó ni una cosa ni la otra. Fue absolutamente desbordado por una de las mejores bandas izquierdas del mundo: Marcelo-Neymar. Dejó su sitio a Azpilicueta, pero el daño ya estaba hecho.
9.- Del Bosque sacó también a Navas al poco de la reanudación. 2-0 era un resultado duro pero muy remontable siempre que se consiguiera un gol rápido. El de Los Palacios serviría también para frenar las subidas de Marcelo y fijarlo más en la defensa. Su primer enfrentamiento provocó un penalti. Ya tenía España tres goles en contra, pero marcar permitía seguir vivos. Sergio Ramos fue directo a por la pelota, no dudó un instante hasta que no vio claro hacia dónde se iba a lanzar Júlio César. Ante la duda, trató de ajustar, pero se le fue.
10.- Marcelo estaba más tranquilo, pendiente de Navas, pero el resto del partido seguía exactamente el mismo guión de los anteriores minutos. Xavi no estaba cómodo, Iniesta no podía regatearse a los once brasileños y Torres estaba exhausto demasiado pronto. Brasil, por su parte, estaba muy a gusto, defendiendo con todos atrás, presionando todavía al portador del balón y con tres cuchillos arriba. Algo más de precisión en sus carreras hacia la portería de Iker Casillas y la ventaja de Brasil habría sido escandalosa.
y 11.- Mal de muchos, consuelo de tontos. Sí, seguramente, pero que la afición española sólo piense en lamerse las heridas recordando los últimos cinco años es muy legítimo. Han disfrutado de un bloque de jugadores que han hecho olvidar un siglo de sufrimiento, de decepciones casi obligadas para llevarlos a la cima del mundo y a gobernar dictatorialmente el fútbol en Europa. El ciclo no se cierra aquí, eso no hay que olvidarlo. Esta misma generación volverá el año que viene al mismo escenario para tratar de revalidar el título de Sudáfrica. Hasta entonces los españoles nos merecemos seguir recordando el Mundial y las dos Eurocopas consecutivas.
* Jesús Garrido es periodista.
– Fotos: Marcos Brindicci (Reuters)
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