1.- El Barça ha dejado de ser la máquina que aplastaba rivales desde la jerarquía emocional. Hoy es un gran equipo que compite sin la regularidad de los 95 minutos, con altibajos en el juego y distancia abismal entre el nivel de sus futbolistas, excelentes algunos, anonadados otros. Cuando el equipo se “siente” otra vez Barça es capaz de someter y dominar al rival hasta llevarlo a la agonía; pero cuando deja de “sentirse” Barça es él quien agoniza en cualquier acción, por nimia que parezca. Es un Barça extremista y extremizado, llevado al extremo, para lo bueno y para lo malo.
2.- Capaz de ser pasado por encima por un PSG hiriente y venenoso, pero de recuperarse a partir de un pase zidaniano de Alves a Messi a partir del cual el campo hace bajada para el equipo de Tito. Capaz de esterilizar a un rival tan agudo como el parisino, pero también de conceder ocasiones sin cesar, olvidando las viejas pautas de control que le llevaron a la gloria cuando Pep no le pasaba ni una al grupo.
3.- El de hoy es un Barça que, pudiendo conquistar París tanto como salir vapuleado, lo que hace es dejar la capital francesa con heridas profundas en isquios, rodilla y corazón. Para Vilanova habrá sido un amargo regreso al ver caer, uno tras otro, a Messi, a Mascherano y el empate. Con las sextas semifinales consecutivas en la cartera, al Barça le espera un partido de vuelta nuevamente al límite en el que el PSG se vestirá, también nuevamente, otra vez de Chelsea.
4.- Porque Ibrahimovic se disfraza de Drogba, Lucas Moura de Ramires y Pastore rememora a Juan Mata en aquel mítico rol de lateral interpretado hace un año. Así se viste Ancelotti en la noche parisina, sorprendiendo con Beckham en el puesto de Verratti, pero novedad estéril y artificiosa. El técnico italiano pretende que el Barça ataque por el costado de Jallet, Alex y Matuidi y los barcelonistas le hacen caso, enredándose por ahí. En el otro costado, pista libre para Dani Alves, al que sujetan 2×1 entre Maxwell y Pastore. Intentan sujetar, mejor dicho, porque el brasileño encuentra el hábitat que gusta: espacio y velocidad. Y en ese entorno, Alves vuelve a ser el mejor extremo derecho que puede tener el Barça, aunque a cambio haga sufrir pesadillas a Piqué para cubrirle las espaldas.
5.- Se presenta Vilanova como cabía imaginar: con Villa entre centrales trabajando para Messi y Alexis al costado. No funciona. El asturiano no está para fajarse con emperadores como Thiago Silva, algo que sí es capaz de intentar el chileno, que cuaja otra noche de esfuerzo titánico y generoso, solo estropeada por su infinita torpeza rematadora.
6.- Partiendo desde la derecha, Messi se siente cómodo pero el Barça lo resiente. Sus compañeros trabajan el otro costado para terminar abriendo a la derecha, por lo general hacia Alves. Está replegado el PSG, con Matuidi sobre Iniesta, y un plan sencillo: balones a Moura buscando la espalda de Mascherano y Alba. A los cuatro minutos, un maravilloso pase de pecho de Pastore sobre Lavezzi finaliza en el palo de Valdés, que durante media hora tendrá que sacar varias manos excelentes para salvar a su equipo.
7.- Para entonces, Piqué ya está con tarjeta amarilla porque el Barça no controla el ritmo como suele y está llegando tarde a las interceptaciones. Busquets sufre como un perro. Carentes de presión arriba, donde a la habitual abstención de Messi se añade la de Villa, solo Alexis ataca a los defensas franceses y este defecto repercute directamente en Busquets, que recibe una avalancha de picotazos, agudos y repletos de veneno. Como al Barça le cuesta finalizar en remate, se ve sometido al riesgo del contragolpe local, peligrosísimo
8.- La lentitud en el giro de Xavi, unido a la impotencia de Villa entre centrales, ralentiza las acciones de ataque, las hace espesas y sin peligro. En cambio, en defensa todo es precipitación y miedo. Quizás sería mejor invertir los términos: ser más pacientes y agrupados en fase defensiva y más fluidos y arriesgados en ataque organizado.
9.- Liderados por un Thiago Silva majestuoso, con Ibra de hombre-boya bajando melones y pianos y Moura de puñal, el PSG consigue llevar al Barça a un intercambio asimétrico de acciones puntuales: tres minutos de balón para el Barça, tres segundos de contraataque para los parisinos.
10.- Pronto se juntan Messi e Iniesta, con Xavi de hombre de apoyo para distribuir cerca del área parisina, pero esos triángulos no desembocan en finalización, sino en pérdida. No es menos cierto que el PSG se ha vestido de Chelsea y si algo teme el Barça es otro Stamford Bridge. Así que Xavi e Iniesta persisten y atraen y atraen. Son imanes de contrarios. Se juntan, convocan a los rivales, les llaman y cuando acuden a por el balón lo sueltan para el compañero alejado. Bien. Salvo que ahí termina todo, sin malicia rematadora.
11.- Hasta que Alves saca de la chistera un pase de tres dedos a una zona inviable y Messi abre la lata. El gol cambia al Barça, aunque más probablemente al PSG, que desaparece de súbito. Y ni siquiera la lesión de Messi le hace reaparecer. Durante buena parte del segundo tiempo, quien parece haber perdido a su mejor jugador es el cuadro parisino y no el barcelonista, que pese al sustantivo vacío existencial de Fàbregas, domina el partido.
12.- Sin Messi, el Barça controla con relativa sencillez, como si el plan de Ancelotti hubiese ido perdiendo agresividad. No me refiero a frescura física, sino mental, como si los jugadores locales creyesen un poco menos en la idea que el entrenador les había propuesto y los visitantes se sintieran firmes pese a la baja sufrida. Mascherano se anticipa mejor que antes, Alexis continúa peleando contra el mundo (y contra sí mismo), sostiene Busquets y oxigena Iniesta. El Barça compite como en sus mejores días, pero no finaliza como en las noches felices. Pero ya no es el Barça sin ninguna intención de San Siro; más bien es el que padeció horrores contra el Olympique en 2009 o el que se dejó empatar por el Arsenal en 2010. Sufre, pero compite.
13.- Los últimos quince minutos, sin embargo, son una herida abierta por la que se desangra el equipo de Vilanova, con aires de enfermería volante. Se juntan muchas adversidades en poco rato: golpes, caídas, lesiones, tropiezos, incluso el desvío de un balón para que Valdés no complete otra noche de ensueño en su ciudad fetiche. El PSG acabará empatando en el minuto 94 y el Barça se irá de París con la carne rota y el porvenir tembloroso.
y 14.- Porque el buen resultado final no desmiente que quien visitará el Camp Nou dentro de ocho días será otro Chelsea, con Ibra vestido de Drogba esperando tener solamente una ocasión para matar. Será otro partido previsible, pero en esta ocasión sin Messi delante y quizás con Abidal atrás; con Thiago Silva barriendo cuanto se acerque a su meta e Iniesta coronado, a través de los isquiotibiales de Leo, en hombre fuerte del Barça. Esta va a ser una buena prueba de fuego para medir el talante competitivo de semejante grupo: llega el Chelsea de Ancelotti y enfrente, el Iniesta Team.
– Foto: Gonzalo Fuentes (Reuters)
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