Internacional / Champions 2012-2013 / Fútbol 2012-2013 / Fútbol
1.- En la tierra de los inventores, en el Wembley epicentro de los grandes mitos del fútbol mundial desde que aquella Hungría de Higdekuti, Puskas y Bozsik aplastara a la Inglaterra imperial, en el escenario mágico donde Alemania dobló la rodilla frente a Geoff Hurst en el 66, dos conjuntos alemanes conquistaron su pequeño rincón de historia protagonizando una final memorable, grande, abierta, apasionante, sujeta a los cien mil azares de este juego, inclinada finalmente por el requiebro de un futbolista gafado, perseguido por la certeza de que fallaría su último remate nuevamente. Y no falló.
2.- La final alemana ha sido tan apoteósica como anunciaba la trayectoria del Bayern pavoroso y del Borussia eléctrico. Y ha dejado una montaña de acciones brillantes y también de errores impropios. De jugadores deslumbrantes en el acierto, energéticos, vibrantes, entusiastas, humanos en el error, mientras dos entrenadores de carácter visceralmente opuesto tomaban decisiones que marcarían la final.
3.- El inicio del partido ha sido aplastantemente favorable para los borussers. Su presión alta ha resultado demoledora para el Bayern, que ha quedado desnudo en sus carencias de la línea de atrás, al tiempo que certificaba la triste pasividad con que el Barça encaró esa misma defensa en semifinales, sin la menor intención de presionar ni morder. El equipo de Klopp ha mordido, presionado y dirigido al Bayern hacia donde quería: hacia fuera.
4.- Y allí siempre esperaban tres amarillos contra un rojo. Con Lewandowski y Reus cerrando a los centrales bávaros, Schweinsteiger se veía obligado a sacar el balón y solo conseguía hallar una dirección libre: las bandas. Hacia Lahm o hacia Alaba. Pero los laterales recibían de inmediato un 3×1 imbatible, con lo que el Bayern se ahogaba en esas bandas, sin continuidad posible. Y cada ahogo era un robo amarillo y la búsqueda automática de Lewandowski o Reus.
5.- El centro del campo muniqués desaparecía engullido por esa maraña que cerraban finalmente Gündogan y Bender, amos y señores del círculo central. La extraordinaria movilidad de Reus rompía las cinturas rojas y Boateng vivía una pesadilla con Lewandowski, el hombre del pecho de goma que parece imantar el balón. Defendía el BVB con el cuchillo entre los dientes y atacaba juntando a Reus con Lewandowski y dejando las alas para sus volantes y laterales, lo que ha exigido otro despliegue asombroso de Ribéry y Robben, cuya generosidad en el esfuerzo ha valido medio título.
6.- Han sido 25 minutos de formidable dominio borusser, conduciendo al Bayern a un desconcierto inaudito. Un equipo mostraba un enfoque organizativo impecable mientras el otro se movía de manera sincopada, sujeto al rendimiento de sus individuos, pero desorganizadamente. Las deficiencias de los centrales muniqueses fueron muy visibles en esos tramos en que la presión amarilla dejó al Bayern sin más salida que las bandas, donde moría su esfuerzo.
7.- En el minuto 25, Mandzukic remató de cabeza un centro de Ribéry y Weidenfeller salvó con sus reflejos espléndidos. En ese punto cambió el guión. Bien porque el Borussia necesitaba respirar tras su despliegue, bien porque el Bayern empezó a sentirse equipo, el ritmo cambió y el cuadro de Heynckes se quitó de encima la incomodidad.
8.- ¿Por casualidad? No pareció. Más bien hubo una decisión técnica importante: Boateng abandonó el suplicio de vigilar a Lewandowski y fue Javi Martínez quien se ocupó del ‘9’. Empezó ahí otro portentoso recital del mediocentro navarro, a quien el destino parece encomendarle volver a ser central el próximo curso. Javi le quitó a Lewandowski el imán del pecho y al Borussia se le apagó el faro que le servía de referencia.
9.- ¿Solo eso? No, hubo más pero fue tras el descanso. Antes, dos veces Robben y una Lewandowski se quedaron solos ante los porteros rivales y los guardametas ganaron el duelo. En especial Weidenfeller, que ante el holandés hizo la del portero de waterpolo, creciendo con el torso sobre las aguas, agigantándose mientras Robben se empequeñecía, víctima de una profecía autocumplida.
10.- Tras el descanso pasaron dos cosas: apareció Thomas Müller en la media punta, para convertirse en suministrador de balones a Robben y Ribéry; y Javi Martínez se separó definitivamente de Schweinsteiger, lo que ya se había intuido unos minutos antes. Por instrucción de Heynckes, el Bayern pasó a jugar con un único mediocentro (Schweini) y el navarro se ubicó de interior. A diversas alturas y amplitudes, Schweinsteiger, Javi y Müller compusieron un eje vertical que aplastó a Gündogan y Bender. No hubo reacción desde el banquillo borusser.
11.- Ni siquiera cuando Madzukic abrió el marcador a la hora de partido, en un brillante movimiento de Robben liberándose a la espalda de la defensa amarilla, habilitado por Schmelzer, para que el croata finalizara en una acción con ciertas dosis de azar. El empate del Borussia no llegó porque el equipo mejorara sus prestaciones, sino en un penalti chocante del brasileño Dante.
12.- El central bávaro arremetió contra Reus como si tuviera enfrente una puerta cerrada que patear y Gündogan lo lanzó por el costado débil de Neuer (débil relativamente), el izquierdo. Empataba el BVB pero dominaba ampliamente el Bayern, ya decididamente consciente de las flaquezas rivales. Klopp no movió ninguna pieza y si bien es cierto que Heynckes tampoco, los hombres clave del Borussia estaban exhaustos y quebrados y los muniqueses no. El eje Schweini-Javi-Müller había roto el espinazo amarillo y ya todo sucedía en el área de Weidenfeller.
13.- El conmovedor esfuerzo de Subotic salvando el gol decisivo no era más que el alarido del acorralado. La fisura en el centro de la nave borusser era de tal magnitud que su defensa se volvió de cristal. La amarilla es una gran defensa si delante cierran bien sus mediocentros, pero eso ya no ocurría y vimos a los cuatro de atrás perdidos entre la niebla, sin acertar los movimientos de ocupación posicional, ni siquiera para dejar en fuera de juego a Robben y Ribéry.
14.- A falta de un cuarto de hora para el final, el Bayern metió al Borussia en su área durante minuto y medio. Por vez primera en el partido. Acorralado. Y en esas condiciones, con Klopp inmovilizado y sus medios arrodillados, el BVB era carne de cañón. No sabíamos cómo llegaría, pero el cañonazo llegaría.
15.- Lo lanzaron Alaba y Schweini, lo intentaron Madzukic y Müller, lo encontró Robben por donde menos se esperaba, en un balón larguísimo de Boateng que Ribéry congeló en el borde del área para esperar la infiltración del holandés, que volvió a tener un mano a mano contra el portero en una final. Tic tac. Una más. Y por fin…
y 16.- El título consagra al indiscutible rey de Europa esta temporada, algo que no siempre puede decirse con rotundidad. Wembley, sacrosanto escenario del fútbol mundial, ha vivido una final hermosa como pocas, generosa y llena de vitalidad, uno de esos partidos de difícil olvido, de fútbol hermoso y variado, completo y fecundo. Una final monumental. Un campeón con aires de dictador.
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