Tras un encuentro de vuelta que fue mucho más disputado de lo esperado, Lanús se metió en la final de la Copa Sudamericana. Derrotó a Libertad de Paraguay en casa por 2-1 (4-2 en el global) y tendrá así su tercera definición continental. Del otro lado lo espera el Ponte Preta, un pequeño equipo paulista que superó al Sao Paulo (campeón vigente) por el mismo resultado global que lo hiciera el equipo argentino. Así las cosas, la final se antoja como un duelo entre un conjunto que sin ser de los denominados grandes en Argentina sí se ha transformado en un habitual animador frente a otro que está virtualmente descendido en su competencia doméstica.
Lanús fue mucho mejor en la ida en Paraguay que este jueves en su casa. Si bien fueron idénticos los resultados, los dirigidos por Guillermo Barros Schelotto –junto a su hermano Gustavo– no pudieron ser dominantes en el desarrollo del encuentro jugado en Lanús. Sí contaron con algunos guiños que el partido les entregó: por un lado, apertura rápida del marcador (desvío mediante) cuando los guaraníes estaban más cerca del 0-1, y luego, cuando Libertad había empatado, rápidamente pusieron el 2-1 a través de un penal convertido por una de las figuras del equipo, el marcador central Paolo Goltz.
Además del exdefensor de Huracán, capitán del conjunto del Sur del Gran Buenos Aires, se destacaron Diego González –un volante que tiene una segunda juventud luego de años de alternar buenas y malas– y Santiago Silva, una pieza imprescindible en este esquema. En el 4-3-3 (sí, volvieron los wines a Argentina), además de ser el finalizador habitual de los desbordes de Lucas Melano o Lautaro Acosta (el exjugador del Sevilla salió lesionado y probablemente esté afuera de las canchas el resto del año), el Pelado también se asocia y es una reserva anímica clave para el Granate.
Interesante la labor de los Schelotto al frente de Lanús. Pelearon ya dos torneos locales y además de esta final de Sudamericana está con opciones reales de quedarse con el Torneo Inicial (marchan a dos puntos de San Lorenzo con seis puntos en disputa). Además de los resultados, el juego que proponen es muy dinámico y con una marcada tendencia ofensiva; en el mercado antes del comienzo de la temporada se movieron correctamente y pese a haber perdido a una de sus figuras, como era Silvio Romero, el colectivo se potenció con los arribos de Silva, Acosta, Leandro Somoza o Melano.
Del otro lado, la cenicienta. Que haya llegado Ponte Preta a la final marca también un poco lo que es este torneo. Así como el Goiás alcanzó la instancia decisiva en el 2010 y ya había descendido, los dirigidos por el mítico Jorginho (aquel enorme lateral por derecha) están con un pie y medio en la Serie B del próximo año. A seis puntos de la salvación –con dos jornadas en juego–, solo un milagro podría mantenerlos en la Serie A del Brasileirao.
No es casualidad que equipos de segundo orden avancen en Sudamericana: en Brasil, los que clasifican a esta copa son ocho conjuntos que no acceden a Libertadores, por ende suelen ir entre el quinto y el décimotercero del torneo local. De hecho, el mismo Sao Paulo sufrió todo el año en el torneo local y el año pasado se convirtió apeanas en el primer campeón brasileño en la historia de la Copa Sudamericana, torneo que se disputa desde el 2002.
Hecha esta salvedad, hay que decir que el Ponte Preta está viviendo un sueño. Podría ser el primer título relevante en 113 años para los Macaca. Cuando muchos especulaban que un gigante como el tricolor les tiraría encima la chapa copera, los de Jorginho vencieron primero en el Morumbí (1-3) y luego mantuvieron el resultado en Mogi Mirim.
“Vamos a dar la vida”, dijo el DT, dejando en claro que será la serie más trascendente en la historia del pequeño club del estado de Sao Paulo. En su contra van a tener que deberán disputar la final en el Pacaembú y no en su casa, el Moisés Lucarelli de Campinas, que no tiene la capacidad mínima para estas instancias. También es cierto que ya las semifinales no las disputaron en su estadio.
Mientras que Ponte Preta ya deberá pensar cómo rearmarse el próximo año para retornar a la Serie A –si no media ningún milagro–, Lanús está con chances reales de volver a consagrarse y ratificar su enorme crecimiento como club en los últimos quince años. En la extinta Copa Conmebol lo hizo en 1996 (al año siguiente perdería la final) y a nivel local gritó campeón por única vez en el profesionalismo en el 2007. Además, amplió su estadio y el trabajo en divisiones inferiores es ejemplar.
La final –la ida se disputará en Brasil y la vuelta en la Fortaleza en Lanús– comenzará a jugarse la semana que viene. De un lado, un conjunto que irá por una ratificación, por la consecución de un logrado buscado en el mediano plazo. Del otro, un club que sabe que tiene delante de sí el tren de la historia, pero que no necesariamente va a volver a pasar. El Sao Caetano puede dar fe de ello.
* Diego Huerta es periodista y editor del sitio web «Cultura Redonda».
– Foto: Marcelo Manera (La Nación) – Télam
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